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- 09/07/2011 02:00
‘No sé por qué, pero me gusta’. Esta expresión tan frecuente utilizada contiene todo lo que muchas personas saben sobre sus gustos sexuales. Es decir, nada, o casi nada. Lo que es cierto que existen una serie de factores a los que casi siempre se recurre cuando se quiere expresar por qué alguien resulta atractivo o atractiva par que exista el estímulo sexual. La razón de este desconocimiento estriba en el hecho de que resulta prácticamente imposible analizar la inmensa cantidad de datos que el cerebro ha procesado para llegar a la conclusión de que aquel chico o chica que nos presentaron ayer, sencillamente nos gusta. Está claro que el cerebro no sólo se ha valido de datos del instante, sino que ha echado mano de todos sus circuitos de memoria.
Ha evaluado todas las experiencias anteriores, ha comparado el objeto de atracción con los patrones establecidos en nuestra sociedad, ha revisado el orden de valores y lo ha enfrentado a las cualidades o defectos de la otra persona y por fin, se ha detenido a examinar las expectativas y posibilidades para terminar enviándoles el mensaje de ‘OK’.
Por suerte, no somos conscientes de este complejo proceso. Sería verdaderamente complejo. Pero no deja de ser interesante aislar y estudiar todos estos datos para ver cómo afectan las preferencias de cada individuo. Se puede diferenciar básicamente dos tipos de estímulos desencadenantes o favorecedores del proceso de atracción sexual: los estímulos internos, provenientes del propio organismo del individuo y los estímulos externos, procedentes del medio que le rodea y que el individuo capta a través de sus sentidos.
En el ser humano, a diferencia de los animales, los estímulos internos juegan un papel íntimo en comparación con los externos. Pensemos que si la conducta sexual del hombre dependiera de sus variaciones hormonales, las mujeres únicamente mantendrían relaciones durante los días de la ovulación y los hombres solo se sentirían atraídos por sus mujeres en esos días. En conclusión la estimulación sexual se podría definir como el deseo o libido como la actividad humana que impulsa a buscar situaciones sexuales. Esta especie de imán depende de los centros cerebrales y esta influido, por tanto, por la fluctuación del nivel hormonal y por la complejidad de los circuitos cerebrales. Además, tanto los olores naturales como los artificiales contribuyen a aumentar el estimulo sexual tanto en el hombre como en la mujer.
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