Entre el manejo y el móvil, un esquema que quiebra la seguridad

Actualizado
  • 16/10/2019 00:00
Creado
  • 16/10/2019 00:00
Las cifras de la Dirección Nacional de Operaciones de Tránsito de la Policía Nacional son preocupantes y exponen la necesidad de materializar nuevas estrategias de educación vial. Entre enero y octubre de 2018 se registraron 8,800 infracciones por utilizar el celular durante el manejo, mientras que este año, en igual periodo, se han contabilizado 12,600 multas

La tecnología, un elemento con el que el hombre ha logrado importantes alianzas, también empuja nuestras sociedades al límite, incluso a pactar con nuestra propia vulnerabilidad. El consumo desmedido de información a través de las redes sociales, el uso de aplicaciones de mensajería instantánea como WhatsApp, la necesidad de figurar en los entornos sociales con una u otra selfie han invadido todos los espacios, incluso hasta llegar a arrinconarse en nuestro asiento, frente al volante.

Desde la DNOT exponen la necesidad de articular esfuerzos con el Estado y la ciudadanía.

Información suministrada por la Dirección Nacional de Operaciones de Tránsito de la Policía Nacional (DNOT) a este diario refleja un aumento alarmante en la tendencia a conducir utilizando dispositivos celulares. En lo que va de año, se han impuesto 12,600 multas por esta causa, una cifra que sobrepasa considerablemente las 8,800 registradas durante el mismo período en 2018.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estudios realizados en distintos países indican que el porcentaje de conductores que utiliza el teléfono celular mientras conduce ha aumentado a lo largo de los últimos años. Además, existen estudios que señalan que los conductores que utilizan el teléfono celular durante la conducción corren un riesgo aproximadamente cuatro veces mayor de verse involucrados en un accidente.

El estudio “The World Unplugged”, de Salzburg Academy on Media & Global Change, realizado con base en 1,000 estudiantes en 10 países de los cinco continentes para evaluar su capacidad de estar desconectados de los teléfonos celulares, demostró que la mayoría utilizó el término “adicción” para referirse a su dependencia al consumo de información a través de estos equipos.

Uno de estos estudiantes, a los que se les pidió abstenerse de usar todos los medios sociales, indicó al cabo de 24 horas: “me picaba, como un adicto al crack, porque no podía usar mi teléfono. Me sentí triste, solo y deprimido”.

También, un estudio publicado por la revista Traffic Injury, realizado por investigadores españoles y australianos, reveló que cuando un conductor tiene una conversación telefónica que requiere un cierto grado de concentración o cuando manda un mensaje de texto o wasap, su grado de atención se reduce tanto como si superara la tasa de alcoholemia permitida en España (0.5 gramos por litro de alcohol en sangre). Lo cierto es que el riesgo de sufrir un accidente aumenta entre cuatro y nueve veces.

Los chats, las llamadas y los canales sociales son los elementos de distracción más comunes en los dispositivos electrónicos.

Al conducir, el celular disminuye el campo de visión, distrae, afecta la concentración, reduce la capacidad de reacción, disminuye la distancia de seguridad e incrementa el tiempo de respuesta. Basta unas décimas de segundo para provocar un choque; lo que nos parece breve, es suficiente para provocar un accidente.

En Panamá, el artículo 132 del Reglamento de Tránsito establece que es prohibido a los conductores de vehículos “hablar por teléfono mientras conducen”. El valor de la multa a quien incumpla es de $75.

José Lasso, sociólogo, comenta que “la gente se vuelve adicta a estas tecnologías por la necesidad de mantenerse conectada constantemente”.

“Yo llamaría esto como una patología social. El hecho es que lleva a las personas a perder la noción de la realidad, pasando la mayor parte de su tiempo conectada en las redes sociales para el intercambio”, indica.

Es un escenario que trasciende la vialidad. “Esto no solo ocurre en el manejo de vehículos, sino en la vida cotidiana cuando se abstraen de la realidad para establecer contacto con otros en las redes sociales”.

Según Lasso, con el advenimiento de las redes sociales en los equipos móviles, los usuarios se mantienen sedientos de una conexión constante, “por temas de prestigio social, estatus y comunicaciones”.

“Esto ha permitido a las personas crear mundos virtuales que les da en muchos casos sensaciones positivas, y les genera adicción”, explica.

Para el también catedrático de la Universidad de Panamá, “la legislación o las restricciones mediante multas no representan soluciones efectivas. Se debe trabajar en el ámbito cultural, hasta que las relaciones sociales ocurran cara a cara, generando la interacción necesaria, y como consecuencia, los beneficios de esa interacción”.

Simón Henríquez, director Nacional de Operaciones de Tránsito, afirma que para el cierre del año en curso es probable que se alcance la cifra del millón de infracciones al Reglamento de Tránsito. “Es un reto, pero también hay un claro desconocimiento del comportamiento que debe mantener el usuario en la vía pública”, cuenta.

Lo preocupante es la “polarización afectiva” que pueda causar el mensaje que se recibe durante el manejo. “Aunque utilice el 'manos libres' mientras maneja, un mensaje que reciba puede representar un momento de euforia o tristeza que distrae temporalmente”, acota.

Henríquez puntualiza que “mientras se conversa y conduce, la recepción de un mensaje puede interrumpir el contacto visual con el resto de los vehículos y con el entorno”.

El director de la DNOT enuncia que la reversión de esta realidad exige la conciencia del usuario con el elemento de coerción que la autoridad debe seguir imponiendo.

Henríquez explica la importancia de que se incorpore el chateo entre las infracciones. “Hoy día el chateo no está tipificado. La sanción se impone como distracción al manejo o desatención a las normas”, dice.

Sostiene que existe un problema de educación vial y “una ausencia del Estado en la participación de la adquisición de la licencia de conducir”.

“Hay una ausencia en la fiscalización de las escuelas de manejo y en la adquisición de las licencias”, asegura.

“Queremos incorporar la educación vial como un eje transversal en el Ministerio de Educación. A la fecha contamos con más de 22,000 niños que han sido capacitados en colegios y en la zona temática del Parque Recreativo y Cultural Omar, con el fin de que puedan ser mejores usuarios de la vía pública”, comparte.

Edward Sánchez, jefe del Departamento de Investigación de Accidentes de la DNOT, afirma que la situación es “preocupante”.

Entre el manejo y el móvil, un esquema que quiebra la seguridad

“El teléfono celular aparta la atención durante el manejo. Le hace perder la atención en todo lo que ocurra en la vía pública al conductor. Conversar y chatear le lleva a desligarse de lo que está tras el volante, perdiendo elementos como un vehículo que quiera ingresar a la vía o un peatón que quiera cruzar. Quitar la mirada de la vía durante unos segundos puede ser la diferencia entre verse o no involucrado en un accidente”, puntualiza.

Sobre los accidentes viales, explica que lo más preocupante “es determinar si la persona se distrajo por el uso del teléfono, a menos que lo acepte”.

Coincide en la importancia de la polarización afectiva, ya que, quien conduce, mira lo que sucede frente a sí pero no percibe e peligro porque está enfocado en el elemento que distrae a través del celular.

Lesbia González, psicóloga, manifiesta que los dispositivos se han convertido en “una oficina y un lugar en el que tenemos todo; agenda, trabajo, correos electrónicos, un mundo de cosas”.

“Lo importante es diferenciar aquellos que no saben cómo manejar el trabajo y organizarse para estar separados durante un tiempo prudente del dispositivo”, comenta.

Hay una pérdida del equilibro, manifiesta. “La gente ha dejado de ver que necesita atender otros elementos que son parte del proceso de salud mental como la familia, paseos, jugar, comer, dormir, divertirse. El uso excesivo del celular ha contribuido a ese olvido”.

“No hay una adicción hacia el celular porque no existe una desvinculación de la vida del individuo. En algún momento se suelta el teléfono. Lo que debemos atender es el equilibro social”.

“Si una persona pasa más de cuatro horas al teléfono le está haciendo daño a su entorno y a su salud, porque la conexión orbitofrontal u ojo-cerebro se agota con la entrada de información constante y las luces del dispositivo móvil, algo que repercute en la toma de decisiones”, cita.

Profundiza que incluso durante el manejo, el individuo buscar resolver la inmediatez. “Vivimos inmersos en una necesidad profunda de dar respuesta inmediata”, y los tranques se han vuelto atractivos para esto.

“Hay tanto estrés que la gente no puede estar quieta sino hacer mil cosas, de manera que contesta llamadas, chats, correos, ve su Instagram, Facebook o cualquier otra red social al manejar”, prosigue.

“Algunos no comprenden que debe existir una separación entre el uso del celular, su vida y su seguridad física y emocional”, apunta.

Ameth Vega, encargado de Planes y Operaciones de la DNOT, opina que el uso del celular durante el manejo, resta posibilidades a la capacidad de reacción durante cualquier incidente, lo que incluye el celular u otros dispositivos, hacerse selfies o grabar videos.

“Generalmente las personas utilizan el celular durante el tráfico. Hay accidentes de colisión por alcance en el que el conductor no se percata de que el de adelante se detuvo; esto nos resta tiempo, afecta la movilidad y ocasiona más congestionamiento”, asevera.

Vega concluye que “el vehículo es un arma en potencia; tres segundos de distracción con el celular, pueden representar un accidente de gran connotación”.

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