Tres décadas de contar historias

Actualizado
  • 04/01/2015 01:00
Creado
  • 04/01/2015 01:00
En la FIL de Guadalajara, una de las escritoras más importantes de su generación compartió casi todo lo referente a su obra

Carmen Posadas nació en Uruguay y es autora de ensayos, guiones de cine, relatos y varias novelas, entre las que destaca Pequeñas Infamias , Premio Planeta en 1998. Reside en Madrid, y desde los 12 años pasó largas temporadas en Moscú, Buenos Aires y Londres.

El Testigo Invisible es su más reciente libro y relata los últimos días de los Romanov, zares de Rusia, vistos por un pinche de cocina y deshollinador de las chimeneas del palacio. La vida que Carmen llevó en Rusia —donde se casó y ‘tenía una asignatura pendiente (con el país)’— fue el sedimento para la historia que nos relata en esta obra. A continuación reproducimos parte del diálogo que sostuvo con Julio Trujillo durante la pasada FIL de Guadalajara: ‘El asunto me inspiró porque yo me casé en Moscú, en 1972, en las colinas de Lenin. Era la época soviética dura, la época de Brezhnev, cuando mis padres eran embajadores en Moscú y mi madre estaba afanada para hacer la fiesta en la casa de la embajada en octubre (llegamos en agosto). La casa era maravillosa, pero era una ruina, no había cortinas, las paredes desconchadas... Pero pero por más que (mamá) llamaba a trabajadores que tomaran cargo de cada asunto que había que reparar, no venía nadie. Entonces el secretario de la embajada le dijo que eso solamente se podría arreglar ‘hablando en el comedor’, lo que ella no entendía era que toda la casa estaba intervenida por micrófonos, así que ella se sentó y empezó a decir que tanto que ella admiraba a la Unión Soviética, el gran país que había puesto el hombre en la luna, pero que su hija se iba a casar y no conseguía que le arreglaran nada. Al día siguiente estaban todas las cuadrillas que necesitaban para reparar los daños.

‘La idea del tema del libro se la debo a mi hermano Gervasio que un día me dijo que por qué no escribía algo sobre la muerte de las hijas del Zar —afirma la escritora—. Es cierto que junto al hundimiento del Titanic y de Jack El Destripador, la muerte de la familia del Zar es la que más ríos de tinta ha hecho correr en el siglo XX. Pero no sobre la falsa Anastasia, sino la verdadera historia de las niñas. Estuve indagando y encontré al único sobreviviente del día que los mataron, y era un pinche de cocina, que ese día el verdugo lo despidió antes de que nadie saliera con vida (Leonid Sednev). Vivió los últimos días con los zares, todo su largo cautiverio, venía de San Petersburgo de su época de esplendor, los conocía de antes así que era el perfecto ‘testigo invisible’ para contar la historia’.

JT: EN ‘INVITACIÓN A UN ASESINATO’ HACES UNA INVESTIGACIÓN MUY SERIA ANTES DE LA REDACCIÓN.

CP: Creo que la literatura es como la cocina, que debe tener buenos materiales o ingredientes y te sale mejor o peor si hay una preparación previa. Para las novelas históricas hay que leer mucho no solo de la historia sino también mucho de los cotilleos o chismes, de cocina, moda, para impregnarse del ambiente de ese momento y después desaprender, porque si uno no desaprende corre el riesgo de aburrir a los lectores con un montón de datos y fechas que no tienen nada que ver. En concreto, este período está muy bien documentado porque todo el mundo escribió sus memorias. Eso me daba una visión de la historia con mayúscula y de la petite histoire .

¿CÓMO CONSIDERAS TU DESARROLLO A TRAVÉS DE ESTAS DÉCADAS?

En mi caso tiene mucho mérito porque yo en mi vida normal soy muda, hablo muy poco. Nunca imaginé que me convertiría en escritora. Por eso pienso que le debo más a mis defectos que a mis virtudes. Yo era tan tímida que cada vez que alguien me miraba, me tiraba encima la bebida que tenía en la mano, entonces me iba a mi cuarto y escribía un largo y lacrimógeno diario. Otro de mis horribles defectos es que yo tengo dos hermanas rubias de ojos verdes, monísimas, que cantaban divinamente y contaban chistes. Yo era la fea y no canto nada. Cuando íbamos las tres por las calles la gente se paraba y decía, pero qué ojos más bellos tiene Mercedes, pero qué pelo maravilloso el de Dolores, después un silencio decían ‘ella es muy alta’. Es que yo era un bodrio. Como era un fracaso en mi vida normal, el mundo de los libros fue un refugio y luego la literatura te da libertad, cuando hay alguien que me cae mal lo convierto en un personaje y lo mato.

TU PAPÁ ERA UN GRAN LECTOR...

Sí, y muy intimidante y hermético. Educado de una manera muy victoriana, se comunicaba a través de la literatura. Ése era el territorio mágico de mi padre. Él decía que después de Shakespeare y Cervantes no entendía cómo alguien podía ser tan soberbio de sentarse delante de un papel a escribir. Por eso empecé escribiendo para niños, nunca le dije a nadie que lo hacía hasta que aparecí un día con el libro publicado. Otro trauma que tuve con mi padre era que, como yo lo admiraba tanto, cada línea que escribía pensaba: ¿qué pensará papá? Además de estricto era muy puritano. Recuerdo una vez que fui a un taller y el profesor me dijo que escribía muy bien, pero que necesita poner por allí un incesto, algunas palabras soeces, y llegué a mi casa destrozada y escribí un cuento que se llama Las Bodas de Margarita , que es la historia de una novia que tiene toda clase de fantasías eróticas y allí rompí el maleficio. Papá nunca me comentó una palabra de los libros para niños, en 1987 escribí un libro llamado El Manual del Perfecto Arribista con el que arruiné mi reputación, pero era la manera de dar el salto de la literatura infantil a la de adultos. Cuando escribí mi primera novela, C inco Moscas Azules , se la mandé y me mandó por fax todo tipo de comentarios literarios y a pesar que he tenido críticas de Le Monde , The New York Times y otras publicaciones, nada me ha hecho tan feliz como lo que él me comentó.

EL TESTIGO INVISIBLE TIENE UNA CONEXIÓN URUGUAYA.

Yo vengo de un país diminuto y en todos mis libros trato de rendirle un homenaje a Uruguay. Y encontré que como mi personaje es un niño que narra una historia, tiene muchas ventajas, tiene un plus de ternura, candidez, credibilidad. También tiene restricciones para describir ciertas situaciones. Pero si a ese niño, que narra en primera persona, lo conviertes en viejo, entonces me lo llevé a Uruguay (es lo único que inventé) y en las últimas horas de su vida recuerda todo lo que ocurrió. Tuve la suerte de encontrar en mi país un grupo de rusos que llegaron justo después de la revolución, que mantienen sus tradiciones, las casas pintaditas, parece que uno está en la estepa siberiana y en cambio está en el Río de la Plata. En Uruguay todos descendemos de los barcos, no hay tradición nacional literaria y he crecido con las historias que contaba la gente a mi alrededor. Onetti no tiene nada que ver con Horacio Quiroga, por ejemplo. España es la que más ha influido en mi vida, es un país muy importante para mí, le debo mi vida, mis hijas, mi carrera. Pero tengo también la ascendencia de la cultura anglosajona. Mis padres vienen de familias que se odiaban y de repente, ellos se enamoran. Los Posadas son estoicos, de esos que no se quejan, no demuestran los sentimientos, muy flemáticos. Y los Mañé son desparramados, la familia está llena de locos, se fugaban entre primos. De chica te hacían elegir, tenías que ser de mamá o ser de papá, y yo elegí ser de papá pero tengo siempre la influencia de la familia de mi madre, que me permite salirme de lo estricto .

‘PEQUEÑAS INFAMIAS’ FUE IMPORTANTE EN TU CARRERA Y TE HAS CONCENTRADO EN NOVELAS HISTÓRICAS...

Le debo todo al Premio Planeta. Antes estaba traducida a tres idiomas, ahora a 23, y me ha dado mucha seguridad. Los premios dan seguridad. Hay que aceptarlos con naturalidad y sin ningún tipo de vanidad, y luego olvidarlos, tal como hizo Octavio Paz en su momento (en respuesta a una referencia que le hizo Julio Trujillo). A uno lo juzgan por su última novela y ocurre que alguien tiene gran éxito con una primera novela y después siempre se lo están recordando. Eso llega a bloquear la creatividad. Uno a veces es preso de su propio éxito .

¿CÓMO TRABAJAS EN CUANTO A GÉNERO?

Pues no planeo, hay los que planean sobre lo que van a escribir, hasta el capítulo final, y los que van tirando del hilo. Yo soy una de esas... Con mi hija Sofía escribí una serie de artículos que titulamos La Hernia de Viriato , un recetario para hipocondriacos, que publicamos periódicamente en el diario y publicamos un libro.

DE REPENTE ESTA CONVERSACIÓN ES PARTE DE UN DESBLOQUEO IMPORTANTE PARA TU PRÓXIMO LIBRO…

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