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- 07/04/2020 16:00
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El Japonisme —japonismo— fue un movimiento que se dio a finales del siglo XIX, descrito y bautizado por el francés Philippe Burty, como la inspiración que había llegado desde el Japón a refrescar las bellas artes, la arquitectura, escultura y danza, entre otras. Ahora, a principios del siglo XXI, el movimiento está más vivo que nunca y ha tocado nuevas expresiones artísticas y culturales.
Japón abrió sus puertas al comercio mundial en 1854, aunque antes de esa fecha en el período Edo (1603-1867) mantuvo relaciones comerciales con Portugal y Holanda, gracias a estos intercambios que el arte japonés llegó a Europa e influyó en artistas como Klimt, Mucha y Gauguin. En esa época las personas adineradas ansiaban poseer ukiyo-e —xilografía—, cerámicas o cualquier pieza artística proveniente de tan lejano país y una cultura completamente diferente.
Es posible ver la impronta, unas veces directa como en “Mujer joven con objetos japoneses” de Tissot o sublimes como en los quimonos en “El beso” de Klimt. El exotismo que revestía a Japón, daba un gran valor a dichos objetos, en la primera década del siglo XX, querer visitar el país podía tomar entre veinte y treinta días de viaje, lujo que no podía darse la mayoría de las personas de la época, lo que creaba un manto de misterio que envolvía todo lo proveniente de ese confín del mundo.
Para suerte de muchos, ese país desconocido ha quedado en el pasado; los avances tecnológicos levantaron el velo de misterio y permiten volar en menos de 24 horas o visitarlo desde la comodidad de un sillón con una tableta en el regazo.
El Japonismo que nos ha tocado vivir incluye la literatura, disfrutamos de obras de grandes autores japoneses como Murakami o Tsutsui, y también la historia del país que es accesible gracias a académicos que publican en otros idiomas y muestran la realidad y las fantasías que han sido inmortalizadas por relatos de otras épocas. Nos vienen a la mente dos libros indispensables para comprender la actualidad nipona: “La soledad del país vulnerable” del Dr. Florentino Rodao que habla sobre la historia reciente del Japón, la influencia de su sociedad y cultura en el desarrollo y surgimiento como potencia después de la Segunda Guerra mundial, e “Historia de los Samuráis” del Dr. Jonathan López-Vera, quien explica la historia de estos guerreros desde el período Yayoi (300 a.e.c. - 300 e.c.) al Meiji (1868-1912)s.
En cuanto al arte, el canadiense Sean Danconia ha presentado exposiciones en Hong Kong, Reino Unido, EE.UU. y Canadá. Utiliza en sus obras muchos de los personajes entrañables del anime de las décadas del 60 al 80 del siglo pasado, este gran ilustrador ha mezclado el pop japonés con la americana —Término que engloba la historia, geografía folclore y cultura de EE.UU.—. Ha creado piezas increíbles que a ambas culturas. Con un estilo retro-futurista, plasma en sus obras «las formas idealizadas de la belleza, el heroísmo, el amor e incluso la maldad.
Con el tratamiento correcto, un “buen chico malo” puede generar una narrativa visual excelente», comenta el artista.
En Japón, la cultura pop embebe todos los aspectos, incluso algunos que para los occidentales serían impensables. Con una industria de cómic que mueve millones de dólares en su mercado interno, muchos personajes han migrado de las páginas a la televisión y el cine, pero lo más asombroso es el uso que el gobierno les ha dado para promover su imagen a nivel internacional, como son los casos de Doraemon y Hello Kitty. Los personajes son parte de la vida cotidiana, anuncian empresas, oficinas públicas, festivales y prefecturas, un buen ejemplo es Kumamon, un oso que es la mascota de la prefectura de Kumamoto y sirve como reclamo publicitario, además de la venta de mercancías relacionadas al personaje, que le generan ingresos adicionales al gobierno local.
Sin embargo, el bien cultural nipón más apropiado a nivel mundial es el manga o cómic japonés. Para ser más específico, ha sido el estilo más comercial del shonen —cómic dirigido a adolescentes varones entre 12 y 18 años—. El estilo se repite millones de veces en todo el mundo por fanáticos que crean sus propias historias o ilustraciones, es la perfecta puerta de entrada al mundo del dibujo. Pero, lo trillado del mal llamado “estilo manga” es que no se pueda diferenciar el arte del artista. Para muchos es la solución para aprender a dibujar y lograr un estilo propio que diferencie su trabajo del de los demás. Un ejemplo es el español japonés José María Ken Niimura, quien comenzó como muchos de los chicos, copiando los personajes de Dragon ball, su estilo actual está bastante alejado de aquellos primeros trazos.
En 2010 fue nominado a un premio Eisner al mejor cómic para adolescentes y dos años más tarde con la novela gráfica “I kill giants” ganó el primer premio del International Manga Award, la historia fue hecha película en 2017 y este año ganó el Eisner por mejor cómic digital.
Definitivamente, la impronta cultural del Japón es apreciable en diversas expresiones artísticas, literarias y mucho más.
El país ha sabido promocionarse en el extranjero, globalizando un bien inmaterial como lo es la cultura y llegando a todas las edades y estratos sociales. Japón se ha convertido en un referente internacional.
Rolando José Rodríguez De León es Catedrático de la Universidad de Panamá y Doctor en Comunicación Audiovisual y Publicidad.