El Talento viste de rojo

Actualizado
  • 28/01/2012 01:00
Creado
  • 28/01/2012 01:00
PANAMÁ. Cuando fui al teatro La Quadra a ver la propuesta de RED (Rojo) sabía que era sobre la vida de un conocido pintor, Mark Rothko, ...

PANAMÁ. Cuando fui al teatro La Quadra a ver la propuesta de RED (Rojo) sabía que era sobre la vida de un conocido pintor, Mark Rothko, uno de los principales exponentes del expresionismo abstracto, y que la obra se situaba en New York en los años 50. Además conocía al autor, John Logan como guionista de cine (Gladiador y El Aviador, dos excelentes cartas de presentación). Hasta allí todo indicaba que podía ser una buena obra.

Sin embargo me encontré además con una clase magistral de arte. Desde la pregunta de Rothko a su asistente, mientras le muestra un mural rojo: ¿ qué ves? comienza una relación difícil entre este pintor maravilloso, encerrado en sí mismo, aislado del mundo en un estudio en el que se escucha siempre el mismo disco de acetato; un pintor que rechaza la burguesía y el consumismo y las nuevas tendencias en la pintura…frente a un joven pintor fanático de un Andy Warhol que utilizaba en sus pinturas a los símbolos de la sociedad consumista y los transformaba en arte.

Desde ese momento surge una discusión filosófica acerca de la pintura, el arte en general y la forma de ver la vida, con la exaltación de los sentidos.

Es sorprendente cómo el autor solo con dos personajes lleva adelante un estudio de la condición humana, atreviéndose a penetrar hasta los vericuetos más oscuros de la mente, pasando por la exaltación de la belleza y la espiritualidad.

La actuación en conjunto es excelente, medida y profunda. En particular Leo Wiznitzer hace una caracterización de Rothko realmente convincente. Es evidente que se ha metido en la piel del personaje, lo vive, lo sufre, lo transpira y todas esas emociones le llegan al espectador con una sobriedad y economía de recursos que emociona. Se trata entonces de un trabajo de primera línea, considerando lo agotador del desarrollo de la trama, los cambios sicológicos que conlleva y la densidad del texto.

Sorprende la seriedad y p rofundidad que el joven actor Luigi Pezzotti, de apenas 23 años, le imprime a su trabajo. Su personaje representa la libertad, el arte nuevo y él lo siente y transmite a cabalidad. Uno de las escenas más intensas y creativas que tiene la obra es cuando ambos actores trabajan juntos en un lienzo…escena agotadora y maravillosa.

Por otra parte, en cuanto al director Bruce Quinn, de quien estábamos acostumbrados a ver las mejores puestas escénicas del género musical, nos adentra ahora en una puesta virtuosa, con un escenario difícil y un manejo medido de los actores, sin exageraciones, pero con una intensidad que hace que los espectadores se compenetren con la trama profundamente.

La escenografía, simple pero contundente, brinda el apoyo necesario para que los actores se desplacen por el estudio de Rothko con soltura. Mención aparte merece la iluminación a cargo de Rick Belzer, que con pocas luces logra crear, por momentos con fuerza y en otros con lirismo, los estados de ánimo del protagonista, las confrontaciones y los momentos sublimes. Es una muestra fehaciente de que con un equipo limitado pero mucho talento se puede logar un trabajo excelente.

En definitiva, una propuesta diferente, vital, realizada en forma brillante, la que nos dejó a todos con el agradable sabor de haber disfrutado un noche de buen teatro.

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