Los pueblos perdidos

Actualizado
  • 26/02/2012 01:00
Creado
  • 26/02/2012 01:00
H ace unos días salieron a la luz unas imágenes inéditas de los Mashco-Piro, un grupo aislado que vive en el Parque Nacional del Manú, a...

H ace unos días salieron a la luz unas imágenes inéditas de los Mashco-Piro, un grupo aislado que vive en el Parque Nacional del Manú, al sureste de Perú. El arqueólogo español Diego Cortijo pudo fotografiar a los indígenas porque durante los últimos años las empresas madereras han invadido sus territorios y los han obligado a desplazarse a las orillas del río Madre de Dios, donde son más vulnerables a los observadores. Sin embargo, en otras ocasiones quienes han intentado acercárseles han terminado muertos. Se cree, por ejemplo, que en noviembre pasado los Mashco-Piro atacaron con flechas a un nativo que coin-cidencialmente le dio posada a Cortijo durante su expedición, y quien desde hacía varios años solía regalarles machetes y comida.

Esta tribu es apenas una de las 100 no contactadas en el mundo que sobreviven como nómadas y han sido identificadas por Survival International, una ONG dedicada a defender los derechos de los pueblos aborígenes. ‘La mayoría se encuentra en el Amazonas. En Brasil hay entre 40 y 60 grupos; en Perú, 15, y por lo menos uno en Paraguay y otro en Bolivia. Los demás están en Papúa Nueva Guinea y en las islas Andamán, en el océano Índico’, dijo a SEMANA Rebecca Stenham, activista de esa organización. Hoy las principales amenazas que enfrentan van desde la tala ilegal de árboles y la extracción de petróleo hasta la presencia de misioneros y la incursión de grupos armados.

Aunque hay quienes argumentan que el contacto es la única manera de preservar la sabiduría ancestral de estas tribus, la realidad es muy distinta. No solo se arriesgan a perder sus costumbres, sino que se vuelven más propensas a enfermedades comunes porque no han desarrollado defensas y, en algunos casos, se hacen dependientes de las comodidades modernas y los subsidios estatales. Esto puede llegar a situaciones extremas. En Brasil, por ejemplo, es legendaria la historia de un indígena misterioso que, tras la extinción de su pueblo, se dedicó a cazar animales y atacar a los extraños. Además, puede resultar muy peligroso pisar sus tierras.

AGRESIVIDAD FUNDADA

En el océano Índico los sentineleses tienen fama de ser una de las tribus más agresivas del mundo y se cree que han evitado el contacto con el exterior durante más de 60.000 años. La foto más reciente que existe de ellos fue tomada poco después del tsunami que golpeó las costas de Asia en 2004, cuando uno de sus miembros trató de lanzarles flechas a los tripulantes de un helicóptero que estaba recorriendo la zona. Se resisten tanto a los foráneos que, incluso, en 2006 asesinaron a dos pescadores ilegales que navegaban cerca de la isla.

En el Amazonas brasileño los Flecheiros también son conocidos por ser unos feroces arqueros. El periodista Scott Wallace publicó hace poco The Unconquered (Los no conquistados), un libro en el que cuenta su travesía de tres meses por la reserva natural Valle del Javari en compañía de Sydney Possuelo, un hombre que ha dedicado toda su vida a proteger las comunidades aisladas de Brasil. Para algunos, Possuelo es uno de los últimos ‘sertanistas’ -término que en portugués se refiere a los exploradores que se internan en la selva en busca de tribus- que quedan en el mundo. Es tal su arrojo que, además de haber contraído malaria 38 veces, en una ocasión fue rehén de un grupo de indígenas guerreros y, en otra, estuvo a punto de morir a manos de colonos. Guiado por ese instinto de aventura, Possuelo lideró en 2002 la expedición de los Flecheiros con la ayuda de 34 nativos.

EXPEDICIÓN DE ALTO RIESGO

‘El objetivo era documentar la presencia de ese pueblo en la zona, delinear el territorio que ocupan, mas no contactarlos directamente’, explicó Wallace a esta revista. Pese a que no se encontraron frente a frente con ellos, estuvieron muy cerca. No solo descubrieron huellas frescas, sino también algunos vestigios (máscaras ceremoniales, veneno para flechas, una cerbatana, dardos…) de una aldea abandonada recientemente. Por momentos sintieron que les respiraban en la nuca: ‘El día en que desaparecieron dos de nuestros compañeros pensamos que los indios los habían matado. Parecía que se estaban preparando para atacarnos -recuerda Wallace-. Me entró un miedo profundo porque sabía que podía recibir un flechazo en el pecho en cualquier momento’.

Por suerte los dos hombres solo se habían desviado del camino por descuido. Aun así el episodio pudo haber terminado en tragedia, pues las comunidades aisladas son capaces de cualquier cosa con tal de rechazar a los intrusos. Quizás uno de los casos más recordados es el de los cinco misioneros estadounidenses que intentaron evangelizar a la tribu Huaorani y fueron asesinados en un paraje de las selvas ecuatorianas, en 1956. Al principio, en un gesto amistoso, los religiosos les lanzaron ollas, ropa y machetes desde una avioneta y luego acamparon cerca de ellos. Todo parecía ir bien hasta que al segundo día de la operación los indígenas los atacaron brutalmente.

‘Eso no significa que sean violentos por naturaleza, sino que hacen lo que sea preciso para defender lo suyo’, aclara Wallace. Casi siempre los nativos se ocultan en la espesura de la selva como un acto de resistencia; es decir, son conscientes del mundo exterior, pero no quieren salir porque conocen las secuelas nefastas que dejó la colonización hace 500 años. Para encender las alarmas sobre la vulnerabilidad de estos pueblos, Survival International ha tratado de poner el tema en la agenda de los medios al publicar material que demuestra que efectivamente existen. De hecho, hace apenas un año revelaron unas fotos de indígenas aislados de Brasil, cerca de la frontera con Perú. Y en 2008 también dieron a conocer unas imágenes tomadas por la Funai (la agencia para asuntos indígenas de ese país) durante un sobrevuelo en esa región. Aunque Survival tiene datos inexactos de las poblaciones aisladas en Colombia (solo hay un caso confirmado), Roberto Franco, investigador de la ACT (Amazon Conservation Team o Equipo para la Conservación de la Amazonía), estima que podrían haber 14.

‘Durante los dos últimos años recogimos evidencia de tradición oral de indígenas vecinos. También, documentación escrita de geógrafos, historiadores y viajeros que hace siglos recorrieron el Amazonas colombiano y dejaron indicios de grupos que se perdieron y que pueden estar escondidos en la selva’, asegura Franco, quien publicará dentro de un mes un libro sobre una comunidad indígena aislada que vive en el Parque Nacional Río Puré. La mayoría de expertos coincide en que este tipo de iniciativas son necesarias para documentar la existencia de estos pueblos, que en el mejor de los casos deben decidir por su cuenta si quieren entrar en contacto con la civilización.

‘Saben dónde vivimos y nuestro objetivo no es confinarlos a la selva como si fuera una jaula -explica Rebecca Stenham-. Pero la experiencia nos ha demostrado que tienen buenas razones para seguir aislados, pues conocen las historias de sus ancestros’.

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