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- 26/11/2010 01:00
Arturo Wong Sagel es un joven dramaturgo panameño que, además de adaptar obras de escritores como Federico García Lorca e Ira Levin (este último es el autor del El bebé de Rosemary), lleva a escena historias inspiradas en la cotidianidad panameña, con su inevitable carga de absurdo tropical.
Hasta el día de hoy, en la Sala Mojica del Teatro La Quadra, el público istmeño podrá apreciar Boom o los vicariantes 18, el más reciente montaje de este teatrista, que en los últimos años se ha dado a conocer por el humor negro de sus obras, en las que también hace referencia a temas de actualidad y que forman parte de la cultura panameña. Un reducido elenco, conformado por Charlie Sotelo, Rita Banús, Lili Koster, Gianna Mendoza, Marian Taylor, la veterana actriz Nyra Soberón Torchía y el propio Arturo Wong Sagel, es el encargado de poner en escena un guión que a pesar de su sombrío argumento es capaz de arrancarle una carcajada al más escéptico de los espectadores.
Gran parte de la trama se desarrolla en el apartamento 18 de uno de los deslumbrantes condominios que forman parte del nuevo skyline de la ciudad de Panamá. Un grupo de cinco sobrevivientes de una catástrofe indeterminada que ha inundado gran parte de la urbe capitalina se refugia entre las ruinas de lo que antes fue un flamante rascacielos, ahora convertido en un muladar atestado de excremento de pájaros.
¿Una crítica al boom inmobiliario que ha transformado de forma avasalladora el rostro de la ciudad? Seguro. Pero Boom o los vicariantes del 18 va mucho más allá en su mofa. Los dardos de la ironía caen sobre todos por igual, tanto sobre las empresas cuyas utilidades crecen a la par de las mentiras que utilizan para engatusar a los consumidores, como sobre la clase política criolla, diestros en el ejercicio de una doble moral con la que se agencian votos y prebendas.
Ni los medios de comunicación se escapan de la mordacidad exhibida por Wong Sagel. Una hilarante escena hace referencia a un conocido programa de variedades que se transmite en horario matutino, de lunes a viernes. Sotelo, Soberón Torchía y Banús caricaturizan a los presentadores del show mañanero, en una parodia que hace las delicias del público.
VIDAS INTERRUMPIDAS
Atrapados en un edificio, como náufragos en una isla desierta, el pequeño grupo sobrevive a base de una dieta de salchichas enlatadas. El agua es escasa, por lo que evitan, hasta donde sea posible, utilizar el sanitario. Apartados de la terrible realidad de una ciudad sumida en el caos, de la batalla de la supervivencia que tiene lugar entre las ruinas de la otrora ‘pequeña Manhattan’, sin el alivio de la televisión, los individuos se entregan a la añoranza de una vida interrumpida. Su único consuelo (además de la masturbación compulsiva que practica el personaje interpretado por Charlie Sotelo), es el suicidio colectivo que han convenido en llevar a cabo pero que continúan aplazando sin saber exactamente porqué. En definitiva, se trata de una propuesta teatral netamente panameña, una prueba de que la dramaturgia local no se encuentra anquilosada.