Mirada

Cuando la palabra sueña
se distrae nombrando
los colores.
Los recuerdos míseros se
aferran y andan a tientas
y mi voz se hace eco en un
festín de lo solitario.
La palabra es serpiente y
pez que nada en la humedad
de la boca es plegaria
y direcciones.
La palabra me recuerda
para saber quién seré pronto.
Es un viaje lejano a
través de la lengua
que imagina y nombre
pero también maldice y besa.
Retiene el tiempo
y las memorias
se ocupa en las tardes
en recitar para evitar
el olvido.
La palabra nos roba el
tiempo y las nostalgias
es el ayer de una carta
despoblada de letras
y de lo oral que nos
antecede por siglos.
En esa travesía que desespera
a la espera.
Donde envejecemos en comunión
con un viejo acetato negro
de melodías inmortales.
Como una raya paralela que
dibuja mis pasos,
los caminos andados, calles
y veredas.
Y de un momento lúcido y único
la palabra se refugia y
balbucea lo innombrable.
Se atreve.
Y solo en esa austera
ausencia de la palabra
en donde la mirada puede hablar
por completo.
Vocales cómplices de cuando
se enmudece de miedo o vergüenza
del grito que ya no es grito.
La misma palabra se intenta
ahorcar silenciosamente
y se muerde los labios
cediendo el paso a la vista.
Los ojos retienen instantes
y justo después, solo un rato
después la mirada habla,
acaricia y llora
y de vez en cuando sonríe.