Tocado por el mar

Actualizado
  • 21/02/2010 01:00
Creado
  • 21/02/2010 01:00
L a fascinación de Silvard Kool por los moluscos se inició a la edad de seis años, cuando el futuro pianista y biólogo marino extrajo un...

L a fascinación de Silvard Kool por los moluscos se inició a la edad de seis años, cuando el futuro pianista y biólogo marino extrajo una concha descolorida de las gélidas aguas del Mar del Norte, que baña las costas de Holanda, su tierra natal. A pesar de la fealdad del espécimen, este descubrimiento desataría un afán coleccionista que subsiste hasta el día de hoy, tal como se puede apreciar en la residencia en la que Silvard reside desde hace más de un año junto a su esposa Barbara. La vivienda, ubicada en Playa Corona, alberga más de 400 ejemplares representativos de los cerca de 125 mil especies de moluscos existentes en todo el mundo. Los mismos conforman lo que el músico y docente denomina como “su colección científica”. Junto a cada pieza se puede leer el lugar y la fecha en que fue encontrada, ciñéndose a un sistema de clasificación propio de un museo. No por nada, Silvard fue curador asociado del Departamento de Moluscos del Museo de Zoología Comparativa de Harvard, Estados Unidos. Durante aproximadamente 12 años enseñó biología marina, evolución y oceanografía en Boston College, en Massachusetts.

En el año de 1989 arribó a Panamá, después de que el Instituto Smithonian de Washington, donde realizó investigaciones durante seis años, le otorgara una beca para estudiar los moluscos presentes en lugares como la isla de Naos, donde esta organización posee un laboratorio. Durante sus investigaciones recopiló datos suficiente para reclasificar dos especies de moluscos que habitan en el Pacífico panameño. “Aquellos que encuentro en la playa que queda frente a mi casa no se hallan en el Caribe ni en Africa. Solamente se pueden ubicar en esta parte del mundo”, detalla quien tomó la decisión de quedarse en suelo panameño cautivado por el clima y la fauna marina del trópico.

LA MÚSICA DEL MOLUSCO

En los escenarios del Istmo Silvard también ha encontrado un público para su música, la otra pasión de su vida y que, al igual que la biología marina, se remonta a su infancia. A la edad de 10 años comenzó a tocar el piano alentado por sus padres. Cuando cumplió los 18, abandonó Holanda para cursar estudios de biología marina en los Estados Unidos. En territorio norteamericano el joven encontraría la oportunidad de desarrollarse también como músico profesional, tocando en el Hotel Marriott de Boston.

En el año de 1994, lanzó su primer disco bajo su propio sello musical, el cual lleva un nombre representativo de sus dos grandes aficiones: Musical Mollusk (molusco musical). Titulado “Hearfelt”, fue el primero de 12 albumes que el pianista grabaría a lo largo de los años, en el tiempo libre que le dejaban las clases de biología marina y sus andanzas por más de 50 países alrededor del mundo. “Para mi es importante buscar la inspiración y compartir mi música con las demás personas”, comenta quien se ha zambullido en los mares de Tailandia, Malasia, Filipinas, Australia, Fiji, el Caribe y Europa.

Su discografía está conformada por albumes como “From Broadway to the movies”, que incluyen canciones clásicas de películas y montajes teatrales. En seis de sus discos se pueden encontrar temas de su propia autoría, creados mediante un proceso que él llama “freeflow”, el cual “va más allá de la improvisación de un tema”. “Toco en el estudio y el ingeniero de sonido me pregunta que cuál es el nombre de la pieza, a lo que no puedo responder. Es música original, espontánea, que nace en el momento y que después no puedo volver a interpretarla, aunque esté grabada”, explica el intérprete, cuyo álbum “Touch by the sea” alcanzó el primer lugar en las listas internacionales de “new age” y música instrumental un mes después de su lanzamiento en el 2003.

El “freeflow” es un método del que ha hecho gala durante sus presentaciones en vivo en Panamá, ante un público que se muestra escéptico frente al hecho de que el pianista esté tocando una melodía que nunca ha ensayado antes. Se trata de una circunstancia que de seguro se volverá a repetir durante el próximo concierto de Silvard, que tendrá lugar el 24 de febrero en el Teatro Nacional de Panamá. El recital, que comenzará a las 8:00 p.m., es organizada por la Asociación de Becarios Fulbright, y tiene como finalidad recaudar fondos para financiar las diversas actividades que lleva a cabo dicha organización. Además del compositor holandés se estará presentando la violinista panameña Graciela Núñez.

ENTRE LA CABEZA Y EL CORAZÓN

La música de Silvard, a la que el mismo define como “neoclásica”, tiene su génesis en un ámbito sumergido. Es una canción que el viento oceánico arranca a una caracola, es el silencio luminoso que habita entre los arrecifes coralinos. La inspiración le puede venir durante un viaje de buceo en Coiba, Portobelo, Darién, o haciendo snorkel en las traslúcidas aguas de San Blas o Bocas del Toro. “Siempre quiero ir a estos lugares a ver los arrecifes, corales y moluscos. Es una obsesión que va de la mano con mi trabajo como músico”, apunta quien ha vendido alrededor de 80 mil discos compactos y casetes a través de una serie de presentaciones en vivo en la televisión norteamericana.

Para este músico, cuya cabellera rubia es amenazada por una incipiente calvicie, existe cierta relación entre el trabajo que hace como biólogo y su desempeño como músico y compositor. “Cuando me encuentro dando una clase en un aula se da una transferencia cabeza a cabeza entre mis alumnos y yo. Durante un concierto esta comunicación tiene lugar entre mi corazón y mi alma y el público. Encuentro más placer en este tipo de conexión”, declara y su voz se estremece, como si estuviera evocando algo que le brinda sumo placer.

Algunos de sus discos son empleados por médicos, sicólogos y psiquiatras norteamericanos en tratamientos de terapia musical. Para estos pacientes la música de este hombre que ha sido tocado por el mar resulta tan relajante como bañarse en una playa durante el soleado éxtasis de un día de verano.

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