Su nombre es Riddick, Richard Riddick

PANAMÁ. Es casi un milagro que Hollywood estrene una nueva película de Riddick, de este exconvicto que se las sabe todas y pelea como na...

PANAMÁ. Es casi un milagro que Hollywood estrene una nueva película de Riddick, de este exconvicto que se las sabe todas y pelea como nadie pero que nunca pudo entrar a la élite de los héroes del cine. Es casi un milagro porque después de dos primeras películas sin demasiado éxito ni recaudación, nadie espera que llegue una tercera.

Pero llegó. Y eso se lo debemos a su director, David Twohy, quien prácticamente dedicó su carrera a esta saga, y a su protagonista, Vin Diesel, también conocido por su papel de Dominic Toretto en la exitosa e interminable saga Rápido y Furioso, de la cual ya se está preparando la séptima entrega.

Ellos fueron los encargados de hacer que Las crónicas de Riddick, esta saga de ciencia ficción que con los años convirtieron en un proyecto personal más que comercial, siguiera adelante.

Esta vez, con un poco más de tacto, decidieron alejarse lo más posible de la superproducción poco exitosa de La batalla de Riddick (2004) y volver a la esencia de Pitch Black (2000), su primera entrega, una película que con muy bajo presupuesto y mínimos recursos logró convertirse en un filme de culto y generar cierto fanatismo.

Es en este punto donde la nueva de Riddick —titulada simplemente Riddick— gana. Ya no hay más batallas épicas alrededor de los planetas ni ejércitos numerosos, ni efectos especiales súper tecnológicos y caros que no tienen nada que ver con el personaje. Después de más de diez años, vuelve el viejo Riddick; y aunque es cierto que por momentos se nota su acortado presupuesto de 40 millones —tres veces menos que el de su predecesora—, uno festeja la vuelta a los clichés y la violencia clase B.

Porque no es sólo una cuestión de presupuesto. Riddick es una vuelta completa a sus comienzos de Pitch Black. Desde su argumento, muy similar de principio a fin, a la utilización de pocos personajes y de un solo espacio. Incluso algunas frases y escenas se repiten con muy poca diferencia, como cuando Riddick les dice a sus enemigos que no es a él a quien deben temerle, sino a las extrañas bestias que los rodean, o cuando los espera tranquilamente sobre la nave mientras ellos, dentro de ella, ni se imaginan que el exconvicto los está espiando.

Esta nueva Riddick cuenta, además, con una larga introducción que es sin duda uno de los mejores momentos de la saga. La primera media hora es una secuencia de escenas casi sin diálogo y con muy buena fotografía en las cuales se muestran las técnicas de supervivencia del protagonista en el planeta desértico al que fue destinado. No hay más personajes que Riddick, los monstruos y su nueva mascota. Pero esos pocos recursos funcionan a la perfección.

Cuando Riddick activa un llamado de emergencia para salir del planeta en el que está atrapado, se suman el resto de los personajes —entre los que se destacan el español Jordi Mollà (Santana) y la rubia Katee Sackhoff (Dahl)— y el muy buen clima logrado desde el principio se diluye para dar lugar a una narración más tradicional.

Desde ese momento, la película cumple con lo necesario para entretener. Entre el western interplanetario y la ciencia ficción, con escenarios y efectos especiales de película clase B, y con un relato simple y sustentado casi sin excepción en el carisma de Diesel —no es casual que tenga 50 millones de seguidores en su Facebook—, Riddick consigue salir adelante.

Tanto Diesel como Towhy son conscientes de que su objetivo es entretener, y ni un final previsible o unos veinte minutos de cinta de más les impide lograrlo.

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