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- 17/05/2025 01:00
Sentado en una banqueta fría, dibujo líneas y polígonos pensando en el arte de dibujar tu mirada en cada segmento. Es el arte que se renueva con la lluvia, bajo la colina de insultos de un vecino que se enfada, por la prosa a una dama muy cercana. El correr de la brújula y el rumbo del escalímetro se detienen al ver las cárcavas en una seda muy fina. Son granadas marcadas por el calor del alba. En este caminar el arte de mapear se cuenta en variables distintas. Unas en escritorio de madera y otras en zonas de conflicto. El geógrafo camina con botas que narran amores e historias de pueblo. Muy galante es su prosa en campo, al demostrar con paso calibrado su éxtasis, por la aventura en una tirolesa. En cada mañana el café de la fonda recuerda a nuestro caminante el porvenir por la camelia. El arte de la cartografía y geografía matemática se fortalece con el dominio de la escala y las nociones de distancia. Recuerda nuestro intrépido caminante la mañana en que bebió agua de camarón en vez de chicha de naranja. Esto acontece entre otras cosas en la vida de nuestro compañero, por las jornadas tempranas en las que despertar en medio de anfibios es pan de cada día. Lo más bello es ver en lo alto de la cordillera la divisoria continental, en giras de campo a la comarca, y sentir en esa emoción espontánea la calidez humana de los pueblos originarios. Sus escapadas al interior en giras de campo incluyen ver una buena película con cajetillas de pochoclos y gaseosas. Y claro, la vista cordial a cualquiera dama que acoja el análisis integrado de la película de nuestro geógrafo complementan su caminar. Su vuelta a la capital incluye el ritmo de la bóveda celeste, con una visita al mercado en busca de buen ceviche. En cada noche los estuarios formados por las lagrimas de nuestra compañera de cuarto son más constantes. El mangle contiene estas olas de emoción infundadas con un poco de desinformación. La roca andesítica que emerge como un volcán, de la piel de mi compañera de cuarto, solo aparece en quincena. En mi llegada a la ciudad organizo mi visita a lo alto de la montaña para disfrutar la observación de aves. Nuestro compañero disfruta la aventura con un buen GPS Gamín. Sus escapadas a la espesura de la montaña cuentan las historias de estratos de tierra muy antiguas. En medio de esta agitada travesía nuestro geógrafo se deleita con un buen mono, plato en hoja de bijao que incluye una comida completa. Como buen campesino, cosecho fanegas de maíz nuevo en las faldas de la montaña. En esta gran travesía desde la llanura aluvial observé los meandros que dibujan el serpentear del río de vida. Ubicados en la cuenca media del río estos son testigos de cada acción humana en el Antropoceno.