Saltemos del siglo XIX al XXI en la educación

Actualizado
  • 15/07/2023 00:00
Creado
  • 15/07/2023 00:00
Si a nuestros planes universitarios no le sumamos lo que las empresas de vanguardia exigen y buscan, entonces seguiremos graduando profesionales con conceptos y estructuras retrógradas
La enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón.

Comienzo, amigo lector, con un hecho obvio: en pleno 2023 es necesario y urgente romper burocracias, cuadraturas y modelos obsoletos de enseñanza que aún prevalecen, porque el público que tenemos en las aulas es diferente, cuestionador e interactivo; más aún, porque sigue existiendo un claro divorcio entre lo que el mercado laboral espera encontrar y el producto que sale de los salones de clases.

Si a nuestros planes universitarios no sumamos lo que las empresas de vanguardia exigen y buscan, entonces seguiremos graduando profesionales con conceptos y estructuras retrógradas del siglo XIX en pleno siglo XXI.

Además de los contenidos técnicos que cada carrera abarca, tenemos que agregar a ellos los nuevos conocimientos de al menos cinco o diez habilidades blandas de las 20 que existen.

¿Qué son las habilidades blandas? Pues por mencionar algunas: trabajo en equipo, liderazgo, comunicación asertiva, servicio al cliente, capacidad analítica y de solución de problemas, innovación sin barreras, deseos de aprender y estar a la vanguardia, adaptabilidad, y por último saber priorizar u organizar adecuadamente el manejo de tareas múltiples.

Sumado a esto, esas clases metidas en cuatro paredes, lejos de los paseos socráticos y de la magia que representa romper cuadraturas, no pueden seguir.

Voy a compartir una anécdota en mi experiencia docente, en mi clase de redacción creativa, un año en particular cayó en Halloween, así que junto con mis alumnos decidí ir disfrazado y repartir dulces. Fue uno de los días más divertidos, y hasta hoy, lo hago (entre otras actividades). El resultado es que mis alumnos se divierten y aprenden.

Digo, si soy un profesor que dicta creatividad como forma de vida y no como un título o rango que otorga un renglón x, ¿cómo puedo no ser el primero en romper moldes junto a mis alumnos? Cómo les digo a ellos, jamás les pediré algo que no esté dispuesto a hacer o que no haya hecho.

Esos Power Point mal hechos, cargados de textos y, que muchos leen, deben desecharse, especialmente porque denotan una falta de preparación absoluta por parte del docente, sobre todo si la clase dura más de dos horas seguidas. Bien se valen y son bienvenidos los recesos donde se puede hablar de todo junto con el profesor para variar un poco el contenido del día.

En pleno 2023 hay apps diseñadas especialmente para una enseñanza más interactiva como Kahoot, ClassDojo, Lumosity, Khan Academy, Google Classroom o Duolingo.

A nivel empresarial, tanto en Europa como en Asia y Norteamérica llevan décadas aplicando la gamificación; actividad que se puede aplicar en la educación latina si queremos alinearla a lo que el mundo profesional y globalizado, siglo XXI, busca.

En los departamentos de recursos humanos de primer mundo ya se están incorporando talleres y seminarios que abarcan actividades procedentes del neuromarketing y la neurociencia, por ende, ya se habla de una neuroeducación. ¿Se puede hacer esto en las aulas? ¡Sí! (si se quiere).

“La neurociencia ha demostrado que el juego es un recurso muy útil cuando de aprender se trata, independientemente de que hablemos de niños o de adultos. Aplicados de forma correcta, los juegos ofrecen grandes ventajas no solo a nivel académico, sino también a nivel empresarial y personal” como bien apuntan múltiples artículos en la internet.

Si queremos que nuestro sistema educativo se alinee a las exigencias del mercado, entonces debemos cambiar radicalmente la forma de dar clases dentro de las aulas, ¡No!, no hay otra forma de plantearlo más claro y directo.

El profesional del siglo XXI debe ser curioso, ético y empático, pero también valiente y no tener miedo a los cambios, ya que debe estar en constante desarrollo personal y profesional.

Decir que vivimos en un mundo altamente competitivo y exigente se ha vuelto un cliché, pero algo es cierto: para ser un buen profesional en el siglo XXI hay que destacarse y alcanzar algunas competencias laborales para ser más completo y singular, por ende, esas competencias si o si, se deben dar en las universidades y desde el hogar (porque la universidad, por sí sola, no puede).

Le recordaré algo, amigo lector, ni un docente ni una universidad puede ser el reemplazo de las responsabilidades que un padre o una madre deben tener desde el hogar, y es ahí donde comienza la real educación.

Tras la transformación digital, la globalización, y claro, la pandemia, el modus operandi de las empresas ha cambiado completamente. Así como los negocios fueron obligados a adaptarse, los profesionales también tuvieron que modificar su pensamiento y, principalmente, sus aptitudes laborales. Entonces, ¿por qué no se puede dar ese cambio en el mundo educativo?

La enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón, y lo que se les dé a nuestros jóvenes en todo su caminar educativo, en especial en el superior, ellos se lo darán a la sociedad.

Cierro con este pensamiento: Si un joven no puede aprender de la forma en que enseñamos (más si es con sistemas retrógrados y burocráticos del siglo XIX), quizá deberíamos enseñar como él aprende en pleno siglo XXI.

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