El miércoles en que todos fuimos cenizas

Actualizado
  • 22/02/2015 01:00
Creado
  • 22/02/2015 01:00
¿Que queda después del seco, el jolgorio, la tradición, el folclor, el donaire y los culecos?

Hemos sobrevivido, mal que bien, a otro Carnaval. Desde que tengo 14 años ese era el verbo que se me venía a la cabeza cada vez que pensaba en carnaval: ‘sobrevivir’. Le temía a morir en un accidente de tránsito o a que se metiera un maleante venido de la capital a robar en la casa y nos matara a todos; luego le temí a morir ahogado en el río ayudado por la borrachera; más tarde le temí a morir de borrachera directamente. Ahora temo morir de rabia por ver mi pueblo de Las Tablas hecho mierda el miércoles de ceniza (y ser ceniza; ceniza somos).

Pero, bueno, Carnaval es lo que la gente quiere. Una vez me acusaron de que soy un escritor que abusa del recurso retórico llamado enumeración. Borges también abusaba de ello y no le decían ni pío al viejo cegato, pero como yo no soy Borges sino un cholo tableño, a mí sí me joden. No hay drama. Para hacerle justicia a la acusación, en fin, aquí voy. Carnaval: jolgorio, murga, vómito, guaro, agua, sol, pantalones cortos, lodo; mujeres: mujeres guapas, mujeres flacas, mujeres atléticas, mujeres enlodadas, mujeres gordas, mujeres borrachas, negras, chinas, latinas, blancas, altas, pequeñas; mujeres (nota: todo lo anterior aplica para los hombres también pero los hombres no me interesan en lo más mínimo; sí me interesa, por lo contrario, el fenómeno de los maricones y los machos; los machos que se burlan de los maricones, los machos que señalan a los maricones y los miran y los miran, lo machos que siguen mirando a los maricones una y otra vez, los machos obsesionados con los maricones, los machos que no pueden quitarles los ojos de encima a los maricones que se menean y cantan en la tuna, los machos que por fin logran quitarles los ojos de encima a los maricones danzantes y que miran a la reina y sonríen, que tratan de concentrarse en los besos que la reina lanza, en sus piernas y su sonrisa, pero que siguen pensando en el meneo de los maricones y aprietan, en el afán de reafirmar su hombría, la cintura de la mujer que los acompaña y que luego la besan y siguen pensando en los maricones y que no aguantan y finalmente le dicen a la mujer: «mira, mi amor, el maricón ese bailando; ñañazo puro ¿ah?», y su mujer y él se ríen y ella que dice: «pero, bueno, mi amor, también son gente, ¿no?, y además —dice la mujer en un arranque de consciencia poco usual— sin ellos no habría carnaval, ni carros alegóricos ni nada», y el hombre, el macho, responde: «sí, sí, cierto, pero tampoco habría tanta mariconada; pero, bueno, después que no se metan conmigo, todo bien», y la mujer responde: «¡y pa qué los andas mirando tanto!, ¡cuidao pues!»; ay, los machos los machos, los machos que no se dan cuenta de cuánto necesitan a los maricones para definir y darle dimensión a su machura —los machos no pueden vivir sin los maricones, aparentemente); sigo con la enumeración: basura, guaro, agua estancada (agua negra), desperdicio, bulla, gente extraña, añil, reinas con la verija irritada de tanto bailar, calor, sofoco, borrachos, sexo, trompeta (ya he dicho murga, pero trompeta; una trompeta no es lo mismo que una murga, así como un saxo no es lo mismo que una murga; aunque sexo y saxo, ya se sabe); y termino, porque se me acaba el espacio, con un par de palabritas más: cuetes, desperdicio, goma, entierro de la sardina; ceniza. Miércoles de Ceniza y el dengue que amenaza y pueblo que queda con la panza llena, tan llena que le da diarrea al pueblo y el pueblo caga y caga, y los ricos que se soban su panza bien alimentada (aunque a ellos también les da diarrea, quiero pensar) y todo sea por la tradición y el folclor y el donaire y ¿cuánto Seco Herrerano se habrá vendido? Miércoles. De ceniza somos. Miércoles.

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