Un genio llamado Mozart

Actualizado
  • 07/02/2016 01:00
Creado
  • 07/02/2016 01:00
Lo que este hombre logró en escasos 36 años de vida, no tiene paralelo. Sin embargo, la perfección de su música no reflejaba la realidad  

Una de las maravillas del arte es que basta profundizar un poco para descubrir capas y lecturas que te hacen cuestionar aquello que tenías asumido. Jamás habría imaginado que Mozart fuera el compositor preferido de Mark Rothko. Quizás Scriabin o Rachmaninov, o acaso los románticos, o Brahms. Pero, ¿Mozart? Composiciones perfectas, escritas sin tachones o borrones que dejaran entrever la duda, como fuera el caso de Beethoven. Pero Rothko me hizo redescubrir a un Mozart rompedor, independiente, cuya vida y obra, no pueden apreciarse a la ligera.

Imposible dudar de su genio. Lo que este hombre logró en escasos 36 años de vida, no tiene paralelo. Compuso más de 600 obras registradas: 20 óperas y oratorios, alrededor de 50 sinfonías, 32 cuartetos de cuerdas e instrumentos de viento, marchas, danzas, docenas de divertimenti ; 25 conciertos para piano, uno para 2 pianos, otro para 3 pianos y otros tantos conciertos y sonatas para diversos instrumentos; variaciones para piano, 8 conciertos para violín, 15 misas, lieders , música de cámara para todas las combinaciones de instrumentos imaginables. Dominó el arte de la composición y armonía. Incluso, su primera creación, un minué para piano compuesto a los 6 años, demuestra una perfección formal sorprendente.

Pero la perfección de su música no reflejaba su realidad existencial. Con frecuencia, vida y obra discurrirían por senderos no solo dispares, sino opuestos. Desde su adolescencia, presentía la presión del tiempo: ‘nunca me acuesto sin pensar que, a pesar de mi juventud, quizás ya no existiré al día siguiente…'.

INFANCIA DE UN GENIO

Del matrimonio de Leopold Mozart y Anna Maria Pertl nacieron siete hijos. Sobrevivieron Maria Anna (1751), conocida como Nannerl, y Wolfgang Amadeus (1756).

No importa cuántas veces hayamos leído sobre las muestras tempranas de genialidad de Mozart, siempre nos maravillará que, a los tres años de edad, Wolfgang combinaba armonías y reproducía al piano los ejercicios que enseñaba su padre a Nannerl.

Afirman sus biógrafos que, a esa corta edad, ya era capaz de detectar si una nota estaba ligeramente fuera de tono. A los cuatro años repetía, de memoria, las escalas y pasajes de los conciertos ejecutados por su hermana. A los cinco, escribía piezas cortas para piano, a los siete, sus primeras sonatas y, a los ocho años, compuso su primera sinfonía.

Wolfgang Amadeus creció rodeado de música. Su padre, Leopold Mozart (1719 – 1787), era violinista, compositor y vice-maestro de la capilla del Arzobispo de Salzburgo. Leopold fue la figura central en la formación musical de su hijo. Consciente de su genialidad, viaja por toda Europa para presentar al niño prodigio, procurarle una mejor educación y afianzar la situación económica familiar. Los caminos interminables y las precarias condiciones de viaje, afectarían severamente la salud del pequeño Mozart.

MÁS ALLÁ DEL NIÑO PRODIGIO

Luego de haber gozado de una infancia plena de reconocimiento y adoración, el joven Mozart, ya no interesaba. La muerte de su madre en París, el 3 de julio de 1778, y la decepción artística que experimentó en la ‘Ciudad Luz', dejan entrever las primeras sombras que, de ahora en adelante, se cernirán sobre su vida.

Los compositores y músicos del fines del s. XVIII optaban por plegarse a los deseos de príncipes y arzobispos, a cambio de seguridad y estabilidad económica. En mayo de 1781, con solo 25 años, Mozart escoge el camino más difícil: termina su infausta relación con el Príncipe Arzobispo de Salzburgo, Hieronymus von Colloredo. Esta fecha marcará un hito en la historia de la música: Mozart obtiene su independencia y, de esta nueva libertad, surgirán sus obras magistrales. ‘A veces no encuentro en las cosas ningún sentido. No siento alegría por nada. Lo que me reanima por encima de todo es que, si no siempre puedo hablar, al menos puedo pensar como quiero', escribiría.

Tras su matrimonio con Constanza Weber en 1782, Leopold y Wolfgang se distancian. Las obras que compone durante esa época, como las Bodas de Fígaro (1786) y Don Giovann i (1787), son aclamadas en Praga, pero su éxito en Viena es tan fugaz, que más bien cabe hablar de fracaso. Ya no se comprendía al joven compositor que se alejaba de los convencionalismos de la época.

En 1787, poco antes de la muerte de su padre, Mozart escribe: ‘Pensándolo bien, la muerte es el fin inevitable de nuestra vida. Me he familiarizado de tal modo con esta verdadera y mejor amiga del hombre, que su figura no solo no me asusta en lo absoluto, sino que me tranquiliza y consuela. Doy gracias a Dios por haberme juzgado merecedor de entenderlo…'. Mozart tenía apenas 31 años.

Cinco años después, en diciembre de 1791, tres meses después del estreno de La flauta mágica y sin lograr terminar el Requiem moriría, en la miseria y el olvido, uno de los genios más grandes de la música. Mozart fue enterrado en Viena, en una fosa común.

Si bien gran parte de su corta vida estuvo llena de dificultades económicas, profesionales y personales - la muerte de 4 de sus 6 hijos-, quizás lo más doloroso fue la desolación y el vacío que lo acompañarían siempre: ‘no puedo describir cómo me siento, una especie de vacío me hiere, un anhelo nunca satisfecho…', escribiría en julio de 1791. Pero no se dejó vencer, creyó en su música y en la vida y, a pesar de todo, su vasto legado posee un lirismo y una riqueza formal difíciles de igualar. La música de Mozart sonríe a través de las lágrimas, decía Rothko. Acaso fueron esas situaciones difíciles las que dotaron su música de ese hálito de humanidad que, todavía hoy, 225 años después de su muerte, nos conmueve.

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‘El verdadero genio sin corazón es un contrasentido. Porque ni una inteligencia elevada, ni la imaginación, ni las dos jutas hacen al genio. ¡Amor! ¡Amor! ¡Amor! He aquí el alma del genio',

WOLFGANG AMADEUS MOZART

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‘Si el emperador me quiere, que me pague, pues sólo el honor de estar con él, no me alcanza',

WOLFGANG AMADEUS MOZART

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