Tratados Torrijos-Carter: el ‘canal giveaway’ que cambió la política estadounidense



- 07/09/2025 00:00
El 7 de septiembre de 1977, el presidente de Panamá, Omar Torrijos, y su homólogo estadounidense, Jimmy Carter, firmaron en Washington los tratados que sellaban el futuro del Canal de Panamá.
Conocidos como Tratado del Canal de Panamá y Tratado de Neutralidad, estos documentos establecen la transferencia progresiva del canal a manos panameñas y garantiza su neutralidad permanente.
En Panamá, la firma fue celebrada como una “segunda independencia”. Pero en Estados Unidos, en cambio, el proceso se convirtió en una de las decisiones más polémicas de la administración Carter y en un punto de inflexión para la política doméstica del país.
Aunque la visión internacional destacaba un gesto de justicia histórica hacia Panamá, dentro de Estados Unidos los tratados se interpretaron como una concesión inaceptable.
La frase más repetida por los opositores fue: “We built it, we paid for it, it’s ours” (“Lo construimos, lo pagamos, es nuestro”), un resumen del sentimiento nacionalista que predominaba en amplios sectores de la sociedad estadounidense.
Esta percepción marcó profundamente el debate y convirtió la ratificación de los tratados en el Senado en una batalla política que dejó cicatrices duraderas.
Jimmy Carter asumió la presidencia en enero de 1977 con la promesa de un gobierno guiado por la ética, los derechos humanos y la diplomacia honesta.
Según el artículo ‘The Panama Canal: The Ratification of the Carter-Torrijos Treaties’ del Parque Histórico de Jimmy Carter, para él, resolver la cuestión del canal era parte de esa visión: se trataba de rectificar una relación desigual heredada de la época imperialista de principios del siglo XX.
Carter estaba convencido de que devolver el canal a Panamá fortalecía la posición moral de Estados Unidos en América Latina y prevenía un conflicto futuro.
Sin embargo, sabía que en el frente interno enfrentaría una tormenta. Las encuestas de la época mostraban que más del 60 % de los estadounidenses se oponían a entregar el canal, de acuerdo a documentos de la Oficina de Historia del Departamento de Estado de EE.UU..
El canal no solo era un activo estratégico y económico, sino también un símbolo de orgullo nacional. En ese contexto, Carter decidió gastar buena parte de su capital político en lograr la aprobación de los tratados.
El presidente desplegó una campaña sin precedentes: sostuvo más de sesenta reuniones privadas con senadores, envió materiales educativos a medios de comunicación y promovió programas televisivos para explicar por qué la negociación era necesaria.
La Casa Blanca incluso invitó a periodistas y líderes de opinión a visitar Panamá para que conocieran de primera mano la situación.
La Constitución de Estados Unidos exigía que los tratados internacionales fueran ratificados por dos tercios del Senado, es decir, 67 votos de un total de 100.
El reto era mayúsculo, pues los republicanos en su mayoría se oponían y varios demócratas del sur también dudaban en respaldar un acuerdo impopular en sus distritos.
Tras intensos meses de cabildeo, el 16 de marzo de 1978 el Senado votó el primero de los tratados, relativo al Canal de Panamá. El resultado fue 68 a favor y 32 en contra, apenas un voto por encima del mínimo requerido, publicó el Washington Post en ‘Senate Votes 1st Canal Treaty, 68-32’ ese año.
El segundo tratado, sobre la neutralidad permanente del canal, se aprobó semanas después con el mismo margen. Fue una victoria histórica para Carter, pero extremadamente costosa: quedó claro que había gastado casi todo su capital político para lograrlo.
La aprobación de los tratados se convirtió en un tema de campaña en las elecciones legislativas de 1978, muy similar a lo que sucedió en las elecciones de 2024 entre Kamala Harris y Donald Trump.
Los opositores los bautizaron como el “canal giveaway” (el “regalo del canal”) y lanzaron ataques publicitarios contra los senadores que habían votado a favor.
En estados conservadores, apoyar el acuerdo equivalía a firmar una sentencia política.
Se estima que al menos 20 senadores perdieron sus escaños o decidieron no postularse de nuevo debido al desgaste que les provocó respaldar los tratados, según el periodista y autor Adam Clymer, en su libro Drawing the Line at the Big Ditch.
El voto se convirtió en un ejemplo clásico en la política estadounidense de cómo una decisión internacional puede tener consecuencias directas en el ámbito doméstico.
Muchos de los senadores derrotados admitieron después que, aunque estaban convencidos de haber hecho lo correcto, el costo electoral fue devastador.
Uno de los principales beneficiados del rechazo popular a los tratados fue Ronald Reagan. Durante su campaña presidencial en 1976 y posteriormente en 1980, Reagan utilizó el tema como bandera contra los demócratas.
Al igual que Trump en la actualidad, en sus discursos, repetía con fuerza que Estados Unidos nunca debió ceder el canal porque era una obra construida y financiada por su pueblo.
El mensaje calaba entre los votantes conservadores y nacionalistas, que veían en Carter a un presidente débil. Aunque Reagan nunca intentó revertir los tratados una vez en el poder, su uso político del tema contribuyó a debilitar aún más la imagen de Carter.
El republicano supo canalizar el descontento hacia un discurso de “restauración del orgullo estadounidense”, que se convirtió en un pilar de su campaña victoriosa en 1980.
Hoy, con la perspectiva del tiempo, los Tratados Torrijos-Carter son considerados un hito en la diplomacia internacional y un triunfo para la soberanía panameña.
Gracias a ellos, el Canal pasó a manos de Panamá el 31 de diciembre de 1999 en un proceso pacífico y ordenado. Para Carter, fue una de las decisiones más coherentes con su visión ética de la política exterior.
Sin embargo, en el plano interno estadounidense, el costo fue alto. La aprobación de los tratados debilitó al Partido Demócrata en el Senado, contribuyó al ascenso de Reagan y dejó a Carter con menos margen de maniobra para enfrentar las demás crisis de su gobierno.