La irresistible atracción de Tintín

Actualizado
  • 22/11/2015 01:00
Creado
  • 22/11/2015 01:00
El museo Hergé ha recibido más de 400 mil visitas desde su apertura en 2009

Las aventuras del joven reportero Tintín han sido traducidas a más de cien idiomas y el museo consagrado a su creador Georges Prosper Remi (Hergé), atrae a la ciudad belga de Lovaina la Nueva a curiosos y aficionados de todo el mundo: ‘Vienen belgas, franceses, españoles... pero también gente de América Latina, Oceanía o Asia', explica el administrador del museo, Robert Vangeneberg.

El museo nació ‘para descubrir todas las dimensiones del trabajo de Hergé, que va mucho más allá del cómic', explica Vangeneberg.

En las salas, se dan a conocer sus facetas de diseñador, publicista, tipógrafo e ilustrador de novelas.

También se desvelan aspectos de la personalidad de Georges Prosper Remi, generalmente desconocidos, como su pasión por el arte contemporáneo, que le llevó a comprar los tres retratos que Andy Warhol le dedicó, o su amor por los gatos.

Se recrea incluso su librería personal, en la que se descubren libros de filosofía y discos de Bob Dylan y Pink Floyd.

LA AVENTURA CONTINÚA

Tintín apareció por primera vez en 1929, en las páginas de la publicación juvenil Le Petit Vingtième. ‘El dibujo era muy básico, Tintín ni siquiera tenía boca entonces', explica Marc Vanhacter, guía del museo.

Todo cambió cuando, en 1935, Hergé conoció en la Academia de Bellas Artes de Bruselas al estudiante chino Tchang Tchong-Jen, quien le descubrió un mundo de posibilidades gráficas: ‘Desde ese momento, Hergé se documentaría mucho más, le daría más realismo a los textos, personajes y escenarios'.

El resultado de este salto cualitativo es ‘El loto azul', su primera obra maestra'. ‘Hergé recreó China, la India, América o el Tíbet sin haber estado nunca allí', explica el especialista del museo. ‘Lo suplió con muchísima documentación'.

Hergé era ante todo un perfeccionista: ‘Reelaboró los álbumes a lo largo de toda su vida; ‘La isla negra', por ejemplo, lo rehizo tres veces; en otros cambió portadas, dibujos e introdujo diálogos más precisos'.

Ese perfeccionismo se evidencia en el boceto original de la portada de ‘Tintín en el Tíbet' (1960), expuesto en el museo, donde se observan infinidad de modificaciones: ‘La famosa línea clara de Hergé es el producto de un montón de borraduras y cambios', afirma Vanhacter.

EL CANSANCIO DEL CREADOR

Precisamente, ‘Tintín en el Tíbet' es resultado de uno de los momentos más difíciles de Hergé: ‘En los años cincuenta, cayó en una depresión; se sentía incapaz de dibujar, y soñaba obsesivamente con el color blanco'.

Su psiquiatra le advirtió que sólo tenía dos opciones: ‘Dejar de dibujar o dejar de dibujar'.

Hergé, sin embargo, utilizó el blanco de sus pesadillas para acometer el que se considera uno de sus mejores álbumes: ‘Tintín en el Tíbet', donde el blanco es el gran protagonista a través de las nieves del Himalaya.

En 1950, superado por el volumen de trabajo que implicaba cada nuevo álbum de Tintín, decidió crear los Estudios Hergé.

Desde entonces, se apoyaría en un equipo de dibujantes para la realización de fondos y escenarios.

Producto de esta nuevo sistema son ‘Objetivo: la Luna' y ‘Aterrizaje en la Luna', aparecidos más de una década antes de que el hombre llegase al satélite.

Hergé, ‘un maestro de la composición de página y de la utilización dinámica del punto de fuga', buscó a menudo inspiración en el cine: ‘Solía ir a ver películas con su madre o con su tía'.

King Kong , Metrópolis o Una noche en la ópera , de los hermanos Marx, ejercieron gran influencia en él.

Hergé volcó en sus personajes sus propios sentimientos: ‘Tintín fue para él el hijo que nunca tuvo, y el capitán Haddock, su alter ego'.

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