Adiós a Guillermo Trujillo, el hombre que nos enseñó a ver

Actualizado
  • 12/07/2018 02:00
Creado
  • 12/07/2018 02:00
El gran maestro de la plástica panameña Guillermo Trujillo falleció la noche del pasado martes, 10 de julio, a los 91 años de edad

Se han cerrado para siempre los ojos del hombre que nos enseñó a ver. Guillermo Trujillo, el pintor cuyo nombre sobresale junto a los más grandes exponentes de la pintura latinoamericana contemporánea, falleció a los 91 años la noche del pasado martes, y en la memoria de quienes lo conocieron se imprime ahora no solo el vacío del ‘más renacentista de los artistas panameños' con su propio lenguaje visual, sino, ante todo, el adiós a un maestro.

DR. ORLANDO GONZÁLEZ YINGHISTORIADOR DE ARTE, MUSEÓLOGO

‘Creo que los panameños aún no hemos terminado de descubrir a Trujillo porque aún no nos hemos terminado de descubrir a nosotros mismos como nación'

La galerista Vivian Sosa dice que Trujillo nos enseñó a ver porque era un hombre altamente instruido y su inteligencia le permitía apreciar con soltura la belleza más allá de lo evidente. Leía varios libros por semana, al punto que cuando no podía sostenerlos con sus manos porque luchaba contra un cáncer, les arrancaba las hojas para leerlas una por una.

Quizás el lugar donde se cristalizó la lección de afinar una mirada profunda fue en Las Guabas: un taller que se levantó en un rincón de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Panamá (UP).

Allí, Guillermo Trujillo e Iván Zachrisson se ensuciaban las manos con barro para moldear la obra y visión de artistas noveles.

‘Fue uno de los mejores pintores que hemos tenido en este país, aparte de formador de escuela, y nos enseñó a ver, porque era una persona sumamente inteligente, humanista, con una gran sensibilidad', evoca Sosa, quien trabajaría con el artista unos 35 años, a través de la Galería Habitante.

Era un maestro estricto, diestro en dibujo —sus maestros fueron Roberto Lewis y Juan Manuel Cedeño—, acuarela, óleo, cerámica, escultura, grabado, serigrafía, tapices con técnicas como el petit-point , y hasta molas. Se había graduado de arquitectura ahí, en la UP, y había regresado después de haber estudiado en Madrid, primero pintura por una beca que se le concedió en 1951; después de estudios en la Escuela de Cerámica de Moncloa y un curso especial de Jardinería y Paisaje en la Escuela Superior de Arquitectura, de 1954 a 1958.

‘Se muere el maestro de maestros, Guillermo Trujillo', lamenta la curadora de arte Arlene Lachman. ‘Ha sido uno de los artistas más importantes y trascendentales en la historia del arte de nuestro país, ha dejado un legado inmenso para su patria, a través de todas las manifestaciones artísticas en las que incursionó'.

Para la fundación Arte Panamá, que preside Lachman junto a la curadora Nancy Calvo, la desoladora pérdida de Trujillo deja, por otro lado, la alegría de un artista que trascendió y que vivirá para siempre en nuestra memoria histórica.

CRÓNICAS DESDE EL PARAÍSO

En el ensayo El paraíso perdido de Guillermo Trujillo , Pedro Luis Prado S. describe el paraíso en la obra pictórica del maestro como ‘una crónica de la libertad y la voluntad'.

El sentido del paraíso que vemos descorrer a lo largo de sus pinturas, dice Prado, es precisamente el afán de crear un mundo sin las mediaciones y el dominio de preceptos que enajenan la existencia del hombre.

Esa armonía que fluye entre coloridas figuras alargadas son también descritas por el historiador de arte Orlando Hernández Ying como ‘una ventana subjetiva a los recuerdos de su niñez pero con un código visual en el cual cada uno puede ver una imagen legible e interpretable'.

El propio Trujillo, en una conversación con Hernández Ying, le reveló que las prolijas composiciones que exhiben sus cuadros son producto de una serie de manchas que pinta por instinto desde que el lienzo está en blanco montado sobre el caballete en su estudio. Pero es una intuición que se despliega en medio de la disciplina: el maestro pintaba ocho horas al día, incluso cuando salió del hospital después de superar su enfermedad. Su máxima inquebrantable era que si un pintor no organizaba su tiempo, nunca iba a ser exitoso.

En el mismo texto del catálogo que acompañaría la muestra ‘Armonías telúricas' (Habitante, 2014), el historiador de arte va más allá y aborda un elemento imprescindible del universo Trujillo: las figuras totémicas, los ‘nuchus' o figuras ceremoniales que retratan espíritus ancestrales gunas y los bastiones ceremoniales emberá. La obra de Guillermo Trujillo es también una vitrina a la cual asomarse para aprender a ver nuestro pasado.

‘A través de su pintura el maestro nos traduce las energías de los elementos, las canaliza, y hace entendibles para el ser humano, y esto es precisamente lo que hacen los chamanes emberá, conocidos como jaibanás', escribió Hernández Ying.

Según la misma tradición, continúa el además museólogo, todas las cosas que existen poseen esa esencia que los hace existir; a ella es lo que llaman ‘jai', y esa esencia también vive en una realidad aparte de la cotidiana. Cual jaibaná, Trujillo se ha transformado una vez más en canal de los mundos espirituales paralelos y nos deja ver en sus cuadros, ventanas hacia ellos.

‘Creo que los panameños aún no hemos terminado de descubrir a Trujillo porque aún no nos hemos terminado de descubrir a nosotros mismos como nación', sugiere Hernández Ying, el mismo autor del texto que acompañó la última exposición de Trujillo, ‘Paisajes Verticales' (2017).

Y añade: ‘Bajo la presión del mundo moderno, de tratar de pertenecer al primer mundo a través de la tecnología y la explosión desmesurada de las construcciones y los ríos, la globalización y la adquisición de bienes, se nos ha olvidado observar de dónde venimos, quiénes somos, quiénes son nuestro ancestros culturales y de quiénes heredamos la tierra, y cómo vivían al menos en más armonía con su entorno natural. Su obra nos llama a buscar esa paz en y con la naturaleza'.

DR. ORLANDO GONZÁLEZ YING

HISTORIADOR DE ARTE, MUSEÓLOGO

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