Miles de feligreses celebraron este lunes el Día de los Reyes Magos en Bolivia con la costumbre religiosa de llevar las imágenes del Niño Jesús a los templos...
- 14/09/2008 02:00
- 14/09/2008 02:00
Karina, una mujer madura con cualidades infinitas, quien nunca ha trabajado fuera del hogar para cuidar de los suyos, acepta que su marido pase tres noches a la semana en casa de la otra. Antes eran escapadas ocasionales, ya se ha acostumbrado a compartirlo; no lo abandona porque depende emocional y económicamente de él, quien lo sabe de sobra.
Danilo y Aminta viven una vida en apariencia perfecta, pero en la intimidad de su domicilio descargan su ira acumulada, los trastos reventando contra pisos y paredes, gritos y llantos de sus hijos pequeños son escuchados por los vecinos acostumbrados al escándalo y temerosos de actuar porque “entre marido y mujer, nadie se debe meter”.
Carmencita es una adolescente que se debate entre confesar a sus padres las insinuaciones del amigo de la familia que ella ha visto siempre como un tío o callar por no creer recibir la atención de sus padres.
Don Álvaro vive de una pensión decente, pero solo. A sus dos hijos, en posiciones privilegiadas después de una educación similar, no les alcanza el tiempo para visitarle.
Estos son casos a los que cada día por comunes, asimilamos como tales. Casos que son ejemplo de violencia intra familiar, y tienen lugar sin importar el nivel educativo o económico. Casos que por norma van en una escalada de frecuencia e intensidad si no se busca apoyo.
Mi padre en uno de sus arrebatos de sentimentalismo, raros, porque no acostumbra a manifestarlos, me confesó una vez que nunca pretendió verme casada con un príncipe, aunque yo soñara con él. Su aspiración fue verme al lado de un hombre que me respetara, amara y nunca me maltratara. A Dios gracias ha sido así.
Ese es por lo general el deseo de todo padre, no lastimar, ni que lastimen a sus hijos, pero hay quienes lo hacen con o sin conciencia, producto de experiencias, abusos o conductas aprendidas.
Las víctimas más frecuentes del maltrato son los niños y las mujeres, las estadísticas lo revelan en todo el mundo, y más que un problema social, ya se considera un problema de salud por que inhibe a las personas de llevar una vida plena.
Basta de ser simples espectadores, iniciemos, como individuos y sociedad, las denuncias de tales situaciones; seamos comunicativos con los nuestros, ofrezcamos ayuda y refugio a familiares, amigos o vecinos que lo padecen, aconsejémosle solicitar una orden de protección y acudir a organizaciones de ayuda y por último, pero no menos importante, apoyémosle sin juzgar, dejándoles saber que no están solos y que el problema tiene solución.