El Festival de Debutantes se realizó el 5 de julio en el Club Unión de Panamá. Es organizado por las Damas Guadalupanas y se realiza cada año para recaudar...
- 03/07/2011 02:00
PANAMÁ. Es noviembre 22 de 1983. Un pequeño grupo de reporteros espera el despertar de un nuevo día para ubicar las cámaras de fotografías que serían activadas por el ensordecedor sonido que se produce al despegue de un transbordador espacial.
En sólo 24 horas despegará la misión número nueve de los transbordadores y la primera para el vehículo espacial Atlantis desde la plataforma de lanzamiento PAD 39A. Los preparativos para este evento son intensos.
El eco de los grillos en la maleza disminuye gradualmente con la salida del Sol. En la distancia se puede escuchar el ronquido de los jabalíes que rondan los campos colindantes a la estación del Cabo Cañaveral, en la Florida. Los animales buscan los cables subterráneos de los transbordadores para saciar su apetito. Pero John Tanner, un cazador de jabalíes que tenía un contrato muy particular con la NASA, lo evitará. Tanner es responsable de remover los cerdos salvajes de los 1,325 acres del Cabo Cañaveral. Y es que estos poseen un sentido y apetito único para localizar los cables que conectan la plataforma y la base de control a unos 8 kilómetros de distancia. Sólo unos minutos tardó en encontrar el primero de los indeseables gracias a la ayuda de sus perros rastreros que conocen muy bien el peculiar olor de los cerdos.
Bruser, el más viejo de los dos, no ha perdido su determinación de perseguir a los saínos a pesar que guarda una cicatriz en su pecho que, de acuerdo con Tanner, fue producida por una hembra en defensa de su cría. Ese día se logró atrapar a dos jabalíes saciando su apetito con los cables. Ambos fueron enjaulados y reubicados en otras regiones de la Florida.
Otra de las experiencias que coincide con los lanzamientos de los transbordadores son los entrenamientos para emergencias y rescate de los astronautas. Es algo único que ocurre con rutina y sin mucha publicidad, entre los preparativos de despegue.
Las cámaras remotas utilizadas para fotografiar la misión se encuentran en un pantano. Están enfocadas en el transbordador a unos tres kilómetros. El sonido del transbordador activa la cámara a través de un micrófono instalado en el motor de esta. Este circuito hace contacto con el control de la cámara haciendo que los 36 cuadros del rollo se disparen en unos 30 segundos, suficiente tiempo para tomar la secuencia del despegue.
Para poder recobrar las cámaras y sus preciadas y únicas imágenes, nos hacen esperar cuatro horas hasta que todos los gases tóxicos de los cohetes se hayan diseminado, tiempo suficiente para que el Atlantis ya este en una órbita de 155 millas sobre la tierra.
La incertidumbre abruma mientras esperas recobrar los equipos y las películas que ya tienen más de 24 horas en los pantanos. Surge la pregunta: ¿se habrá activado la cámara, como en otras ocasiones, con un trueno en la noche o con el sonido grillos? El resultado se conocería esa noche, cuando los rollos lleguen al diario en St. Petersburg. Una llamada de teléfono revelaría el resultado de las fotografías ‘misión cumplida.... foto en primera página del diario St. Petersburg Times, más una página de fotos interior’.
Esta rutina se ha repetido desde el comienzo del programa en abril 12 del 1981 cuando el Columbia despegó del pad 39A. Y no será diferente cuando la última misión lleve de nuevo el Atlantis y su carga al laboratorio de logística El Raffaello y a su destino final: la Estación Espacial Internacional.