Lo bueno, lo malo y lo feo de la profesión

PANAMÁ. Estudiaron y se prepararon para conocer y perfeccionar sus técnicas en cuanto al cuidado del cabello y el arte del maquillaje, p...

PANAMÁ. Estudiaron y se prepararon para conocer y perfeccionar sus técnicas en cuanto al cuidado del cabello y el arte del maquillaje, pero nunca les advirtieron, ni les ofrecieron un curso para tratar a los clientes ‘exigentes’.

Hicimos un recorrido por dos salones de belleza de la capital y nos enteramos de ‘esas cositas’ que sacan de casillas a los estilistas.

ANÉCDOTAS

Según Ricardo Flores, su mala experiencia la tuvo muy joven, cuando trabajaba de colaborador en un salón de belleza del área de Paitilla.

‘A las señoras les gusta usar mucho el tizado, son estas señoras que tienen cuatro pelitos y ellas quieren salir como la Montaña Fiji y yo no era muy experto en eso. Hice lo posible y al final la señora formó una gritadera en el salón, después vino otro compañero a ayudarme, también le gritó. Al final, vino el dueño del salón y la señora con gritos le dijo que éramos unos ineptos. Mi jefe le mojó el cabello y le dijo: ‘se me va, allí está la puerta’. Recuerda que tiempo después ‘nos reunimos varios colegas y nos dimos cuenta de que ella hacía eso en todos lados para salir peinada sin pagar’, finalizó entre risas.

NO SE HACE MAGIA

Hacer un trabajo con todas las ganas y que al terminar la cliente diga: ‘ay, no me gusta’ desmotiva a los amos de las tijeras y el color.

Daniel Villalobos expresó que algo que lo decepciona es terminar un trabajo que no llene las expectativas de la clienta. ‘Eso pasa a veces porque las condiciones del pelo no se lo permiten o porque a veces se ponen demasiado exigentes en cuanto a un servicio en especial’, afirmó.

El estilista prosigue: ‘te sacan una revista y te dicen ‘quiero peinarme o maquillarme exactamente igual a ella’, entonces uno ve la revista, donde sale una modelo o una artista, y uno ve a la clienta y uno dice ‘tampoco varita mágica’, y en ese momento uno se siente impotente, porque sabes que no quedará igual’.

Y, a parte de las revistas, las clientas llegan a los salones con una idea ‘única’ en sus mentes, saben lo que quieren, cómo lo quieren y esperan quedar como el holograma que tienen en sus mentes.

‘Son muchas las ocasiones que llegan, se sientan y te dicen ‘quiero esto, esto y también esto, ah y no vayas a olvidar esto’. Ellas creen que se han explicado bien, en ocasiones sí, pero en otras uno entiende algo muy diferente a lo que ellas están tratando de decir y al final resulta que no era lo que ellas querían’.

Por otro lado, ‘hay clientas que en ocasiones ni ellas saben lo que quieren en realidad, hay otras que por lo general creen que ellas son las peluqueras’, explicó Quintero, quien tiene 17 años en esta profesión.

Con él, concuerda Ricardo Flores, quien contó que hay algunos casos en que la clienta no está del todo convencida de lo que quiere.

‘Dicen querer algo pero no están convencidas; tú lo haces, después se arrepienten y te dicen: ‘déjame adaptarme, uno se siente como mal’, dice el estilista con 25 años de trayectoria.

ESOS MALOS RATOS...

Con tantos años de experiencia, los estilistas han tenido que pasar por una serie de situaciones en las que han tenido que lidiar con clientas poco profesionales y muy groseras.

‘Todos los seres humanos nos equivocamos. Uno también tiene derecho a errar en algún aspecto y uno puede volver a repetir el procedimiento para mejorarlo. Hay veces que el cliente te hace un tipo de grosería fea y lo que uno hace para no perder la razón es pasarlo a otro compañero’, cuenta Villalobos.

Cuando le preguntamos sobre sus reacciones, Villalobos dijo: ‘yo por lo general pongo rostro, para que noten que ya no tengo paciencia. A mí no me ha pasado, pero hay peluqueros que le dicen a la persona parece de mi silla, si quiere no pague y chao’.

Pero la mala experiencia que más recuerda Villalobos fue cuando una clienta de años le pidió que hiciera algo y él por seguirle la corriente lo hizo.

‘El problema fue que ella quería hacerse un corte y yo le dije que no, porque no le iba a quedar bien, ella me dijo ‘házlo’, yo accedí y al día siguiente vino a reclamarme y a decirme que por qué le había hecho caso a ella, fue una discusión fuerte y yo le respondí: ‘ese fue el problema, que te hice caso’.

HACER DE PSICÓLOGOS

Pero no todo es peleas y descontentos, los peluqueros se conocen la vida de la clientela de arriba para abajo y viceversa.

‘Lo más divertido son los cuentos que las clientas nos traen, uno se entera de todo lo que está pasando en la vida de todo el mundo, eso es lo más divertido. Esas historias parecen de telenovelas’, aseguró sonriente Villalobos.

Quintero concuerda con el cuando comenta ‘uno se entera de todo’.

‘Te cuentan las cosas que le han pasado y eso es muy divertido, porque de repente uno hace el comentario con otra clienta, obviamente sin decir el nombre, y en muchas ocasiones hacemos una gracia con la desgracia de otro’, comentó entre risas el peluquero.

Pero los peluqueros no solo deben saber cortar bien el cabello, o hacer un buen blower, los estilistas deben convertirse en especialistas de todas las ramas.

‘Nos cuentan los problemas con los maridos, allí optamos por darle la terapia sexual en donde en ocasiones debemos decirles cómo poner felices a sus esposos. Por otro lado los cuentos con sus hijos, con las compañeras de trabajo. A parte de peluqueros somos psicólogos, sexólogos, somos amigos, de todo un poco’, cuenta Villalobos.

Nosotros, explica el peluquero, debemos absorber las energías negativas para convertirlas en positivas y así la clienta pueda irse tranquila.

‘Aquí no importa si yo tengo plata, si comí, si no comí, eso es lo de menos, lo importante es que el cliente se vaya satisfecho’, finaliza el peluquero que atiende a 8 personas diariamente.

En este sentido concuerda Flores quien asegura que el peluquero debe convertirse en el psicólogo del cliente.

‘En muchas ocasiones te llegan con estas historias y tú las escuchas, pero eso no está mal, está bien porque eso es parte de la profesión, pero lo malo es que todo el estrés te lo deja a ti, ella se va liviana’.

Flores, quien tiene 25 años en el negocio, asegura que la estrategia para poder llevar la fiesta en paz es ‘ser dócil y muy educado, no ponerse de tú a tú con los clientes, la tolerancia es muy importante para no perder la razón’, concluyó.

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