Los secretos detrás de la preparación física del Ballet Nacional

Los bailarines no solo entrenan con barras y espejos. José Antonio Candia Acosta, exatleta de alto rendimiento y especialista en acondicionamiento físico, es el responsable de preparar a los bailarines para resistir la intensidad de obras como “El Lago de los Cisnes”

En un salón se encuentran bandas elásticas, camillas para simular ciertos movimientos técnicos, pesas, colchonetas... Es el gimnasio del Ballet Nacional de Panamá, ubicado en el edificio Margot Fontaine de la Ciudad de las Artes. En él, los bailarines realizan ejercicios específicos para mejorar amplitud articular, fuerza, resistencia, para sostener una pierna en el aire. Para hacer los pasos perfectos.

“Es un trabajo personalizado, aunque hay cosas comunes que todos deben hacer: piernas altas, equilibrio sobre una sola pierna —muchas veces en puntas—, giros con eje bien definido. Si pierdes el eje, te caes. Este trabajo sólo puede hacerlo alguien con conocimientos especializados”, explica a La Decana José Antonio Candia Acosta, preparador físico de la compañía.

De acuerdo con Candia, el acondicionamiento físico de un bailarín no es igual al de un futbolista ni un beisbolista ni un tenista. Es completamente diferente. “Con ellos el trabajo es más específico: hay que identificar situaciones técnicas que no pueden ejecutar correctamente por carencias musculares, desbalances o tensiones en zonas donde no deberían existir”.

El trabajo que se hace es más profesional, más personalizado y, sobre todo, más preventivo. “Tenemos pocos bailarines y todos deben estar en óptimas condiciones. Si uno se lesiona, el trabajo recae en otro. Por eso estamos enfocados en lograr un alto rendimiento y buenos resultados”, asegura el preparador.

Hay coreografías con un grado de complejidad muy alto en términos escénicos. Para enfrentarlas, necesitan tener un acondicionamiento adecuado, resistencia a trabajos intensos, capacidad de recuperación rápida. Muchas veces trabajan con un gran déficit de oxígeno y deben estar preparados para eso.

También es importante fortalecer ciertas zonas del cuerpo, ampliar el rango articular para que las extensiones sean más limpias y controladas. Por ejemplo, las bailarinas deben tener pies fuertes para sostenerse en puntas durante una obra entera. El Lago de los Cisnes es una pieza “extremadamente demandante, sobre todo para la bailarina principal, y hay que prepararla para eso”.

“Nada sustituye una clase de ballet. La clase de ballet es la que realmente forma al bailarín. Sin embargo, hay otros elementos complementarios que hacen más eficiente ese entrenamiento. Los bailarines, aunque no sean atletas en el sentido tradicional, sí deben prepararse como tales. Hacen cosas que no son habituales para un ser humano promedio, y para eso necesitan una preparación física óptima que les permita rendir al máximo”, afirma.

Todos los días comienzan con un calentamiento extenso antes de las clases. “Es la forma de crear condiciones físicas y mentales favorables para rendir”. Luego, quienes no tienen ensayo, trabajan en sesiones personalizadas con Candia para corregir limitaciones. “Todos tienen un límite, y mi trabajo es empujar ese límite. Si el techo está en dos metros, hay que llevarlo a tres, si es posible. Pero eso se logra con trabajo específico y bien dirigido”.

El enfoque es más preventivo que curativo. “Esta carrera no está hecha para que los bailarines se lesionen cada tres meses. Si haces todo bien, no corres riesgos. La mayoría de las lesiones —diría que el 99.9%— tienen su origen en errores técnicos, en una formación deficiente o en exceder los límites físicos sin la preparación adecuada”, afirma.

Cuando un bailarín se fatiga, pierde el control de ciertas zonas del cuerpo y eso puede derivar en lesiones: fisuras, fracturas, esguinces. “He trabajado con chicos que tenían fisuras en las tibias por errores en los aterrizajes de los saltos. Ahora están en proceso de recuperación y lo estamos haciendo bien. Es lento, pero seguro”.

Para Candia, esta es una profesión que exige una labor preventiva. “Siempre hay señales: cuando algo empieza a doler, hay que actuar de inmediato, antes de que el dolor se vuelva agudo e invalidante. Es una carrera dura, exigente, que requiere tiempo, intensidad, descanso, buena alimentación —sin excesos—, y también estabilidad emocional y mental”.

“El bailarín no solo tiene que recibir la clase de ballet. También debe cuidar su alimentación, su descanso, su recuperación y su bienestar psicológico para poder expresar en escena todo lo que una coreografía y una pieza musical exigen de él”.

Disciplina atlética al servicio del ballet

José Antonio Candia Acosta es licenciado en Cultura Física, egresado de la Universidad del Deporte en Cuba. Durante muchos años fue atleta de alto rendimiento: integró por 17 años una selección nacional y participó en múltiples eventos internacionales multidisciplinarios. Su vida giraba en torno al deporte, hasta que su entorno familiar —su hermano, su cuñada y su esposa, todos bailarines con más de cuatro décadas de experiencia— lo acercó al mundo de la danza.

Desde 1995 se desempeña como preparador físico, fisioterapeuta y rehabilitador de bailarines. Se ha especializado en el acondicionamiento físico para la danza escénica y ha trabajado en países como Argentina, Colombia, México, Panamá, Paraguay y Brasil. Su enfoque es claro: evitar que los bailarines se lesionen. “Esta carrera es muy exigente y puede ser traumática si no se cuenta con una buena preparación”, afirma.

En Panamá lleva casi diez años colaborando con escuelas de formación artística. Para él, esa es la parte más desafiante y gratificante del proceso. La formación, sostiene, es clave para prevenir lesiones y garantizar el futuro de una carrera tan demandante. “Formarte y formarte bien es lo que evita que te lesiones. Como esta es una carrera tan exigente, sencillamente tienes que hacer las cosas bien. Si no las haces bien, vas a tener problemas”, asegura.

José Antonio Candia
Preparador físico del Ballet Nacional
El bailarín no solo tiene que recibir la clase de ‘ballet’. También debe cuidar su alimentación, su descanso, su recuperación y su bienestar psicológico para poder expresar en escena todo lo que una coreografía y una pieza musical exigen de él”.
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