Emeline, un despertar de tradición y conciencias

Actualizado
  • 30/05/2016 02:00
Creado
  • 30/05/2016 02:00
Para la cantante haitiana, la música es su herramienta para rescatar una cultura en peligro de extinción

El día que sintió el retumbar de los tambores y presenció a las mujeres danzar a su ritmo —durante una ceremonia vudú en su natal Gonaïves—, Emeline Michel supo que su musicalidad no se limitaría a lo aprendido en el coro de la iglesia.

Así lo relató a La Estrella de Panamá la cantante y compositora que visitó por primera vez Panamá en días pasados, para participar del concierto de cierre de África en América, un proyecto cultural de la Alcaldía de Panamá en conjunto con la Universidad de Panamá y con el apoyo del BID, Banesco y la ATP.

Su padre se resistía a ese instinto de Michel por explorar los ritmos de su pueblo, mucho menos los que se asociaban a ritos vudú. Él deseaba que se convirtiera en cantante de ‘gospel'. Para ella, por otra parte, el amar y admirar la música de sus raíces no implicaba mezclarlo con la religión.

‘[El gospel]está en mí, pero amplié mi horizonte para incluir a más personas dentro de mi música, al adoptar otros géneros'.

A los quince años, la adolescente haitiana debutó con una canción en la radio. Cuatro años después cumplió con una promesa que le había hecho a su padre: llenar el Teatro Rex —entonces el más grande de Haití—, para una presentación suya. ‘Cuando logré eso fue que mi padre se dio por vencido'.

HISTORIAS QUE CONECTAN

Un aspecto fundamental para la compositora es que sus canciones lleven una historia poderosa que despierte emociones, y con la que su público se pueda identificar.

Así ha amasado fanaticada en sitios tan inesperados como Japón o Chile.

EMELINE MICHEL

‘Tenemos tantos ritmos magníficos, preciosos y cada vez menos músicos encuentran atractivo el cultivar ese sentido de lo nuestro', Cantante y compositora haitiana

Y por esto no se identifica con un solo género. Aunque fue educada en el jazz y no se despega de los ritmos tradicionales de su tierra, la llamada ‘Reina de la canción Creole' sostiene que también mantiene influencias de Paris, donde aprendió tanto de música como de poesía y de Nueva York, ciudad en la que reside actualmente.

Parte de su trabajo musical también contempla conectar a los haitianos con su propia cultura, pues siente que está desapareciendo poco a poco por causa de influencias extranjeras.

‘Tenemos tantos ritmos magníficos, preciosos y cada vez menos músicos encuentran atractivo el cultivar ese sentido de lo nuestro', destaca la artista.

RELATOS DE CONCIENCIA

Aparte de rescatar tradiciones, Michel quiere despertar la conciencia colectiva.

Uno de sus temas recientes más poderosos, ‘Djannie', habla del maltrato hacia la mujer. La cantante considera que suficientes ya han muerto por causa de esto, y no es posible que siga siendo un tema tabú que la sociedad no se atreva a abordar.

Pero ese no es el único problema que le preocupa de Haití y que toca en sus canciones. Está el ‘racismo' dentro de sus propias fronteras.

Se le da mayor valor a los tonos de piel más claros y esto trae consecuencias en distintos niveles.

‘Es una especie de colonización, pensar que todo lo demás es mejor que lo que viene de casa', comenta. ‘Debemos aceptar nuestros distintos tonos de piel y amarlos, somos todos iguales en el fondo y así somos hermosos'.

También desea hacer un esfuerzo por llegar a las nuevas generaciones, a las que ve ‘totalmente perdidas', aceptando el dinero fácil y arriesgando así un futuro más valioso, construido por ellos mismos.

Esto pretende lograrlo a través de la voz de una joven talento que está ayudando a producir.

‘Ella es parte de esa generación que quiere las cosas rápido, que no tiene paciencia', detalla. ‘Es probable que, entre la palabra hablada y la música tradicional, pueda llegarle al público adecuado'.

HISTORIAS EN COMUNIDAD

Haití es un país de gente positiva, nos confiesa Michel. ‘A pesar de que siempre está pasando algo. Si no es el clima, es la política o la violencia', dice. ‘Pero tenemos una cierta forma de ver la vida que nos permite estar siempre felices'.

Este es uno de los aspectos que más extraña de su tierra, así como el sentido de comunidad, algo que no ha encontrado en Nueva York

‘La última vez que estaba nevando me caí. La gente me pasaba por el lado como si nada', recuerda, entre risas. ‘En Haití todo el mundo habría estado junto a mí preguntando si estoy bien'.

Como parte de este instinto de hacer comunidad, la compositora creó su propia compañía de producción musical.

‘Me gusta mucho hacer todo en vivo, podemos ser siete músicos en un estudio grabando una canción, se crea una especie de comunión', describe. ‘Ningún productor permitiría que haga eso. A veces, cuando nos sorprende la noche grabando, nos tomamos juntos un ‘shot' de Barbancourt [ron haitiano]'.

En este espíritu de colaboración también produjo un álbum en conjunto con poetas y escritores haitianos, Quintessence .

‘Todo lo que escribimos, llevó mucho tiempo, pero es uno de mis discos favoritos, porque está completamente al desnudo'.

Y agrega que esas ganas de hacer comunidad tal vez sea algo inherente de sus raíces africanas, al evocar la experiencia que tuvo visitando Senegal y Burkina Faso, sentándose a escribir con los músicos de allá y sintiendo que ya los conocía de mucho tiempo.

Aunque África es una herencia de la que se enorgullece, admite que esa fusión con su isla la hace sentir más salvaje y única todavía.

Por esto no se identifica cuando la llaman ‘la Joni Mitchell de Haití'.

‘Ella es una figura destacada en la música, así que lo tomo como un halago', insinua. ‘Pero cuando escucho su material no me encuentro a mí misma'

¿Habría preferido que la compararan con otra figura? ‘Yo me habría elegido a mí misma', replica, con una carcajada. ‘Me gustaría ser simplemente yo, con mis propias imperfecciones y unos cuantos momentos de gloria'.

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