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El cuerpo, un contenedor de alegrías, placeres, tristezas y traumas
- 28/09/2024 00:00
- 27/09/2024 18:00
Para Liz Cohen, artista multidisciplinaria y activista, el cuerpo es un gran contenedor, es “la casa de las experiencias, traumas y el drama que ocurre en la vida de una persona”, un lugar muy complejo donde a la vez que hay placer, también hay traumas, donde hay intimidad y también violencia. Un espacio que todo lo refleja, se quiera o no, a través de los gestos, los movimientos; y lo mismo es visible en una persona o en un país.
Liz, (Phoenix, 1973) visitó Panamá en varias ocasiones visitando a su abuela colombiana que residió en Panamá. Aquí empezó a pensar en la tierra como un cuerpo y se interesó por lo sucedido al cuerpo de Panamá a lo largo de los años: los cortes realizados por los franceses y luego de los norteamericanos. Y empezó a trabajar en un proyecto denominado Canal.
“Vista de esa manera, la construcción del Canal se convirtió en una herida permanente e intencional de la que el país no se ha recuperado”, se lee en el texto curatorial de Rudy Weissenberg. “Las rutas de navegación más cortas y seguras, el aumento del comercio internacional y una bonanza financiera para las arcas del estado fueron promesas cumplidas, pero también hubo consecuencias no intencionadas, como el desequilibrio de poder, la dominación imperial y la marginación”, agrega el texto.
“Ese impulso que tiene el ser humano para el placer sexual, el placer financiero el placer de cualquier casa clase, también nos hace muy vulnerables a muchas cosas y eso es parte de ese drama que ha continuado en mi trabajo, pero también el cuerpo, la forma, los gestos, los movimiento los gestos nos traicionan un poquito, pues no hay secretos. Yo creo que nuestros cuerpos cuando los ponemos en movimiento nos traicionan y cuentan historias”, asegura Liz, que para encontrar una historia relacionada con el Canal se puso un vestido elegante y llegó a las puertas de una de las bases militares (década de 1990). No fue una de las chicas guapas que los soldados invitarían a bailar. En cambio, se encontró con un panorama muy diferente y que redireccionó su trabajo: un vendedor de hot dogs y una trabajadora sexual transexual. Linette dio acceso a Liz a su forma de vivir, lo que la convertiría en una documentalista y con ellas conocería de primera mano temas sensibles como el abuso, la violencia y también la resiliencia de este grupo de amigas que no dudaron en posar para la cámara.
La exposición Avenida de los Mártires, recoge una pequeña muestra de todo el cuerpo de trabajo de Canal. Casi 30 años después, estas imágenes son exhibidas por primera vez en la galería Diablo Rosso.
“Los gestos de todo el mundo, de nosotras, de cualquiera persona son el pasado, el presente y los deseos para el futuro chocándose entre sí para crear otra historia; así es como empecé a entender las poses, los movimientos, las actividades de estas personas y de esa forma, el cuerpo se convirtió en una herramienta para la narrativa, una herramienta que echa cuentos cuando queremos y también cuando no queremos. Así entendí muchas cosas que estaba pasando en la calle cuando yo estaba fotografiando”, detalla Liz.
Las paredes pálidas de la galería luces estas fotografías procesadas de manera análoga, impresas en gelatina de plata. El transeúnte promedio podría considerar que son imágenes chocantes. “Para mí nunca fue chocante porque yo las conocí y las vi como humanas, con sus propias metas y también con una gran admiración por el sacrificio que habían hecho para vivir de una forma auténtica. Yo sé que las imágenes se reciben con shock, pero para mí, en el momento de estar produciendo este trabajo no lo sentí así”. Reflexiona.
Han pasado muchos años desde que aquellas imágenes fueron registradas. “Eso fue hace muchos, muchos años. Tomé las fotos entre 1997 y 99, pero seguí produciendo como performances y trabajando como con las imágenes por dos años más en forma de performance cuando estaba viviendo en San Francisco”, rememora.
Al ser esa ciudad muy abierta a los temas de género, la exhibición tuvo buena acogida. Sin embargo en Panamá no es hasta este años que esas imágenes son presentadas. “Esta es una de las obras de las que me siento más orgullosa y siempre la estoy proponiendo para ver si logra exhibirse. En un momento hubo incluso el intento de publicar un libro y esa oportunidad desapareció. Esto es el movimiento natural en la carrera de un artista, en las que hay oportunidades a veces y a veces no. Pero siempre hemos estado presentando a curadores el trabajo y por eso pude llegar hasta Johann (Wolfschoon), por hablar de ese trabajo en una comida en México”, relata.
Un largo camino pero que trajo a Liz y su trabajo de vuelta a Panamá. “Es un honor grandísimo para mí y es como un sueño, sobre todo por lo que pasó en la apertura. de lo que pasó durante la apertura. La reconexión con algunas de estas mujeres fue para mí algo muy conmovedor”.
Liz entró a la galería y vio a una mujer observando muy atentamente una de las fotos, acompañada de un hombre que le leía el texto curatorial de la exposición. “Dejé que terminara de escuchar el texto y le pregunté ¿tú conoces a las personas en estas fotos? y me dijo ‘las conozco a todas”.
La artista quedó en shock, pues no había vuelto a saber nada de ellas, aunque años después volvió a recorrer las calles buscándolas. “Conocí a alguien que me dio la pista de que Linette, una de las personas en las fotos que fue muy importante en mi desarrollo como persona y artista estaba viva y vivía en Barcelona, pero durante la época que yo tomé estas fotos el celular no era una cosa como hoy que todo el mundo tiene uno; yo no tenía ni siquiera tenía una dirección de e-mail...”.
Lamentó mucho enterarse de que algunas de ellas, como Liza Minelli fallecieron, pero logró, a través de una llamada comunicarse con Tomasa, quien no pudo ir a la galería pues estaba cuidando a su madre. Luego conectaron con Linette.
“Linette me quiso transformar, ella me decía ‘tú no te sabes arreglar, yo te puedo ayudar’. Déjame transformarte y podemos caminar por la calle juntas”. Aprovechando la visita de su hermana, quien podría ocuparse de la cámara, Liz estuvo dispuesta a hacerlo. “Fue una experiencia muy impactante”, reconoce. “En ese momento cambió la trayectoria de mi carrera como un artista porque aprendí mucho sobre performance y cómo usar el cuerpo para contar una historia. Me dijo tienes que observar en las vitrinas de los almacenes, cómo están los maniquíes para aprender cómo usar el cuerpo... me enseñó muchas cosas y que he utilizado en todos los trabajos de que he hecho desde ese día”, afirma.
“Me gustaría visitar a Linette, si me recibe si quiere verme, de pronto podríamos hacer otra transformación, quién sabe...”, medita, aunque admite que habría conversaciones diferentes. “Creo que tenemos más o menos la misma edad, entonces hay que hablar también sobre envejecer...”.
El trabajo más conocido de Cohen es Bodywork, un proyecto que, siguiendo la línea del lenguaje del cuerpo, llega a plantear los cambios en el “cuerpo” de un automóvil. Como aprendiz, Liz trabajó con un mecánico en la transformación de un Trabant (auto de Alemania del Este) en un lowrider estadounidense modelo El Camino mientras ella se trasnformó en una modificadora de autos y una modelo en bikini.
“Ese carro fue de ser como el premio de ese momento de Alemania oriental a la burla de occidente; como ‘mira, ni siquiera pueden hacer un coche...’ Es la vergüenza de tener que adaptarse porque el mundo cambió y como puede volverse en algo celebratorio”, El auto llega a Estados Unidos y empieza a transformarse en algo similar, pero nunca puede llegar a ser un coche de los Estados Unidos pero en ese proceso se inventa otra cosa que nunca se ha visto y esa cosa es objeto de curiosidad. Ese objeto encuentra la forma de existir y tener respeto en un mundo donde no es lo típico. Siguiendo los temas que aprendí mucho de Linette y sus compañeras: el orgullo de no dejar de ser quien uno quiere ser, aunque de pronto tengas que hacer muchos sacrificios sociales, económicos y con el propio cuerpo”.
Liz Cohen está trabajando en un nuevo proyecto que arranca con un Gaz 69, un coche soviético importado a Colombia en la década de 1960 y fue muy utilizado para trabajar en los cafetales. Este nuevo proyecto tiene muchos satélites, uno de ellos, Conchita’s Secret, en honor a la burra que acompaña a Juan Valdez, ya que Este animal ha hecho el 70% de la labor de agricultura en Colombia, desde los inicios de la producción del café.
“Estas fotos van a ser exhibidas en la Trienal del Museo del barrio Nueva York, son fotos de caficultoras y sus familias, algunas con máscaras de burro, como Conchita. Es un proyecto que quiero seguir y está centrando en la historia de las mujeres en el café”. También espera en algún momento poder conducir ese Gaz 69 desde Arizona hasta Panamá, visitando todos los cafetales en el camino y de allí, tomar un ferry a Colombia para terminar la travesía, aunque asegura “puede pasar mucho tiempo para poder coordinar muy bien todo eso, tanto como el que tomó que sus fotografías estuviesen exhibidas en Panamá.