Darwin y la Biblia

PANAMA. ¿“Realmente” Dios hizo el mundo en siete días?, ¿“De verdad” Dios creó el primer hombre con un poco de barro?, ¿“Es cierto” que ...

PANAMA. ¿“Realmente” Dios hizo el mundo en siete días?, ¿“De verdad” Dios creó el primer hombre con un poco de barro?, ¿“Es cierto” que Dios sacó la primera mujer de una costilla de Adán?, ¿Cómo se compaginan estas “verdades” con una teoría científica como la de la evolución?

El bicentenario del nacimiento de Charles Darwin y el 150º aniversario de la publicación de El origen de las especies despiertan, una vez más, interrogantes que se enmarcan en los debates entre la ciencia y la fe, particularmente en relación con el origen del universo y de la vida.

Posiblemente este enfrentamiento entre las “verdades” de la ciencia y las “verdades” religiosas explicaría la reacción inicial a la teoría de la evolución que proponía Darwin porque, según la tradición religiosa judeocristiana contenida en la Biblia, Dios creó el mundo y la vida. Y creó la primera pareja. Por eso resultaba imposible aceptar que los humanos descendieran de los monos.

Obviamente, si se lee la Biblia al pie de la letra, como se toman los datos de las ciencias naturales o las ciencias sociales, las “verdades” religiosas no son verificables con los mismos criterios de estas ciencias.

Su verdad tiene que ver con el sentido, pues responden, desde un horizonte religioso y en el lenguaje religioso —que es simbólico— a preguntas de los hombres y las mujeres de todos los tiempos como ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué sentido tiene lo que hacemos? ¿Por qué existe el mal en el mundo?

Pero hace 150 años los relatos de creación del libro del Génesis eran tomados al pie de la letra y como verdad científica en el catolicismo. Y así, también, se siguen interpretando hoy en algunos grupos protestantes fundamentalistas.

El rechazo del catolicismo a la teoría de Darwin resulta explicable por las circunstancias que estaba viviendo la Iglesia de Roma, al ver amenazada la autoridad —que durante siglos había ejercido en el mundo occidental— por nuevas corrientes de pensamiento y por los avances científicos que cuestionaban dicha autoridad. Además, estaba a punto de perder los territorios que la habían convertido en un Estado y afianzado su poder en la Europa cristiana medieval.

Vista igualmente desde la distancia, semejante reacción a la teoría de Darwin bien podría calificarse como un nuevo caso Galileo: la ciencia se confundió con la fe a partir de una interpretación literal de la Biblia.

Las dos teorías de carácter religioso que actualmente se oponen al darwinismo son el creacionismo y el diseño inteligente. Al tomar al pie de la letra todo lo que dice la Biblia, el creacionismo interpreta los siete días de la creación como días de 24 horas y la creación de Adán y Eva como un hecho histórico.

Una versión moderna del creacionismo es el diseño inteligente que propuso, a finales del siglo XX, el biólogo Michael Behe en su libro Darwin's Black Box: The Biochemical Challenge to Evolution y cuya tesis central es que la “irreducible complejidad” molecular de los sistemas biológicos no se puede explicar mediante procesos de selección natural, como sostiene la teoría de Darwin, sino en virtud de una intervención divina.

En el otro extremo del abanico de reacciones de tinte religioso al darwinismo se ubica el libro de Richard Dawkins, The God Delusion, traducido al español como El espejismo de Dios. Aceptar la evolución, para este autor, implica asumir una posición atea, pues al afirmar que el cristianismo ha quedado absolutamente refutado por la ciencia, el darwinismo resulta, para Dawkins, irreconciliable con el cristianismo, y concluye que Dios no existe.

Pero también caben en el marco del cristianismo, interpretaciones en las que el darwinismo es conciliable con la fe, o planteamientos que no se contraponen a la propuesta de Darwin porque establecen una línea divisoria entre ciencia y religión, al mismo tiempo que reconocen la mutua necesidad que hay entre las dos, siguiendo la línea de la conocida frase de Einstein: “La ciencia sin religión es coja, la religión sin ciencia es ciega”.

No hay rechazo a la teoría de la evolución en los planteamientos recientes de la enseñanza oficial de la Iglesia católica: la encíclica Humani Generis de Pío XII admitió, en 1950, la evolución como una hipótesis digna de investigación; el discurso de Juan Pablo II a la Academia Pontificia de las Ciencias, en 1966, reconoció que “la teoría de la evolución es más que una hipótesis”; y el discurso de Benedicto XVI a la Academia Pontificia de Ciencias, en octubre de 2008, aceptó la evolución sin que esto implique negar a Dios.

Tampoco hay actualmente enfrentamiento con el darwinismo en la teología católica: evolución y creación no se oponen para la teología actual y los teólogos católicos no tienen dificultad para conciliar el darwinismo con la fe.

Los estudios de la Biblia en los últimos 100 años permiten interpretar los relatos de la creación desde el horizonte de comprensión correspondiente a las preguntas que apuntan al sentido de la vida y del cosmos, en su relación a un ser superior y que se han hecho todas las generaciones y en todas las latitudes: ¿de dónde venimos y para dónde vamos? Tales respuestas son distintas a las explicaciones de la ciencia al origen del universo y la vida, explicaciones que son objetivas y verificables, lo cual no es el propósito de respuestas religiosas como son las de la Biblia, cuyos relatos de creación narran, simbólica y poéticamente, el origen del mundo y la humanidad.

Por eso la teología católica no toma al pie de la letra el lenguaje religioso, sino que descubre su riqueza simbólica la cual permitió a los israelitas, y otros pueblos, proclamar la acción divina desde el inicio de los tiempos.

NUEVAS TEORÍAS

Una teoría que armoniza la ciencia y la fe, es la de Francis Collins, médico genetista y Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica 2005, quien como director del Instituto Nacional para la Investigación del Genoma Humano, coordinó la elaboración del mapa genético humano que contiene el código de la herencia. En su libro ¿Cómo habla Dios? La evidencia científica de la fe, Collins expresa su fe en Dios y se declara partidario de una evolución teísta que denomina BioLogos.

Según la teoría que propone Stephen Jay Gould, denominada NOMA (en inglés Non Overlapping Magisteria), no hay conflicto posible entre ciencia y religión pues pertenecen a distintos ámbitos: la ciencia se ocupa de explicar el mundo, la religión se ocupa de la moral.

Un tercer planteamiento es el del filósofo Michael Ruse en su libro ¿Puede un darwinista ser cristiano? La relación entre ciencia y religión. Su idea fundamental es que Dios habría diseñado un mundo capaz de producir evolutivamente sus propios contenidos. Y otra opinión de un científico católico y creyente es la de Juan Ramón Lacadena, genetista español, especialista en genoma, quien logra armonizar los dos campos, el de la ciencia y el de la creencia al decir: “La controversia ciencia-creencia en lo biológico se centra en el aspecto evolutivo. Antes de Darwin, todo en la naturaleza era atribuido al Creador como causa inmediata. Al decir que la evolución es un proceso natural no se pretende negar la existencia de Dios”. La autora es teóloga católica, directora de la Maestría en Estudios del Hecho Religioso de la Universidad de San Buenaventura Bogotá.

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