Gabriel García Márquez y las huellas de su literatura en Panamá

  • 18/04/2014 02:00
El autor de ‘Cien años de soledad’, que falleció ayer, visitó el Istmo en varias ocasiones, donde conoció a Sinán y a Torrijos

Como ‘un tipo de buen humor, risueño, dueño de una felicidad eterna’, así recuerda el poeta César Young Núñez a Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura que falleció ayer a la edad de 87 años, pocos días después de ser dado de alta por una infección pulmonar.

‘Es la gran figura de América Latina en la narrativa mundial. Lo que Neruda había logrado en la poesía, lo hizo ‘Gabo’ al desarrollar una prosa que identifica a las letras latinoamericanas’, comentó el escritor y catedrático Ricardo Arturo Ríos Torres.

‘Fui uno de los primeros en leer ‘Cien años de soledad’ cuando salió de la editorial argentina. Fue como un terremoto... La maravilla de esa magia cotidiana me pegó como con un tubo’, expresó Young Núñez, quien tuvo la oportunidad de conocer a Gabo durante una reunión celebrada en la residencia del escritor panameño Rogelio Sinán, entre las décadas de los sesentas y ochentas.

‘Una vez García Márquez llegó a Panamá y fue atendido por el poeta José de Jesús ‘Chuchú’ Martínez, quien le recetó unos poemínimos que yo había escrito. Uno de ellos decía: ‘Me fui por un caminito, me encontré un huequito, metí la pata y me salió un chinito’. El maestro no pudo contener la risa. Después dijo: ‘¿Por qué no llevan al poeta ahora más tarde a la casa de Sinán?”, manifestó Young Núñez.

Otro literato istmeño que tuvo la oportunidad de conocer a García Márquez es el poeta chiricano Dimas Lidio Pitty. ‘Desde que leí sus primeras obras, hace más de medio siglo, lo tuve por un miembro de la familia. Esa sensación dejaban sus relatos. Su voz sonaba como la del tío querido que contaba historias en el portal de la cocina, en el atardecer de lluvia. En su prosa están los ecos, los olores, los ríos, las florestas, los espantos, las angustias, las pasiones y los sueños que conforman a la gente de nuestra tierra, esa que está con nosotros, que somos nosotros’.

Aunque no conoció personalmente al creador de El Coronel no tiene quien le escriba , El otoño del patriarca , El amor en los tiempos del cólera y El general en su laberinto , entre otras obras, Ríos Torres aseguró que pudo conversar con el novelista colombiano a través de sus obras, ‘conociéndolo en esa sencillez que lo caracterizó’ a lo largo de su vida.

‘Es una figura muy vinculada al sentir del alma criolla de nuestro continente. Para nosotros los panameños su propuesta del realismo mágico no resultó nada asombrosa, porque es algo que siempre ha estado presente en nuestra historia, que se caracteriza por poseer un imaginario increíble’, destacó el escritor y crítico literario.

‘A García Márquez no sólo hay que verlo como un escritor extraordinario, sino como alguien que supo plasmar la expresión fiel y honda del alma latinoamericana, del carácter y los sentimientos de nuestros pueblos’, enfatizó Pitty. Calificó a Gabo, nacido en Aracataca el 6 marzo de 1927, como un ‘clásico vivo’, que desaparece físicamente pero que ‘sigue vivo en ‘Cien años de soledad’, en ‘El coronel no tiene quien le escriba’ y otras obras memorables’. ‘Es decir, no morirá mientras haya literatura, mientras el hombre no se olvide de sí mismo’, sentenció.

‘Su pluma era auténtica, desprovista de formalismos y academicismos’, puntualizó Ríos Torres, quien considera que en su caso resulta imposible desvincular al periodista del escritor. Asegura que su experiencia como reportero fue fundamental en la creación de sus obras más célebres.

Ríos Torres recordó que el desaparecido novelista estuvo involucrado estrechamente en la lucha de los panameños por alcanzar la plena soberanía en la zona del Canal de Panamá. ‘Fue uno de los invitados del general Omar Torrijos cuando se firmaron los tratados en Washington’, rememoró. La firma del novelista, cuentista, guionista y editor aparece como testigo en los tratados canaleros.

La voz más reconocida de las letras en español de la segunda mitad del siglo XX murió en su casa del sur de la Ciudad de México, rodeado por su familia.

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