Futuro del Canal de Panamá. Reflexión en tres tiempos

Actualizado
  • 28/01/2024 00:00
Creado
  • 27/01/2024 09:49
La construcción de un canal seco en toda regla, terrestre, tecnológicamente sostenible, sería mucho más barato y rentable que cualquiera otro del mismo tenor que se construyera por otro país de la región. El uso del agua dulce para la navegación interoceánica ya es obsoleto y ridículo, hasta criminal, ¡hasta cuándo!
¡Agua, agua, agua!

Por otro lado, desde hace varios años he venido planteando la necesidad urgente de convertir a Panamá, de frontera a frontera, de Punta Burica a Cabo Tiburón, en cuenca hidrográfica. Eso significa garantizar, por encima de todas las cosas, las fuentes hídricas en cada pulgada del territorio nacional.

Hablamos de cosecha de agua, descontaminación, canalización, embalses, reforestación, tratamiento adecuado de las corrientes subterráneas y de pensar en canal transístmico, pero en seco. No estoy inventando nada nuevo. Se trata de lógica pendeja.

Ya las autoridades administrativas de esa vía interoceánica prevén la necesidad de buscar nuevas fuentes hídricas para mantenerla operativa y competitiva con el loable fin de estar en capacidad de enfrentar las competentes ofertas de otros países de la región, países cuyos gobernantes no son mancos.

Eso nos pasará si, como lo hemos hecho una y otra vez, desde siempre, seguimos empeñados en mantener nuestro modo de vivir que nació capado, unidimensional, transitista clientelar, coimero, egoísta oportunista, depredador, traga agua, estructural, ineficiente, corto de vista, sordo crónico en cuyo seno se articula la economía panameña, es decir, un sistema que, por ser sistema: duro de matar.

Todavía los hegémonos panameños se niegan a aceptar que lo que debe cambiar es el sistema psicosociocultural transitista por ser cada vez lo más parecido a haraquiri por ignorancia y kamikaze por vocación.

El futuro está en la agroindustria, en la soberanía alimentaria, en la neutralidad, en la inclusión, en mirar el país desde fuera para dentro y desde dentro para fuera, de insertarse en el mangoneo geopolítico con la gracia de un torero ( como lo hemos hecho en otras ocasiones) sin caer en la trampa del “crecimiento económico” sin la multiplicación de los panes, cuando lo que se tiene que hacer es crear riqueza y repartirla mejor, incrementar la tributación empresarial al Estado para que retornen como ganancia decente. ¿Quieren jugar vivo? Sí, jueguen vivo, pero jugar vivo no es saquear al Estado sino fortalecerlo.

La cuestión ahora es que, si no encontramos suficiente agua dulce para transportar barcos de un océano a otro, si no la conservamos y procesamos ni siquiera para beberla, o para saciar la sed de las vacas, o para cocinar arroz, lo que ya está ocurriendo, no solo nos llevará Candanga sino el tongo del paraguas que ya anda por ahí como Pedro por su casa.

¡Tontos! ¡Tantos de capirote! La construcción de un canal seco en toda regla, terrestre, tecnológicamente sostenible, sería mucho más barato y rentable que cualquiera otro del mismo tenor que se construyera por otro país de la región. El uso del agua dulce para la navegación interoceánica ya es obsoleto y ridículo, hasta criminal, ¡hasta cuándo!

El corredor de Tehuantepec, en México, que une el océano Atlántico con el océano Pacífico, tiene 300 kilómetros de largo, ¡una barbaridad si se toma en cuenta, además, la topografía que lo soporta! Y lo hicieron. Por algo será. Colombia y otros países andan en lo mismo. Por algo será.

Un corredor o canal seco, trazado sobre terrenos planos, menos escabrosos, de muy poca altura, combinando ferrocarril, carreteras, canal de exclusas y aeropuertos, mejor conectado geográficamente con el resto del mundo, de solo 80 kilómetros de largo, construido en Panamá, ¿acaso no sería una oferta insuperable.

¿No sería mejor que el agua dulce se conservara y procesara para garantizar el consumo de la población?

La opción del canal seco

Por muy “priti” y rentable que sea, hoy, ahora, el destino del Canal Panamá es convertirse en una pieza de museo como lo son el acueducto de Roma o las líneas de Nazca. ¿Cuándo? No hay oráculo que pueda decírnoslo. Pero lo que sí se sabe con absoluta certeza es que, dentro de muy poco, no habrá en el mundo agua pa’ tanta gente. Es simple y llanamente la crónica de una sequía anunciada.

La agresiva y sistemática destrucción del medio ambiente por la mano del hombre: calentamiento global destrucción de la capa de ozono, desertización, deshielo polar, epidemias, extinción animales y plantas, caída de la producción de alimentos, guerras territoriales, etc. A mí no cabe la menor duda de que llegará el día en que debamos escoger entre surtir de agua al canal o procesarla para consumo humano. Es el nuevo destino manifiesto.

El canal seco” es una opción inteligente y viable a futuro, no nos llamemos a engaños, no durmamos de ese lado de la cama, no nos tiremos a dormir siestas de dos horas en una hamaca, miremos con telescopios, la tecnología actual está en condiciones de crear vías Interoceánicas y sistemas operativos mucho más eficientes y eficaces que halar barcos con cadenas y mulas de metal.

Tampoco hay que tener mucha imaginación como para saber que los armeros construirán barcos de carga del tamaño de un portaviones y a nadie se le ocurriría tratar de meter un edificio de diez pisos en un zapato. Además, la inclusión al mercado global de países hoy en vías de desarrollo, en calidad de nuevos protagonistas, como consecuencia de la insurgencia del nuevo orden mundial, requerirá tantas vías para el intercambio de mercadería que jamás sobrarán, al contrario, a tal punto será la demanda que los usuarios tendrán que pelearse los cupos.

En fin, lo que debemos tener muy claro es que nuestras fuentes hídricas podrían colapsar antes de que los gallos de la previsión y la prevención canten tres veces. Entonces sí nos llevaría quien nos trajo.

Recuerdos del agua

En los años 70s del vigésimo siglo (Siglo XX) se planificó el “Proyecto de Desarrollo Integral del Bayano” que contemplaba, además, proyectos tan o más importantes que la construcción de la represa. Ascanio Villalaz, luchador social de la izquierda, estuvo al frente de este sueño.

Uno de esos proyectos era crear el emporio agroindustrial más grande de Centroamérica en dirección Este, rumbo a Darién, dos de cuyos objetivos eran construir enormes reservorios de agua permanentes al lado izquierdo de la carretera con el fin cultivar las tierras del lado derecho, de manera que hubiese dos o tres cosechas de productos agrícolas al año, lloviere o no lloviese.

Otro de los objetivos era tener capacidad de exportar y de garantizar el suministro de alimentos a la población local, planificar a mediano plazo la ciudad industrial y garantizar el suministro de alimentos en caso de que al ejército de ocupación extranjero se le ocurriera bloquear el puente de las Américas, dado y los gobernantes de entonces no descartaban que hubiese enfrentamientos armados. El proyecto murió en su adolescencia al cambiar el modelo de desarrollo económico torrijista y adoptar el neoliberal, con la clásica vaselina, a partir de la década de los 80s del Vigésimo Siglo.

Los gobiernos de entonces, al adoptar el neoliberalismo como modelo de subdesarrollo, desmantelaron los asentamientos campesinos, subastaron las empresas estatales, retornaron la tierra a sus antiguos dueños sin que, a cambio, devolvieran lo que se les pagó por ella. El país de un día para otro dio el gran salto atrás... y aquí estamos, como en 1960, entrampados, a punto de quedarnos sin agua y de condenar al hambre a cientos de miles de panameños.

El autor es ensayista, poeta, cineasta, cuentista premiado y miembro de número de la Academia Panameña de la Lengua.

Pensamiento Social (PESOC) está conformado por un grupo de profesionales de las Ciencias Sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.
Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.
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