China: Jenga y jazmín

La Asamblea Popular Nacional China (APN) abrió el jueves su sesión anual como parte de las ‘dos sesiones’, que se iniciaron con la Confe...

La Asamblea Popular Nacional China (APN) abrió el jueves su sesión anual como parte de las ‘dos sesiones’, que se iniciaron con la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino el jueves. El principal objetivo de la APN será el lanzamiento del XII Plan Quinquenal, que además de los objetivos inmediatos, servirá de puente para el cambio de liderazgo en el país, que se iniciará el próximo año y culminará en 2013.

Mientras el vicepresidente Xi Jinping y su generación se preparan para relevar a Hu Jintao y compañía, una serie de protestas de baja intensidad han llamado la atención de propios y extraños. En español, podríamos llamarlas ’congregaciones de jazmín’. Llámese como se quiera, lo que ha habido han sido dos congregaciones (20 y 27 de febrero) de un número indeterminado de personas en puntos significativos de varias ciudades chinas. Las congregaciones habían sido organizadas a través del portal disidente Boxun.com, basado en EEUU. La verdadera mano detrás de las reuniones es una incógnita y las mismas carecen de liderazgo y objetivos. Esto hace también imposible determinar cuánta gente asistió a ellas a protestar, cuántos sólo pasaban por allí y cuántos acudieron por morbo. El gobierno se ha limitado a amontonar policías en los lugares indicados y ha recurrido a tácticas como enviar equipos de limpieza para evitar aglomeraciones. Además, se han reportado arrestos y abusos a corresponsales internacionales. La próxima ’congregación de jazmín’ está programada para hoy mismo.

Las ’congregaciones de jazmín’ no representan, en este momento, la más mínima amenaza para el Partido Comunista Chino (PCC). Sin embargo, llaman la atención por tres motivos. Primero, porque han organizado con éxito ’reuniones’ a través del país; segundo, porque no se han detenido; y finalmente por la potencial amenaza que ésta capacidad de organización intra-regional representa para el aparato de seguridad más grande del mundo.

TENDENCIAS HISTÓRICAS

Además, las ’congregaciones’ nos dan la oportunidad para reflexionar acerca de la geopolítica y la historia china, algo clave para entender el statu quo actual. Cualquier escenario de revolución en China debe tener en cuenta el miedo al ’luan’, mezcla de caos e inestabilidad, y a las penurias que han sucedido como consecuencia de eventos caóticos. Además, China es un ente inherentemente inestable. Históricamente, China ha experimentado ciclos de centralización y descentralización. Éstos ciclos se han debido a muchos factores, como la influencia extranjera –lo que hizo a China literalmente blindarse al mundo hace unos 500 años—, las rivalidades internas –entre el Norte y el Sur del país—y, más recientemente, el acceso a los mercados internacionales, que ha enfocado la tensión entre una zona costera rica y un interior pobre. Desde la rebelión Taiping (1850-1864), China ha experimentado revoluciones (y caos, etc.) a ritmo de una cada 30-50 años. En 1911, la Revolución Xinhai acabó con la dinastía Qing y estableció la República de China (RC); en 1949, Mao mandó a la RC a la isla de Formosa. La Revolución Cultural (1966-1976) ha terminado de definir ese miedo chino al caos.

Según ésta dinámica, China debería estar acercándose a un periodo revolucionario. Después de todo, China sigue siendo un país antidemocrático, con censura y represión. Su modelo económico es cuando menos insostenible y sus dirigentes actuales se encuentran haciendo verdaderos malabares para equilibrar las cosas. La situación es así: el sistema económico ha hecho que las zonas próximas a la costa se hayan enriquecido y modernizado enormemente, mientras que en el interior del país los niveles de miseria son alarmantes. El gobierno chino se encuentra tratando de redistribuir la riqueza sin irritar a las zonas costeras. La peor pesadilla sería la aparición de uno o varios movimientos secesionistas. Si hay un hilo que recorre la historia china de cabo a rabo es la unidad del país. China no es una nación-estado, es una civilización-estado.

Por otro lado, elevar el nivel de vida del grueso de los chinos está íntimamente ligado al establecimiento de una economía de consumo. Una China consumista sería incapaz de ofrecer una mano de obra tan barata como lo hace en la actualidad, por lo que su actual modelo económico, basado en las exportaciones, se derrumbaría. Si sumamos problemas sin resolver como Xinjiang, Tibet o Taiwan, vemos que la actual situación del gobierno chino se asemeja a la de un talentoso jugador de Jenga. A pesar de tener un plan, tiene que ir sacando fichas, y rezar para que la torre no caiga.

UN POCO DE OPTIMISMO

Pero no todo son nubes negras en el cielo chino. Desde otra óptica, China es un país bien organizado, con una economía que crece de manera brutal y que vive un renacimiento cultural fascinante. Se vea como se vea, algo grande está pasando en este gigante, que hasta la fecha ha sacado a 400 millones de personas de la pobreza. Y los números hablan claro: según una encuesta del Pew Research Center, 87% de los chinos estaban satisfechos con la situación del país en 2010. Ésto concuerda con las ideas del francés Dominique Moisi, que en su libro La geopolítica de los sentimientos (2009) identificó al mundo occidental con el miedo y al lejano oriente con la esperanza. Al mundo árabe, Moisi lo empató con la humillación. Casi nada.

Además, China no es Egipto, ni Túnez ni Libia. Donde Ben Ali, Mubarak y Gaddafi mandaron por décadas, China ha visto cuatro generaciones de líderes y ya está preparándose para la transición a una quinta. En el aspecto internacional, la relevancia china crece a pasos agigantados, con una política exterior sumamente atractiva. Los líderes chinos, desde Den Xiaoping hasta Xi Jinping, en definitiva, conocen la historia, y han diseñado un sistema para no repetirla. La partida de Jenga sigue su curso, y el PCC parece estarla ganando. Hasta que saque la pieza equivocada –sea mañana o en cincuenta años—y la torre se venga abajo.

Lo Nuevo