El sindicalismo fracasó la asignatura

Actualizado
  • 23/09/2022 00:00
Creado
  • 23/09/2022 00:00
Panamá como nación apostó a los sindicatos como la panacea a todos los problemas laborales, individuales y colectivos del país
El Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (Cieps) de Panamá en sus encuestas de Ciudadanía y Derechos midió y cuantificó la poca influencia y baja popularidad de los sindicatos.

Se puede definir el sindicalismo como el movimiento y el sistema que permite la representación de los trabajadores a través de una organización social con personería jurídica conocida como sindicato. El Código de Trabajo de Panamá, que data de 1971, promueve el sindicalismo estableciendo en su artículo 334 que “se declara de interés público la constitución de sindicatos, como medio eficaz de contribuir al sostenimiento y desarrollo económico y social del país, la cultura popular y la democracia panameña”.

Manteniendo una postura uniforme en lo que respecta a la asociación sindical, Panamá en 2022, por medio de la Ley 321 aprobó el 'Convenio sobre la eliminación de la violencia y el acoso en el mundo del trabajo', adoptado por la Organización Internacional de Trabajo (OIT) que establece en su artículo 5 que “con objeto de prevenir y eliminar la violencia y el acoso en el mundo del trabajo, todo miembro deberá respetar, promover y llevar a efecto los principios y derechos fundamentales en el trabajo, a saber, la libertad de asociación y el reconocimiento efectivo del derecho de negociación colectiva, la eliminación de todas las formas de trabajo forzoso u obligatorio, la abolición efectiva del trabajo infantil y la eliminación de la discriminación en materia de empleo y ocupación, así como fomentar el trabajo decente y seguro”.

Ratificar estos convenios es tarea fácil para Panamá, que desde 1971 ya reconoce y declara interés nacional la libertad de sindicalización, legalizando el derecho de los trabajadores sindicalizados a negociar una convención colectiva con su empleador.

Panamá como nación apostó a los sindicatos como la panacea a todos los problemas laborales individuales y colectivos del país, sin embargo, hoy, tomando en cuenta el complicado escenario social y político nacional, podemos concluir que el sindicalismo en su versión actual nos falló, ya que no ha logrado demostrar en el siglo XXI ser un medio eficaz que logra optimizar la situación de los trabajadores en el mercado laboral panameño.

La ejecución de esta estrategia durante los últimos 50 años de vigencia del Código de Trabajo ha sido en muchos casos ineficiente y sin transparencia, negándose a actualizarse conforme la realidad económica y social del país.

El Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (Cieps), en sus encuestas de ciudadanía y derechos midió y cuantificó la poca influencia y baja popularidad de los sindicatos, documentando cómo des mejoró sustancialmente entre 2019 y 2021, en parte por la pobre actuación de estos durante la pandemia.

La valoración positiva de la población de los sindicatos según la encuesta del Cieps disminuyó 38,3% en 2019, a 22,8% en 2021(16 puntos porcentuales menos) y la percepción de la ciudadana sobre influencia de los sindicatos también disminuyó de 35,.2% en 2019 a 30,5% en 2021.

En términos simples, menos de 1/4 de los encuestados tuvo una opinión positiva y menos de 1/3 de los encuestados considera que los sindicatos son influyentes; estos factores reflejan desconfianza y desinterés en la sindicalización por parte de los trabajadores.

Otros factores que influyen en el deterioro del movimiento sindical panameño son:

1. El desempleo en los últimos 10 años, de 2012 a 2022 aumentó de 4,1% a 9,9%. Durante el pico de la pandemia en 2020, llegó a estar en 18,5%. Los sindicatos operan y dependen exclusivamente del empleo formal producido por la empresa privada que es donde se generan las cuotas sindicales.

El movimiento sindical durante la pandemia, en el momento donde más relevancia debió tener no pudo detener ni mitigar la pérdida de plazas de empleo de 364 mil trabajadores asalariados y la suspensión de 284 mil contratos de trabajo (empleos que muchos se perdieron posteriormente).

2. Según el Índice de Brecha Global de Género del Foro Económico Mundial que analiza la división de los recursos y las oportunidades entre hombres y mujeres en 155 países, Panamá ocupa a 2022 el puesto N° 40, que es el mismo puesto que ocupaba en 2012. Durante ese periodo llegó a ocupar el puesto N° 46 en 2016 y N° 47 en 2020. Los esfuerzos del movimiento sindical panameño no se han traducido en una disminución de la brecha de género. Según cifras de 2007, la dirigencia sindical, a pesar de los discursos a favor de las mujeres y la igualdad de género, de 111 secretarías generales, que se dividían en 111 principales y 92 suplentes, 87 hombres actuaban como principales (78,38%) y solamente 24 mujeres fueron elegidas para cargos principales. En cuanto a los suplentes, 71 eran hombres (77,17%) mientras que el resto o sea 21, era mujeres. Las últimas cifras sobre igualdad de género proporcionadas por el Mitradel en 2019 indicaban que de un total de 310.679 trabajadores afiliados a sindicatos, únicamente 796 eran mujeres (15%) y el resto 266.883 era hombres (85%).

3. El sistema de resolución de conflictos colectivos a través de pliego de supuestas violaciones (con mérito o sin mérito) establecido en el Código de Trabajo está desfazado, obligando a las partes a un enfrentamiento de dos meses y medio donde de no llegar a un acuerdo se puede desencadenar una huelga. En los últimos años se evidencia un abuso del derecho donde cualquier problema, por más pequeño o fácil de solucionar, es sujeto al chantaje de una amenaza de huelga poniendo en riesgo la fuente de empleo formal existente y desincentivando la inversión de capital a futuro.

El fracaso sistemático del movimiento sindical es en gran parte responsabilidad del Estado, que debió establecer mecanismos transparentes e inclusivos que promovieran la participación de los trabajadores en los sindicatos. La realidad es otra:

A. Es extremadamente común encontrar sindicatos con juntas directivas inamovibles, establecidas de forma vitalicia/dictatorial donde una persona (no necesariamente capacitada o con el perfil), en confabulación con sus allegados, ejerce la Secretaría General de forma ininterrumpida y sin disputa. Esto no debería ocurrir ya que los sindicatos son organismos democráticos, donde la mayoría de sus miembros (los trabajadores) deben elegir a sus dirigentes por periodos definidos. El Ministerio de Trabajo es el responsable de verificar que la junta directiva de un sindicato y su secretario general cumplan con las reglas de quorum, mayoría y registro de forma que la representatividad sea legítima obedeciendo la voluntad de la mayoría y no del circulo cero de la cúpula sindical. Cúpula que la mayoría de las veces no tiene representación de mujeres ni de personas jóvenes.

B. La proliferación descontrolada de sindicatos que es producto de la falta de criterio del Estado al momento de aprobar la formación de un sindicato. Debido a que el proceso de elecciones internas de los sindicatos no tiene un escrutinio real del Estado, muchos trabajadores en vez de correr dentro de sus elecciones sindicales internas optan por no participar o por la formación de un nuevo sindicato cuyos requisitos son básicos. La existencia de varios microsindicatos industriales genera más división en la masa laboral y debilita al movimiento social, más cuando en muchos casos el único fin de crear un sindicato es conseguir la protección de un fuero sindical. Debemos tener extremadamente claro que no cualquier persona puede ser dirigente sindical, ya que es una gran responsabilidad que requiere vocación, compromiso y honestidad.

C. La falta de implementación de tecnología en la maquinaria estatal que provea a los trabajadores y empleadores de data que sea relevante, procesada y confiable (ejemplo: salarios, beneficios, condiciones de trabajo, etc..), desmoraliza al movimiento sindical y lo hace menos atractivo a la ciudadanía en general. Un trabajador, afiliado o no a un sindicato, al cual se le descuenta una cuota sindical todos los meses, debería contar con un mecanismo sencillo y accesible para verificar como está siendo utilizado el dinero que le es descontado. Todos los trabajadores deberían tener manera de supervisar las acciones del sindicato que los representa, proponer ideas para su mejor funcionamiento y poder exigir rendición de cuentas. Tenemos la tecnología disponible para hacer toda esta data accesible y transparente, lo que falta es voluntad política.

D. Las actuaciones de las centrales sindicales más grandes y relevantes del país han tomado un giro hacia la política populista, alejándose de los principios de productividad y progreso a cambio de lo que aparenta ser a todas luces un socialismo revolucionario combativo. El discurso de la dirigencia sindical actual aparenta estar basado principalmente en una lucha de clases, donde la empresa privada es el enemigo, irónicamente siendo el enemigo el creador de plazas de trabajo que a su vez son las que permiten que el trabajador tenga una fuente de ingreso de donde se recolectan las cuotas sindicales. Lo más preocupante de esta situación es que se utiliza la estructura sindical para promover la paralización de la economía nacional en detrimento de los propios trabajadores.

E. El Instituto Panameño de Estudios Laborales (IPEL) del Ministerio de Trabajo tiene como objetivo la capacitación sindical y el desarrollo de la educación social y económica del trabajador. Esto lo hace proveyendo financiamiento a los sindicatos para cursos y seminarios aprobados y autorizados por la Comisión de Educación Sindical. Este financiamiento proviene del 5% de la recaudación del seguro educativo que es una carga social que asumen los trabajadores y los empleadores.

EL IPEL debe ser mucho más diligente, ya que muchos de estos cursos contienen información básica y generalmente participan los mismos actores que son los que cuentan con permisos remunerados para sus “diligencias sindicales”.

Las estadísticas sobre la afiliación a los sindicatos de la Organización Internacional del Trabajo indica que la proporción de empleados afiliados a sindicatos (tasa sindical) en Panamá a 2019 era de 26,3%. Esta tasa sindical en 2019 excluye a los afiliados a sindicatos que no tienen un empleo remunerado (informales, desempleados, jubilados, etc.). Considerando el crecimiento de la tasa de informalidad que actualmente es de 48,2% y el aumento inescrupuloso de la planilla estatal en la cual no operan los sindicatos, es lógico concluir que la tasa sindical disminuyó sustancialmente en los últimos tres años. Aunado a lo anterior, las recientes actuaciones del gremio sindical en la mesa de diálogo dejaron mucho que desear a la población nacional.

Este fracaso del sindicalismo en Panamá no es un hecho aislado, sino mundial. Según el Boletín Internacional de Investigación Sindical 2019 de la Organización Internacional del Trabajo, la tasa de sindicalización mundial se ha reducido a la mitad, al pasar de aproximadamente el 36% en 1990 al 18% en 2016. Este boletín también hace especial hincapié en que el desempleo y la informalidad han dejado al movimiento sindical sin jóvenes, cuya tasa de sindicalización es la que más ha decrecido en los últimos 30 años, fenómeno que se experimenta en Panamá, que utiliza un Código de Trabajo de hace 50 años y lo celebra. Una de las principales conclusiones de este boletín por la OIT es que el movimiento sindical a nivel mundial requiere de una “revisión”. El sindicalismo panameño no es la excepción.

La reactivación económica, el problema del desempleo-informalidad y la inminente crisis de la Caja de Seguro Social van a requerir que el sector trabajador esté debidamente representado por personas capaces, honestas y con la creatividad necesaria para generar soluciones oportunas a través de un verdadero diálogo social. Somos un país que legalmente está comprometido con el movimiento sindical, pero con una ciudadanía que le perdió la confianza a los actores sindicales de siempre, de la misma manera que ya no confía en su clase política tradicional, y esto es peligroso.

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