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Lázaro Pérez: ‘La lengua cambia primero en la calle y después llega al diccionario’

- 03/07/2025 08:47
Conocido en redes sociales como “El friki de los libros”, Lázaro Pérez nació en Placetas, un pequeño pueblo en el corazón de Cuba. Allí estudió Filología en la Universidad Central, uno de los centros académicos más grandes del país. Su formación como especialista en lingüística y literatura lo convirtió en un apasionado explorador de la lengua, el arte y sus múltiples manifestaciones, una vocación que hoy sigue alimentando desde la escritura, la docencia y la divulgación cultural.
Este año, Lázaro llega a la Feria del Libro con una agenda intensa: presentará a las escritoras Sofía Segovia y Eva Muñoz, dictará un taller gratuito de comunicación asertiva y firmará los últimos ejemplares de su primer libro, ya casi agotado. Además, su nuevo proyecto literario avanza firme: una novela sobre los campos de concentración que existieron en Cuba para homosexuales y religiosos, un episodio silenciado de la historia latinoamericana.
Primero quería estudiar Periodismo. Pero hay dos cosas: en Cuba la carrera de Periodismo tiene una prueba de aptitud superexigente que debes superar para poder solicitarla, y segundo, es una carrera muy politizada. Tiene un perfil político muy definido, debes pertenecer a las organizaciones políticas y demás.
Cuando hice la prueba de aptitud para Periodismo, la aprobé; es decir, me dieron la oportunidad de tomar la carrera. Pero, a la hora de elegir, no escogí Periodismo porque sentía, primero, que no iba a estudiar tanto lo que realmente me gustaba y, segundo, porque iba a estar atado políticamente a una forma de hablar y de pensar, y no me sentía listo para eso.
Todo empezó con un libro que leí cuando tenía unos 16 o 17 años. No empecé a leer tan temprano. Fue un libro que se llamaba El cuervo dijo nunca más, de un autor italiano llamado Carlo Frabetti. Ese libro me enamoró tanto que, a partir de ahí, descubrí que me gustaba leer y empecé con otro, y otro, y otro...
Es el fruto entre mi carrera y la pasión que tengo por una persona: José Martí, el héroe nacional de Cuba. Todo empezó con mi tesis de licenciatura, que fue sobre el erotismo y sus manifestaciones en la literatura. Después de eso, quise investigar mucho más sobre la vida de José Martí, porque su vida es apasionante.
Vivió solo 42 años, pero hizo de todo. Estuvo en muchos países y participó en momentos clave de la historia de la humanidad. Cuando me puse a investigar, encontré tantas cosas que se han tratado de ocultar, detalles que no estaban en ninguna parte, documentos inéditos... y reuní tanta información que no sabía qué hacer con ella. Al final hice una especie de ensayo biográfico, recopilando todo lo que fui descubriendo sobre su vida. Así, sin mucha expectativa, lo envié al Premio Nacional de Literatura en Cuba —que es como el Premio Miró en Panamá— y resultó ganador.
Sí, exacto. Tienen que leerlo. Está disponible en El Hombre de la Mancha y en Amazon.
Fue intensa.
Esto también viene de mi pasión por enseñar, porque a mí siempre, siempre me ha gustado enseñar. Una de las razones por las que elegí mi carrera fue porque me gusta aprender por aprender, y enseñar lo que aprendo. Cuando me gradué de la universidad, me quedé dando clases en Cuba de Latín y de Literatura Española, pero fue solo por un año y medio, hasta que me vine a vivir a Panamá.
Cuando llegué acá, empecé a trabajar en el mundo de la publicidad y el marketing, y ahí sigo todavía. Mi pasión por enseñar quedó un poco olvidada. La educación en Panamá paga muy poco y es complejo involucrarse. Es un proceso difícil y, como extranjero, uno también tiene que entender cuál es su lugar en determinado momento. Tengo a mi disposición el aula más grande del mundo: las redes.
Definitivamente, me encantaría tomarme un café con gente que ya no está. Con un Dostoievski, con un García Márquez... me encantaría. A lo mejor con Dostoievski sería una conversación deprimente, pero con García Márquez sería más divertida. Y de las personas vivas, hay muchos, muchísimos. Pero yo creo que eso va a llegar.
Hay muchos escritores que siento que están, de cierta forma, subvalorados. Hoy hay mucho enfoque en la literatura más comercial: romance, fantasía, distopía... y otros autores quedan relegados. Hay quienes escriben novela histórica u otros géneros, y a veces ni siquiera llegan a ser publicados o tomados en cuenta porque no encajan en las temáticas de moda en el mercado. Juan David Morgan, por ponerte un ejemplo panameño, siento que es uno de esos escritores que merece más relevancia a nivel internacional, porque el trabajo que hace es muy interesante y muy importante.
Está casi 50/50. A la gente le gusta mucho el contenido relacionado con las palabras: ofensas antiguas, palabras nuevas, curiosidades... eso funciona muy bien. El contenido de literatura también gusta mucho. La gente empatiza con él.
Es complicado porque tengo muchas, muchas. Me gusta mucho la palabra catarsis. Me encanta por todo lo que significa, por esa liberación interior que implica. Hay palabras muy bonitas en español, como desidia, que también me gusta mucho: ese sentimiento de desgano, de cierta repulsión.
Ahora mismo no me viene ninguna a la mente.
Yo creería que no. Al final, como todo, las redes sociales son un medio, no un fin en sí mismas. Son una herramienta para comunicar algo. Todo depende de la persona que esté detrás de ese medio.
No sé si por suerte o por desgracia, las redes sociales son muy democráticas. Entonces, todo el mundo tiene voz y el poder de hablar y convocar. Eso, a veces, llena de ruido el panorama porque no todos son buenos comunicadores. Sin embargo, que haya tanta gente en redes también permite que exista un criterio: tú puedes decir ‘este es bueno, este no’ y así, poco a poco, la gente forma su propio filtro; el algoritmo ayuda en eso también.
Hay muchos, muchísimos. Uno de los más comunes es no poner los signos de interrogación o exclamación al inicio de la frase. Lo veo muchísimo en publicidad, en redes, en todas partes. Otro error muy común es el de la acentuación con las mayúsculas. Muchas personas creen que las mayúsculas no se acentúan, y no sé de dónde salió eso, porque esa regla nunca ha existido. También están los errores con las comas: cómo las colocan o las olvidan. Y algo que escucho mucho en el habla de Panamá es el famoso hubieron, el habían, el habemos. Esos son errores muy frecuentes.
Esta es la mejor pregunta que me han hecho en mucho tiempo. Gracias por hacerla. Como lingüista, mi labor no es juzgar el idioma ni tener una postura prescriptiva de que esto es así y solo así. Mi función es observar si algo se usa o no se usa. En lingüística no decimos es correcto o incorrecto, decimos se usa o no se usa. Bajo ese criterio, todo lo que se usa es correcto.
La lengua tiene dos dimensiones: la diacronía, que es su evolución a través del tiempo, y la sincronía, que es cómo funciona en este momento. Ahora mismo, la lengua tiene un conjunto de reglas generalizadas, pero esas reglas cambian. Si no cambiaran, seguiríamos hablando latín.
No estamos hablando latín porque alguien habló tan mal latín que dejó de ser latín, y así surgieron las lenguas romances. El español del siglo XVI no tenía nada que ver con el del XVII ni con el del XVIII. Recuerdo que cuando estudiaba Historia de la Lengua que revisábamos documentos del siglo XVIII —ni tan lejos— y era un español casi ininteligible. Prácticamente era otro idioma. Y han pasado apenas dos siglos.
De hecho, la Academia siempre va detrás de la lengua. Observa cómo se usa y luego lo recoge. Por ejemplo, tienen el Corpes, que es un corpus gigantesco donde recopilan todo lo que se escribe en español: artículos, revistas, periódicos... Ahí seguramente está La Estrella de Panamá. Todo lo que se publica queda ahí. Y si una palabra aparece frecuentemente, aunque no esté en el diccionario, la Academia analiza si debe incorporarla. Así evoluciona la lengua: primero cambia en la calle, después llega al diccionario.
Una palabra que suelo mencionar de vez en cuando: petimetre. Petimetre es una palabra para describir a una persona engreída, muy preocupada por su apariencia, casi narcisista.