Se disputan obra de Kafka

Actualizado
  • 21/10/2009 02:00
Creado
  • 21/10/2009 02:00
EFE. El manuscrito de El proceso —probablemente la novela más emblemática de Franz Kafka— sigue generando historias dignas de su autor y...

El manuscrito de El proceso —probablemente la novela más emblemática de Franz Kafka— sigue generando historias dignas de su autor y algunas personas reales parecen personajes kafkianos por la disputa legal que hay en torno al documento.

Ahora es posible que dos señoras residentes en Israel, ambas de avanzada edad y supervivientes del Holocausto, se sientan un poco como Josef K. porque, debido al conflicto entre Israel y Alemania por el manuscrito no pueden reclamar su herencia que podría sacarlas de la pobreza.

Ruth y Hava Hoffe llevan dos años esperando a que se les entregue la herencia de su madre, fallecida a la edad de 101 años, pero el proceso ha sido bloqueado por la justicia israelí por temor a que otros manuscritos de Kafka sean sacados del país, como ocurrió con El proceso.

Kafka, como han señalado muchos ensayistas, nunca terminó de saber a dónde pertenecía y su doble condición de miembro de las minoría alemana y de la minoría judía en Praga hacia más difícil esa búsqueda de la identidad.

Ahora, se discute también dónde deben estar sus manuscritos —aunque los checos, que tardaron en descubrir a Kafka no han entrado en la discusión— lo que también vuelve a abrir la cuestión de a dónde pertenece el autor del proceso.

El original de El proceso está, desde 1988, en el Archivo de Literatura Alemana de Marbach pero ahora el director de la Biblioteca Nacional Israelí, Schmuel Har Noy, exige que el documento sea devuelto a Israel para poner fin a “una injusticia histórica”.

El manuscrito de El proceso, al igual que los otros manuscritos de Kafka, ha tenido una historia que en parte refleja también la historia del siglo XX.

La odisea de los documentos empieza ya con ese momento en que Kafka, ya moribundo, le pide a su amigo y albacea testamentario Max Brod que queme sus manuscritos después de su muerte, en 1924.

Brod no sólo no cumplió la última voluntad de Kafka —que había editado pocos textos— sino que publicó sus obras, que le darían una fama mundial póstuma y lo rodearían además de un aura de leyenda. Además, Brod conservó los manuscritos originales y en 1939, cuando logró huir de Praga con destino a Palestina, se los llevó con él en una maleta.

Murió en 1968, en Jerusalén, y su secretaria Esther Hoffe heredó los manuscritos de Kafka que ya para ese momento era visto como un indiscutible clásico de la modernidad. En 1988, Hoffe decide separarse de parte de los documentos kafkianos y vende, entre otras cosas, el manuscrito de El proceso que fue adquirido por el Archivo de Literatura Alemana —por cerca de 2 millones de dólares— en una subasta realizada en Londres.

Cuando muere, le deja a sus hijas Ruth y Hava lo que quedaba del archivo de Max Brod, en donde se sospecha que hay otros manuscritos de Kafka, además de otros bienes de alto valor pero el proceso de sucesión se encuentra bloqueado por culpa de El proceso. El director del Archivo, Ulrich Rauff, sostiene que no hay duda alguna sobre la legalidad de la adquisición del manuscrito, que se hizo “ante los ojos del mundo” sin que se hubiesen presentado reclamaciones en los 21 años que han transcurrido desde entonces y se ha declarado irritado por las exigencias israelíes. En Israel se sostiene que con la venta del manuscrito se violó una ley nacional que prohíbe sacar bienes culturales del país.

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