El ansia de patria

Actualizado
  • 10/11/2013 01:00
Creado
  • 10/11/2013 01:00
PALABRA. Durante la primera mitad del siglo XVIII los latinoamericanos fueron testigos de algunos intentos de modificar la estructura or...

PALABRA. Durante la primera mitad del siglo XVIII los latinoamericanos fueron testigos de algunos intentos de modificar la estructura organizativa y comercial de los sistemas de la región. Era un tentativa que tenía mucho de añoranza, que buscaba recuperar las pasadas glorias del imperio español, conservar sus dominios coloniales y mantener su hegemonía en el ámbito europeo. El éxito de estas modificaciones fue limitado, ya que la dinastía de los Borbones se encargó de actualizar la herencia político-económica de la dinastías de los Asturias.

La dependencia de la Corona Española con respecto a las riquezas del continente americano era excesiva. Por eso fue necesario aplicar ciertas reformas económicas. Los españoles entendieron bien la urgencia de las mismas. Era eso o ser desplazado. Se creó así un sistema de compañías privilegiadas, que tenían como finalidad combatir el comercio ilícito y el abastecimiento de las ‘zonas marginales’.

Era la transición entre el monopolismo cerrado -defendido por los mercaderes de Cádiz- y el primer intento de apertura comercial iniciado en 1765. Sus efectos fueron significativos. Se comenzó a cultivar productos para exportarlos. El control político se consolidó. Al mismo tiempo hacia la poblaciones americanas comenzó a permearse las ideas que sirvieron como detonante de la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa.

Hacia finales del siglo, la explotación del mundo colonial se hace menos sustentable para las potencias. Las revoluciones comienzan a asomarse en el panorama continental. Paralelo a esto surge un nuevo protagonista, uno que le disputa a España la supremacía mundial: Inglaterra.

La suerte estaba echada. Era la hora de que las élites criollas le hicieran frente al dominio español, poniéndole fin al imperio que conquistó un nuevo mundo.

PANAMÁ, BASTIÓN DE LA CORONA

El sistema comercial hispano-americano entró en crisis. Las consecuencias son devastadoras. España ya no puede controlar su monopolio colonial. Panamá pierde vigencia como centro de negocios. Los comerciantes que sobreviven toman una decisión que cambiaría el rumbo de la historia: romper las cadenas que aún los unen con España, para integrarse a un nuevo orden económico internacional.

Los primeros movimientos de emancipación no se hacen esperar: Buenos Aires, Quito, Caracas, Bogotá... Estos sucesos no pasan desapercibidos para Mariano Arosemena, periodista y político de la Nueva Granada: ‘Veíamos en ellos los grandes triunfos de Napoleón y las derrotas españolas; dábamos por seguro que nuestra odiada metrópoli dejaría de existir pronto… Para acallar nuestro deseo de emanciparnos de España, que se anunciaba por la conducta que se observaba por los istmeños, fue que permitirnos el comercio con la isla de Jamaica, que era en este tiempo un gran emporio británico, que proveía a la América hispana de toda clase de mercaderías.’

Los Regidores de los Cabildos de Panamá y Veraguas manifestaron su incondicionalidad al Consejo de Regencia, siendo gobernador de Tierra Firme, Juan Antonio de la Mata. Con el cerco de Cartagena a manos de la flota española, los patriotas envían dos delegados a tratar un armisticio a Panamá, arribando con la mediación del Vicealmirante inglés de Jamaica, Sir Charles Sterling. Los patriotas colombianos José María del Real y Jerman Piñeres, quienes recabaron información secreta sobre el estado de las fuerzas españolas -interceptaron una comunicación secreta- son reducidos a prisión, salvándose solo con la intervención de Sterling, quien a su retorno a Cartagena proclamó: ‘Regresaron a su patria, muy satisfechos de la opinión de la porción inteligente de Panamá a favor de la independencia’.

Desde Cartagena, ocho goletas comandadas por el general francés Benito Chasserieux, son enviadas el 18 de enero de 1814 a atacar el puerto de Portobelo. La incursión es rechazada por el gobernador militar español Joaquín Rodríguez.

Madrid responde enviando al general Pablo Morillo al campo de batalla. Panamá se convierte, entonces, en un bastión militar hispánico. El 8 de abril de 1819, una escuadra al mando del general escocés Gregorio McGregor ataca Portobelo. La resistencia española -conformada por 50 hombres dirigidos- son vencidos y obligados a retirarse a la ciudad de Panamá.

Dueño de la plaza, McGregor instala el primer gobierno libre y republicano en el Istmo. Pero los españoles contraatacan. El 30 de abril irrumpen sorpresivamente en Portobelo. McGregor escapó a San Andrés donde se dispersó su flota.

¿CONSPIRACIÓN MASÓNICA?

No habría de pasar muchos meses cuando los patriotas istmeños, algunos adscritos a la masonería, deciden fundar el Club Independentista (1819), cuyo liderazgo recae en los hermanos José y Ramón Vallarino, José María Barrientos, José de la Torre, Agustín Tallaferro, Manuel José Hurtado, Mariano Arosemena, y Marcos Radonicich. ‘Advertido el general Hore— narra Mariano Arosemena— de que la porción ilustrada del país anhelaba a la independencia, dispuso que a su regreso de Portobelo con las tropas, no se le hiciera una recepción fastuosa, bajo los honres del triunfo. El procuraba no chocar de frente con los patriotas del lugar, se contentaba con molestarlos de la manera que podía…’

Allende los mares, España sufre las consecuencias del amotinamiento del hermano coronel Rafael Riego, el 1 de enero de 1820, quien restaura la Constitución de 1812, —llamada de Cádiz, al ser elaborada entre representantes hispanos y americanos—. Veintidós mil hombres se suman así a las diferentes guerras de sucesión en el continente, acelerando así el proceso de liberación de las incipientes naciones del continente.

No transcurre mucho tiempo antes que Madrid tome la decisión de enviar al general Juan de la Cruz Mourgeon. El compromiso que la Corona hace con él es simple: antes de asumir el Virreinato de Nueva Granada debe liberar las dos terceras partes del territorio.

A Porras se le envía a Yucatán, y en su reemplazo es nombrado el Brigadier Tomás Cires como Comandante General del reino de Tierra Firme, pero este se encontraba en Puerto Cabello, Venezuela, cercado por los patriotas. El Capitán Mourgeon arriba a Panamá el 2 de agosto, con el título de Capitán General, nombrando interinamente al coronel José de Fábrega, comandante general.

A diferencia de su antecesor, Fábrega descansó su administración en la constitución y en las nuevas leyes orgánicas de la monarquía. ‘Protegió la prensa, respetó el derecho de petición y promovió sociedades patrióticas. Su caballo de batalla era hacer que los granadinos aceptáramos la constitución española, desistiéndose por nosotros de la idea de independencia’

El tres de octubre de 1820 es instalado el Colegio Electoral en el Istmo. Lo conformarían el coronel José de Fábrega, elegido jefe político y presidente junto a Casimiro del Bal, Segundo Villarreal, José de Santa Ana, José María Vásquez Pinzón, como electores y José María Calvo, secretario. Además se permitió a los istmeños ocupar las posiciones públicas de aduana, correo, etc.

LA HORA DE LA LIBERTAD

La independencia se convierte en una aspiración impostergable. ‘Era una idea invariable, fija. A los istmeños no nos satisfacía sino la separación del gobierno español, el establecimiento de un gobierno propio’, sostiene Arosemena.

Los conspiradores habían acordado declarar la independencia el 8 de diciembre de 1822, pero los vecinos de La Villa de Los Santos se anticiparon un año y diez días a la fecha. Como detalla Arosemena, ‘era el cuidado de los corifeos de la independencia istmeña prevenir todo acto inconsulto y precipitado. Teníanse, pues reuniones secretas, dirigidas a ir madurando el gran proyecto de salvación. La Villa de los Santos declara el 10 de noviembre la independencia, causando gran impacto en la ciudad de Panamá’’.

Segundo de Villarreal es designado Coronel de las Milicias y Gobernador Político y Militar, siendo parte del Ayuntamiento los patriotas José Antonio Salado, Salvador del Castillo, José Catalino Ruiz, Antonio Franco y Pedro Hernández en calidad de secretario. Al no contar con los instrumentos bélicos necesarios, desde la ciudad de Panamá se enviaron a los comisionados José María Chiari, y Juan de la Cruz Pérez, logrando convencer a los santeños a esperar una revolución general consolidada en la capital, a favor de la definitiva independencia.

‘Prevaleció en la junta la idea de recurrir a medidas suaves. Una de ellas fue enviar a Los Santos dos comisionados de paz, como los ciudadanos José María Chiari y Juan de la Cruz Pérez. Esto tuvo lugar como por el 20 de noviembre…En Panamá contábamos con una diputación provincial y un cabildo, decididos por la independencia. También contábamos con el gobernador Fábrega… Pero cuando se echaba la vista hacia la tropa de guarnición, desafecta enemiga jurada de la empresa que nos ocupábamos, teníamos que apartarla de ella, maldiciéndola, como el único obstáculo que se opusiera a nuestro bienestar… Después de profundas meditaciones, el buen juicio nos aconsejó, de una parte minar los cuerpos del ejército, haciendo desertar a los soldados, para que quedaran en aislamiento los jefes, oficiales, sargentos y cabos; y de otra parte, popularizar las ideas sobre la independencia por medio de sociedades políticas, compuesta de las masas populares’.

EL EJÉRCITO QUE SE VENDIÓ

La misión es encomendada a José María Barrientos, Blas, Mariano y Gaspar Arosemena, quienes logran desbandar a la tropa pagando a los mismos. Cada desertor recibe 10 pesos sin arma y con arma 25, pasando muchos a ingresar la tropa de patriotas al interior del país, organizados en compañías. Las deserciones se realizan en complicidad con cuatro oficiales españoles, quienes, con el mayor sigilo, lograr reducir la guarnición de la plaza a unos cuantos pocos soldados.

El 28 de noviembre ocurre lo que los patriotas panameños esperaban: sesenta soldados abandona, fusil en mano, el cuartel. El gobierno intenta responder, colocando soldados con piezas de canón en las bocacalles. Pero es inútil. La independencia esta madura y lista para caer...

Los acontecimientos alcanzaron su punto álgido cuando el almirante Thomas Alexander Cochrane abandona el puerto de Guayaquil en persecución de las fragatas realistas Prueba y Venganza. Se convoca, entonces, a vecinos y ciudadanos a un Cabildo. ‘La primera proposición, sometida al debate, fue si se proclamaría la independencia de este Istmo del gobierno de España. El Provisor Presbítero Martínez, fue de parecer que se votara por la afirmativa… La moción fue desechada, aceptándose esta otra: Panamá, espontáneamente, y conforme al voto general de los pueblos de su comprensión, se declara libre e independiente del gobierno español… Se acordó que el territorio de las provincias del Istmo pertenece al Estado republicano de Colombia, a cuyo Congreso irá a representarlo su Diputado’.

Los eventos comenzaron a desencadenarse a una velocidad inusitada. Ese mismo día es aprobada y redactada el Acta de Independencia. Las fuerzas españolas que no reconocieron la independencia, fueron trasladados a Cuba. La noticia arriba tardíamente a la Península Ibérica, ya avanzado el año de 1822.

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