Mariano Rivera, bendecido por DiOs

Actualizado
  • 02/08/2009 02:00
Creado
  • 02/08/2009 02:00
LA LLUVIA NO DABA TREGUA. Las empapadas aceras del Bronx eran un prólogo las condiciones del Yankee Stadium. El inclemente clima logró...

LA LLUVIA NO DABA TREGUA. Las empapadas aceras del Bronx eran un prólogo las condiciones del Yankee Stadium. El inclemente clima logró la suspensión hasta alta horas de la noche del partido contra los Atléticos de Oakland. Pero, a pesar que la mayoría de los jugadores de los “mulos” todavía no habían llegado al estadio, Mariano Rivera me esperaba para la entrevista. Tras pasar la seguridad del nuevo estadio neoyorquino, imágenes desde el primer campeonato, en 1923, hasta el título del 2000, adornaban los todavía vacíos pasillos.

El obstáculo climático parecía no afectar a nadie, y mientras los fieles seguidores de los Yanquis se formaban uno atrás de otro esperando que abrieran las puertas, un seguridad me indicaba que elevador tomar para conversar con nuestro entrevistado.

Abajo, el olor a cemento y la falta de pintura en las paredes contrastaba con la majestuosidad del lobby del estadio. Un pasillo circular atravesaba la salida al campo, los vestidores, y la sala de conferencia, donde nuestro protagonista conversaba con algunos periodistas locales.

-Señor Rivera, ¿cómo está?, estoy aquí para hacerle una entrevista personal, no sé si recuerde que?

-Como no. Espera 15 minutos que ya estoy contigo. ¿Todo bien, llegaste bien?

-Sí, impecable. Muchas gracias.

Aunque Mariano Rivera es un hombre sencillo, llegar hasta él- gloria de los jugadores latinos por haber sobrepasado en junio pasado los 500 salvamentos- no es cosa fácil. Los intensos entrenamientos y las múltiples exigencias de sus compromisos con los Yanquis le dejan muy poco tiempo libre. En estas jornadas, tanto los lanzadores como los bateadores, salen al engramado dos horas y media antes del partido. Sus prácticas duran unas dos horas, lo que les da 40 minutos para cambiarse antes que inicie el duelo. Sin embargo, con la calidez propia de un hombre nacido en Puerto Caimito, Mariano abrió un espacio en su apretada agenda para recibir a La Estrella unas horas antes del encuentro contra los Atléticos, el cual era vital para su permanencia como líderes absolutos de la División Este de la Liga Americana en ese momento.

Mariano no sólo es una estrella para los panameños. Para los Yanquis, el jugador ha sido uno de los motores en la conquista de varios títulos. Ganador del premio Jugador Más Valioso en la Serie Mundial de 1999, el chorrerano ha salvado importantes partidos para los neoyorquinos, tanto en la serie regular, como en la postemporada. Por eso, para llegar hasta él se requiere además, la aprobación de su equipo, que cuida celosamente la imagen de su pelotero.

La cámara fotográfica no me permitió atravesar directamente los vestidores para llegar al dogout , donde Rivera me había indicado que lo esperara. Después de recorrer casi todo el pasillo, salí al terreno de juego, tomando el camino más largo para nuestro punto de encuentro.

Mientras lo esperaba en el dogout , figuras como Andy Pettitte y Nick Swisher , dos de los mejores jugadores de los Yanquis, se asomaban tímidamente al campo, esperando que la lluvia les diera más tiempo para calentar.

A pesar de ser considerado como uno de los mejores cerradores en la historia de las Grandes Ligas, los primeros pininos de Mariano Rivera con los Yanquis de Nueva York, fueron como lanzador abridor. Su primera victoria, en su segunda salida al montículo, fue el 28 de mayo de 1995 contra los Atléticos de Oakland. Su primer salvamento, llegó al año siguiente, un 17 de mayo ante los Angelinos de California. “La sensación fue igual”, dijo Rivera, mientras aún se acomodaba en el azul asiento del dogout. “Si gano o salvo, el equipo también lo hace, dependemos de todos aquí”, agregó en un tono sereno y mostrando sus dotes de humildad.

Ese año, 1996, sería muy importante para la prematura carrera del panameño. En esa temporada, Rivera ganaría el primero de cuatro anillos de Serie Mundial. “Mi mejor recuerdo en el antiguo Yankee Stadium fue ese año”, rememora el jugador de Puerto Caimito. “Me acuerdo como si fuera ayer ver a John Wetteland, el cerrador titular en ese año, lanzarle a Mark Lemke (de los Bravos de Atlanta) en el sexto partido de Serie Mundial. Lemke pegó un batazo de foul hacia la tercera base que apañó Charlie Hayes para ganar el título”, agrega Rivera, quien, con nostalgia, describía haber estado en el borde del dogout viendo aquel partido.

Aquel mítico parque de pelota también sería el escenario para el momento más triste en su carrera. “Perder la Serie Mundial en 2001 contra los Cascabeles de Arizona fue muy difícil. Logré superarlo porque siempre doy lo mejor de mí. Si no lo hubiera hecho, todavía me dolería aquel partido”. Y es que la concentración del gran cerrador de los Yanquis ha sido una de sus grandes fortalezas a lo largo de los 14 años de carrera.

-¿QUÉ PASA POR LA MENTE DE MARIANO RIVERA ANTES DE SALIR A LA LOMITA?

-Yo siempre estoy preparado mental y físicamente. Cuando me llaman, solo me concentro en sacar los outs lo más rápido posible. Ese es mi objetivo.

-¿CUÁNDO LAS COSAS NO SALEN BIEN, LO AFECTA DE ALGUNA MANERA?

-Son momentos claves que te enseña la pelota. Cuando uno pierde, uno aprende de esa derrota y hay que seguir adelante. Yo he perdido juegos de temporada regular y de Serie Mundial, y esos momentos han sido como una escuela para llegar a ser lo que soy hoy.

Pero Rivera no solo aprende de los buenos y malos momentos. Haber estado con el director Joe Torre por casi toda su carrera fue fundamental. “Aprendí mucho de él, al igual que de Derek Jeter, Andy Pettitte y Jorge Posada, con quienes he jugado todos estos años en Nueva York”. A pesar de los numerosos cambios que ha hecho la organización en la pasada década, este cuarteto ha sido el propulsor de los mejores logros de este gran equipo en los últimos años.

NACE UNA ESTRELLA

Cuando el 29 de noviembre de 1969 en la sala de maternidad del Hospital Santo Tomás, Delia de Rivera sostuvo por primera vez entre sus brazos a su pequeño hijo Mariano nunca imaginó que había dado a luz a quien se convertiría en una de las grandes estrellas de Panamá.

Durante su infancia fue seducido, al igual que su padre, Mariano, por las redes y los motores viejos de los oxidados botes pesqueros de Puerto Caimito, en La Chorrera. A pesar de ser “pacotilla” en la embarcación “Esclava”, en la que su padre era el capitán, el pequeño Mariano no ocultaba su amor por el deporte. El fútbol y el béisbol eran sus mayores ocupaciones cuando no estaba en alta mar o en el Colegio José María Barranco. Guantes de cartón y rudimentarias pelotas hechas con hilos de pescar eran los amigos inseparables de Mariano, quien con sus compañeros y vecinos, jugaba por horas en la playa.

Su talento para la pelota pronto se hizo evidente. Rápidamente, hizo parte del equipo Preinfantil de Panamá Oeste, que sería el inicio de un importante proceso en la vida del chorrerano. Como campocorto, jugó con los “vaqueros” en todas las categorías, hasta llegar a la mayor, el sueño de cualquier pelotero criollo. “Era muy bonito”, comentó nuestro protagonista. “Recuerdo que en aquel entonces, jugar en el Juan Demóstenes Arosemena era prácticamente un sueño”.

El cazatalentos Carlos “Chico” Herón fue el encargado de probar al joven con el número 42 en su pecho. Al principio, no fue fácil, ya que el talento de Rivera como campocorto no era suficientemente sobresaliente. A pesar del fracaso, el chorrerano regresó a probarse con Herón, esta vez, como lanzador.

No tardó mucho tiempo en ser firmado en las ligas menores de los Yanquis de Nueva York. Recién llegó a Estados Unidos, se casó con su novia Clara, con quien tendría tres hijos, Mariano Jr., Jafet y Jaziel.

El sueño de aquel niño chorrerano, cual tren sin frenos, parecía ganar cada vez más y más fuerza.

MARCA REGISTRADA

Ser un cerrador en las ligas mayores no es asunto fácil. Saber manejar la presión, y tener un gran repertorio de lanzamientos son piezas claves para el éxito. Sorprendentemente, Rivera maneja solo dos, la recta y el cutter , este último “el mejor lanzamiento en la historia”, según Jim Thome, jugador de los Medias Blancas de Chicago.

El jugador de Puerto Caimito considera este lanzamiento en particular como una bendición de Dios. “Cuando yo comencé, yo no sabía tirar el cutter. Yo tenía mi recta y un slider promedio. Una vez, practicando con Ramiro Mendoza (otro lanzador panameño), noté que la bola cortaba al final. Me preguntaban si trataba de hacer algo, per o eso salía solo”. Rivera recuerda que una vez, trató durante 40 minutos que la bola no cortara, hasta que aceptó que si ‘la bola quiere moverse, que se mueva’.

-Entonces nadie le enseño el lanzamiento..

-No. Salió solo. Recuerdo que Ramiro (Mendoza) se enojó conmigo porque pensó que yo lo estaba tratando de molestar, que estaba haciendo relajo. Fue una bendición de Dios.

EL 2009, UN AÑO DE RÉCORDS

De lo que siembras, cosecharás. Este famoso refrán le viene como anillo al dedo a Mariano Rivera. Su gran trabajo, además de darle importantes triunfos a los Yanquis, se ejemplificó en los tres récords que ha conseguido el canalero en esta temporada: mayor combinación victoria/salvada entre dos jugadores de un mismo equipo, mayor número de episodios lanzados en el Juego de las Estrellas sin permitir carreras, y el plato fuerte, convertirse en el segundo jugador en la historia y el primer latino en romper la barrera de los 500 rescates.

-¿CÓMO SE SINTIÓ AL LLEGAR EL RÉCORD CON SU COMPAÑERO ANDY PETTITTE?

- Me sentí muy feliz de hacerlo con un amigo, que es mucho más que un compañero. Se necesita toda una carrera para lograr eso. Creo que va a ser uno de los récords más difíciles de romper.

-¿Y CON EL DEL JUEGO DE LAS ESTRELLAS?

-Es un gran reconocimiento jugar en ese evento. Hay muchos grandes jugadores que nunca logran ir. Fue muy bonito. Con los latinos, uno comparte mucho. No hay nacionalidades, somos todos de un mismo pueblo.

Pero antes de jugar en el Juego de las Estrellas, Rivera ya había escrito su nombre en los libros de las Grandes Ligas al acumular 500 salvamentos en su carrera.

El 28 de junio, en la ciudad de Nueva York, estadio de los Mets, el “expreso de Puerto Caimito” fue llamado a la lomita en el octavo episodio, con dos en base y dos afuera y la pizarra tres a dos a favor de los Yanquis. “Yo sentía que ese era el día. Anotamos tres carreras en el primer episodio y tuvimos muchas oportunidades para hacer más, pero siempre pasaba algo y no aumentábamos la ventaja. Algo me decía que esa noche sería la noche”.

-¿CÓMO FUE AQUEL MOMENTO?

-No fue tan fácil ya que salí en el octavo episodio con solamente una carrera de ventaja. No había tiempo de cometer errores. En el noveno, llegué mentalizado en sacar los tres outs lo más rápido posible y gracias a Dios así fue. No me gusta hablar de mí mismo, pero ese momento fue especial, ya que siendo de Puerto Caimito, nunca pasó por mi mente lograr algo así.

En aquel partido, “Mo”, como es conocido por la prensa norteamericana, también acumuló su segundo turno al bate de la temporada, tercero en su carrera. “Ahí estaba, en el partido de mis 500 salvamentos, con las bases llenas y cuenta a lo máximo. Fue muy emocionante, ves como pasa todo en cámara lenta”. En ese turno al bate, Rivera empujó su primera carrera en las mayores, luego de recibir base por bolas por el lanzador Francisco Rodríguez.

Su primera aparición al plato en el 2009, también tuvo un significado especial para el chorrerano, ya que se enfrentó a su compatriota, el colonense Manuel Acosta. “Manny me preguntó si le quería conectar jonrón, nos la pasamos chisteando sobre eso. Es muy bonito cuando te topas a otro panameño en las Grandes Ligas”.

CON LOS YANQUIS HASTA EL FINAL

Mariano Rivera tiene contrato hasta el 2010 con la organización neoyorquina. A sus 39 años, piensa que de no renovar con los Yanquis, consideraría en su retiro. “Yo he hecho mi carrera con los Yanquis, y no creo que sea justo irme. Ellos me conocen, y si no necesitan más de mis servicios como cerrador, por algo será. No sé si seguiría jugando, todo dependerá de cómo me sienta cuando llegue ese momento”. Pero, Rivera no piensa todavía en el futuro. Por ahora sabe que tiene que concentrarse en el presente. Después de un flojo inicio de temporada, los Yanquis están en el primer lugar de su división, y se han convertido en serios candidatos para llegar a la Serie Mundial. “Tenemos un gran equipo para ganar otro título, y yo gustoso sacrificaría mis 500 salvamentos con tal de ganar otro anillo con esta gran organización”.

-¿PENSÓ DE JOVEN QUE LE IRÍA TAN BIEN?

-No, nunca. Llegar desde Puerto Caimito a la Gran Manzana, es una gran bendición de Dios.

Otros compromisos con YES , el canal oficial de los Yanquis de Nueva York, interrumpieron nuestro diálogo, el que ya se había extendido por una hora y media. Nuevamente, Rivera mostró una gran sencillez, esta vez en su despedida. A pesar de no haber ahondado en su vida personal, el cerrador de los Yanquis había compartido conmigo grandes momentos y sentimientos de su carrera, demostrando que más que el efectivo lanzador al que todos los bateadores de las Grandes Ligas temen, es simplemente un ser humano.

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