Vanessa de la Guardia, el espejo de un alma traslúcida

Actualizado
  • 25/08/2022 00:00
Creado
  • 25/08/2022 00:00
Su interés por la representación estética sobrepasa los límites de la obra y se incorpora al proceso creativo como una entidad que se expresa desde cualquier forma. Conocedora de la volumetría, el diseño, el dibujo, la joyería, ha utilizado distintos medios y recursos para adentrarse en una experiencia trascendente
'Drama' 2014. Acrílico sobre lienzo

Vanessa de la Guardia es una joven promesa de la plástica panameña. Formada en L'Accademia D'Arte en Florencia y en Florida State University (EE.UU.), ha realizado numerosas exposiciones en el ámbito local e internacional. Londres, por ejemplo, acogió su trabajo en dos ocasiones, como muestra de las nuevas perspectivas del arte emergente.

Su interés por la representación estética sobrepasa los límites de la obra y se incorpora al proceso creativo como una entidad que se expresa desde cualquier forma. Conocedora de la volumetría, el diseño, el dibujo, la joyería, ha utilizado distintos medios y recursos para adentrarse en una experiencia trascendente.

Pinta desde que era niña, dice “vine con eso al mundo”, aunque sus inicios formales se remontan a 2003, fecha que marca el inicio de su carrera profesional.

Creadora de series, a través de las cuales les da seguimiento y profundidad a sus propuestas. Plantea un tema y lo observa desde diferentes ángulos. La primera, la conforman unos 20 trabajos denominados 'Mujeres monocromáticas' (2013).

'Agua de mar' 2015. Acrílico sobre lienzo

Son rostros angulosos, duros, con referencias volumétricas que tiende a la geometrización y a base de uno o dos colores. De acusado acento expresionista, la fuerza comunicativa se traslada a la línea, reduciendo las formas a esquemas esenciales. “Una gota les chorreaba prácticamente a todas”, como símbolo de las heridas comunes, el dolor compartido de la femineidad.

En su obra se presenta de manera indisoluble la realidad exterior e interior plasmada a través de grandes superficies diáfanas. Registra sus pensamientos en la pintura como si fuera un pequeño diario, con un lenguaje estético próximo al surrealismo y al expresionismo.

Cuando nació su hijo comienza a pintar la serie del 'Agua' (2015).

Emociones transformadas en corrientes de agua que van desde la fuerza inconmensurable e indómita de los fuertes oleajes, hasta la calma, la quietud y el espejo.

'De visita' 2021. Acrílico sobre lienzo

El agua, símbolo de vida, está presente en la mayoría de los mitos creacionales, según los cuales, el ser humano fue hecho de agua o salido de ella. Representa la divinidad y la posibilidad de que la tierra sea fecunda. El agua no se detiene, no se resiste y fluye.

Vanessa considera que esta serie fue un gran desafío que fusiona dos energías. Por un lado, la fuerza y la dirección con la que se mueve y, por el otro, su carácter sutil y traslúcido. Representada como elemento principal o como secundario, destaca, siempre, su valor simbólico.

Nos revela todas sus posibilidades, desde la calma y la quietud del elemento original a la indomable fuerza arrolladora. La versatilidad del agua y sus múltiples simbologías la convierten en la gran protagonista de todo aquello que transita entre lo que fluye y lo que permanece.

Luego de estos trabajos, se encamina hacia la serie 'Bosque encantado' (2016) donde el agua es un espejo, está calmada. Como es arriba es abajo, convertida en quietud y silencio. Hemos encontrado la paz en un bosque cuyo tiempo se ha detenido, bajo un lenguaje surrealista, fantasioso, con el que manifiesta el anhelo de lo que aún no ha sucedido, pero es promesa latente de la posibilidad.

Conecta mundos conocidos con otros desconocidos para crear una narrativa que no copia miméticamente su mundo circundante, sino que se abre a la multiplicidad de puntos de vista al plasmar elementos realistas asociados de una manera ilógica. Realidad y fantasía pueden cohabitar en un lienzo, como lo hacen en el pensamiento y en la vida.

En cuanto al color, nos dice: “Gravito inconscientemente a los azules, es el color siempre presente en casi todas mis creaciones”. Y es que el azul se asocia con la armonía y la libertad. Es el color de la energía física, pero también de la calma y tranquilidad. Vanessa ha hecho del azul su lugar seguro, una especie de paraíso cromático que le sirve de abrigo. “Los colores no son los que corresponden a la realidad, sino los que necesita el alma para expresarse”.

Después viene la serie 'Plumas' (2017), entes que se desvanecen en un fondo sutil, habitado por dos de sus pasiones: el mundo energético y el mundo del arte. Con estas obras busca acceder al subconsciente, a la fuente de la capacidad creadora y exponenciarla, conectándola con la inteligencia divina.

La presencia de la psicología del color se fusiona con la creatividad “hay partes de ti que plasmas en lo que haces, hay una parte de ti que quiere salir cuando tienes imaginación, inspiración, eres una herramienta para crear”.

Concibe su trabajo como una manera de trasmutar la emoción, de trocar las experiencias de vida que permiten al hombre evolucionar. “Considero que al plasmarlo estás aliviando lo que está dentro de ti, aunque a veces no seamos conscientes”.

Dentro de una propuesta con un talante próximo al pop art, realiza la serie 'Cosmic' (2018). Trabajó con marcas comerciales como Nike, Etro, Maseratti, Dior, entre otras. Algunos de estos diseños se incorporan a ropa deportiva como, por ejemplo, a prendas de Nike.

En ellos incorpora vistas del cosmos, objetos caídos del universo que nos llegaban con los signos de la caída, golpes, rupturas, mostrando su vulnerabilidad y convirtiéndola en belleza. Nos dice “tal vez nosotros también somos seres caídos del universo, con rupturas, golpes, defectos”.

Una transformación

En 2020, tras una dura experiencia personal, cambia el agua por nubes. Los bosques que se reflejaban en la tierra, ahora se sitúan en el cielo, en una búsqueda de conexión con el Yo Superior, con la eternidad.

Establece el mismo diálogo dual “lo que es arriba es abajo”, replicándose y dejándonos un columpio vacío, símbolo de la infancia.

Las hojas otoñales, el fondo rojo y denso, suspendido en un espacio imaginario, nos devuelve la esperanza. Realizado de manera realista, remite nuevamente al surrealismo, recordándonos que mientras exista una pequeña probabilidad, todo es posible.

La simbología detrás de cada elemento no siempre es la obvia. Encontramos fondos homogéneos, con una luz que emerge desde adentro y nos empuja a un abismo que recorre el vacío incorporando “expectativas ausentes”, aquello que debiera estar y no está, como la niña en el columpio.

En eso radica su verdadera fuerza, se vuelve presente mediante lo que se intuye, pero no se muestra.

En la serie 'Espejos Elíseos' (2021) introduce seres y criaturas ocultas en la profundidad de la naturaleza que se perciben solo si el observador tiene la paciencia para descifrar sus enigmas.

Claramente influenciada por el trabajo de René Magritte, encontramos elementos que aúnan el espacio y tiempo estableciendo un diálogo entre lo visible y lo escondido con un carácter intelectual que nos produce, al mismo tiempo, curiosidad por la asociación y frustración por la imposibilidad.

En sus últimos trabajos, algunos elementos se alternan rítmicamente como si se tratase de notas musicales. Sonidos y silencios, la obra suena con ritmos que suben y bajan generando una vibración ondulante similar al ritmo cardíaco, pero, desde su mirada y proyección hacia el futuro, se habrán convertido en hielo.

El agua está congelada, pasó de ser un elemento etéreo y liviano a otro sólido y contundente. El frío ha resquebrajado el paisaje, pero, sin duda, la primavera se anuncia.

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