La medianera

Actualizado
  • 06/02/2018 01:00
Creado
  • 06/02/2018 01:00
‘Arte, memoria y experiencia'

La ausencia, la pérdida, las huellas, el trauma… sea que nos encontremos apreciando los recuerdos íntimos de un artista o nos refiramos a la manera en que museos y galerías exponen fragmentos de la memoria cultural, el arte contemporáneo parece estar lleno de pasado. Desde mediados del siglo XX y en las últimas décadas, el arte ha desarrollado una tendencia (o preocupación) por la memoria en relación a las emociones y a la historia de la cultura, motivada por una inquietud frente al paso del tiempo y ante las posibilidades que ofrece la tecnología para crear nuevas formas narrativas y de ‘arqueología de la memoria', como diría Michel Foucault.

En su teoría estética, Theodor Adorno concibe que el arte es un proceso que pasa por diversos momentos, y aunque no todos guardan relación con la estética, para él existen dos a los que dedica especial atención: uno material o mimético y uno formal que guarda relación con el lenguaje.

El momento mimético es de gran importancia porque no hay arte sin transformar algo en otra cosa, y en el caso de la memoria como arte, lo que se transforma son recuerdos inmateriales (reales o ficticios) de la memoria individual o pública en objetos físicos y espaciales, una tendencia que cobró fuerza desde los años sesenta y se mantiene hasta la actualidad.

Para Susan Sontag, las imágenes, en especial las fotográficas y de video, son una manera de confirmar la realidad, además de calmar nuestra ansiedad ante el olvido y la desconfianza en nuestra propia memoria, permitiéndonos revisitar momentos, rostros, lugares y emociones.

No resulta extraño, entonces, que frente a las posibilidades que nos ofrecen las nuevas herramientas tecnológicas, en la actualidad parezcamos estar más interesados en producir imágenes que en mirarlas, de manera que ya no sólo los artistas denominados ‘conceptuales' son capaces de utilizar la memoria como materia prima, lo que vuelve ubicuo el diálogo con el pasado.

Uno de los grandes exponentes de la memoria como arte es Chris Marker, cineasta, fotógrafo y escritor francés a quien se atribuye la creación del ensayo visual como género cinematográfico. En Marker, los recuerdos y la mímesis de la memoria son ejes centrales para la creación, de manera que combina dos formas narrativas aparentemente opuestas para articular una especie de poema audiovisual por medio de tomas documentales combinadas con relatos de ficción en los que un personaje cuenta sus experiencias y reflexiones.

Con esta técnica que le es atribuida, Marker logra implicar a la realidad y al mundo de la imaginación imitando la manera en que funciona la memoria y cómo nos coloca siempre frente a aparentes incongruencias entre nuestras imágenes mentales en términos de espacio y tiempo. También logra hacernos reflexionar sobre cómo nos conectamos con los demás al apropiarnos de sus recuerdos como si fuesen nuestros.

Su trabajo puede resultar un punto de partida interesante para analizar la forma en que se producen las experiencias colectivas y las memorias implantadas a través de las imágenes y del arte, un campo de investigación en el que se rompe la dicotomía entre la ciencia y las humanidades.

Son muchos los teóricos que se han dedicado a la investigación de esta apropiación de las memorias y de las experiencias. Bernard Stiegler, filósofo francés y autor de ‘La technique et le temps', describe la memoria en tres términos: retentiva, secundaria y terciaria.

Esta última puede ser definida como la acumulación de todas las experiencias que hemos memorizado sin que las hayamos vivido directamente o, dicho de otra manera, es donde se encuentran ‘almacenadas' nuestras experiencias vicarias.

Estas últimas son obtenidas a través de las narraciones de otras personas o por medio de las imágenes a las que estamos expuestos con frecuencia, como la literatura, el cine, la publicidad y, más recientemente, a los contenidos compartidos en entornos digitales. De hecho, gran parte de nuestra identidad individual y colectiva está configurada a partir de experiencias terciarias, con lo cual este tipo de memoria podría ser una respuesta (junto con nuestra capacidad de empatía) a la manera en que logramos tener experiencias a través de representaciones de la realidad, algo fundamental para un género como el que desarrolla Marker.

Además de la relevancia emocional y de la posibilidad de trazar una guía de acción por medio de marcos de referencia, la importancia de la memoria también reside en su potencial para ser mediada materialmente como lo hace el arte, transformando el acto de recordar en una experiencia (en ocasiones dolorosa, pero en otras, de disfrute) que nos permite recordar y cuestionar nuestro pasado individual o colectivo, así como descifrar lo que nos ocurre en el presente.

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