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- 23/08/2009 02:00
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Hasta hace algunos años, la industria editorial era una de las más pujantes, con un crecimiento prácticamente sostenido desde la introducción de las prensas y los molinos de papel a vapor, a comienzos del siglo XIX, que permitieron bajar los precios de los libros y aumentar los tirajes. Sin embargo, aunque según los entendidos continúa en franca expansión, hoy enfrenta serios peligros -quizás el mayor de ellos, la piratería- los cuales podrían causar su desaparición tal como sucedió con la industria del disco.
Gabriel Sandoval, representante de la Editorial Planeta México, es taxativo al manifestar su preocupación por la franca agresión de la piratería contra la industria editorial en Latinoamérica y considera que debe hacerse algo al respecto. “La industria española, por ejemplo, está creciendo mucho porque no tiene piratería. Un país libre de piratería es un país cuya industria editorial definitivamente va a crecer”, dice el experto. Para él, no es tan simple de analizar ni constituye una justificación, el argumento de que la piratería pone los libros al alcance de mucha gente que de otro modo no podría leer. “Un pirata no gasta nada. Un pirata es una fotocopia. Las editoriales, cuando contratamos a un autor, tenemos que pagarle un adelanto, armar el libro, contratar diseñadores, correctores de prueba, editores, hacer la presentación, es decir un conjunto de gastos que el pirata no tiene”, explica Sandoval. “Los costos de un pirata deben ser apenas un 10% de los costos de una editorial”, concluye.
Sandoval no está solo en esta opinión. Gladys Díaz, presidenta de la Cámara del Libro de Perú, considera que la piratería es un fenómeno muy grave y que si los gobiernos no tienen la voluntad política para controlarla, seguirá creciendo en perjuicio de la industria de los libros. “Ni los editores ni las cámaras del libro pueden hacer nada. Nosotros decomisamos los libros pirata, pero nada más. Todo eso cuesta dinero y si el Estado no pone un freno este mal va a seguir creciendo”, asegura.
Pero Díaz añade otra preocupación: la digitalización de los libros. “Quien lo hace es Google y eso va a afectar mucho a la industria. Los libros infantiles no creo que mueran, pero los libros escolares ya no se van a imprimir. Los estudiantes imprimirán solamente el capítulo que les interesa y no tendrán que comprar el libro”.
Precisamente esta semana se anunció que Microsoft, Yahoo y Amazon planean formar una alianza para enfrentar un acuerdo que está en marcha, y que otorgaría a Google los derechos para comercializar copias digitales de millones de libros. Se trata de un acuerdo suscrito en octubre de 2008 entre el buscador Google y dos de las asociaciones de editores más importantes de Estados Unidos, el cual está pendiente de un visto bueno legal.
DE LA AMENAZA A LA OPORTUNIDAD
Pese a este sombrío panorama, la industria de los libros sigue creciendo. El escritor peruano Alonso Cueto, invitado a la Feria del Libro de Panamá, aclarando que no es un experto en el tema, opina que en su país los talleres de producción literaria atraen siempre a una gran cantidad de alumnos, “mucha gente que quiere contar su historia, porque en un mundo cada vez más homogeneizado, más estandarizado, cada persona quiere hacer la diferencia contando su propia experiencia, quiere decir 'éste soy yo, esto es lo que he vivido', y a través de ello establecer su identidad individual”.
Gabriel Sandoval concuerda con Cueto y asegura que aunque es un año complejo para la industria, por la crisis económica mundial, dado que al no ser los libros un producto de primera necesidad la demanda disminuye, “es un mercado en expansión, que se incrementan cada vez más y que tiene ciertos países que son punta de lanza por los volúmenes de libros que mueven, como Argentina, México y Brasil, que constituyen un triángulo donde se encuentra la mayor cantidad de libros que se editan y se venden en América Latina”.
Por otro lado, Sandoval también considera que hay mucha producción literaria emergente en la región. En su calidad de director editorial en Chile, pionero de Editorial Planeta en Perú y actual representante de esta casa en México, ha sido testigo del notable incremento de nuevos talentos, de nuevos escritores y al mismo tiempo de la proliferación de editoriales independientes que al trabajar con los autores nuevos pueden hacerle mucho bien a la industria.
“A las grandes editoriales les es difícil trabajar con autores nóveles. Normalmente trabajamos con autores consolidados y son las editoriales más pequeñas las que trabajan con aquellos que están empezando y eso es saludable para la industria editorial”, señala Gabriel Sandoval.
Entretanto en Panamá, país con una industria editorial muy pobre y una industria gráfica también pequeña, aún con la resistencia de algunos comercios a exhibir libros en sus escaparates, la venta de este producto sigue creciendo. Rodrigo Burgos, vicepresidente de Distribuidora Lewis, asegura que en esa empresa con más de 80 años en el negocio, el departamento editorial es el que más crece cada año. “Y siempre ha crecido, a pesar de la invasión estadounidense y de todas las crisis que ha sufrido Panamá”.
Burgos opina que en Panamá se lee muchísimo. “Nuestro primer pedido de un libro de Coelho es de tres mil ejemplares, de un “Cartel de los sapos”, mil, que es grande para un país como Panamá, el libro de Murcia, mil y pico”, señala.
Para el vicepresidente de la Distribuidora Lewis, el libro es un artículo de impulso y agrega que “tiene que ser exhibido para que la gente lo compre. Todos los libros que se han llevado a la Feria son libros que están a la venta todo el año, salvo dos o tres novedades. Pero la gente no los compra si no se exhiben. Existe el interés, lo que hay que hacer es exhibirlos más”.
REAL VS. VIRTUAL
Otra amenaza que se vislumbra en el horizonte de la industria editorial es la transformación tecnológica, es decir la aparición del libro digital o e-book, que para algunos entendidos podría terminar por hacer desaparecer el libro de papel y tinta.
Para Alonso Cueto, por ahora no es tan grave como parece y a su juicio libros digitales y libros tradicionales seguirán conviviendo pacíficamente por uno o dos siglos más, hasta que finalmente quede sólo el digital por costos, espacio y protección del medio ambiente.
Rodrigo Burgos, por su parte, opina que el libro sigue y seguirá siendo el mejor compañero del hombre, en casa, en la playa, en un avión, allá donde no puedes llevar un televisor ni tener acceso a internet. En este terreno, Gladys Díaz piensa que “el libro físico no debe perderse nunca, su olor, su contacto físico no es igual a la relación con un libro digital”.
Por eso es indudable que no les falta razón a quienes aseguran que el lector desarrolla una especie de relación romántica con un libro de tinta y papel, sentimiento que todavía no parece ser capaz de generar una computadora.