Las identidades son dinámicas, las culturas son creativas

Actualizado
  • 10/11/2019 00:00
Creado
  • 10/11/2019 00:00
El antropólogo Cebaldo De León Smith, autor de 'Mi primer árbol', se refiere a la oralidad como fuerza y fuente, como la base de la cultura guna. La palabra, el canto y el cuento son una semilla fecunda

Entrevistamos al antropólogo, escritor y poeta Cebaldo de León Smith Inawinapi, quien vive en Panamá y en Portugal. Nació en Guna Yala, en la isla de Usdup, que es una de las más de trescientas islas del archipiélago. Entre sus trabajos se encuentra El impacto del turismo en Kuna Yala (2007), junto con Xerardo Pereira Pérez. Ahora nos entrega Mi primer árbol (2019), edición bilingüe, con ilustraciones de Martanoemí Noriega y Ologwagdi.

Háblanos de 'Mi primer árbol', ¿cómo nació este texto para niños?

Primero nace solo como texto (sin ilustraciones), como una crónica en una columna en el suplemento “Mosaico” de La Prensa, donde contaba sobre mis mundos y espantos, mis aprendizajes y sorpresas. Sobre mi aldea y las otras aldeas que fui conociendo. Y la primera crónica fue la del árbol que nació conmigo. Quería empezar con el origen, con la siembra de mi cordón umbilical, mi primer nacimiento. Nace como un texto para todos, adultos y niños. El primer ritual dule para los nuevos habitantes del planeta. Y como naciendo un crío, nace también un árbol, un cómplice, un amigo. Esta intensa complicidad con la naturaleza y las palabras. Y siempre soñé publicar un día un libro con todas las crónicas, e ilustrar algunas. Hasta ahora no fue posible. Pero un día una maga, estos seres que andan creando alegrías y colores en la vida, me preguntó;: “Cebaldo, quiero un día ilustrar algunas de tus crónicas, si me permites, podía ser “mi primer árbol”, ¿que dices?”. Yo encantado y feliz de este encuentro y de allí nace y renace este texto, ya con vestidos y ropas coloridas. Y se unen al barco otros cómplices que también querían contar mis historias desde sus pinceles y miradas, y por eso es un trabajo colectivo de Martanoemi Noriega, Ologwagdi y yo.

El texto es bilingüe, es decir, en guna y en español. ¿Podrías imaginártelo circulando también entre niños no gunas?

Como conté al principio, el texto original es en español. Así que sus primeros lectores fueron los castellanohablantes, adultos. Y para el trabajo ilustrado decidimos publicarlo en las dos lenguas, un diálogo de culturas, que lectores de ambas lenguas lo vivan, lo sientan y lo disfruten, como las ilustraciones. Y es curioso que el primer taller, en el marco de la exposición “Dulemar” (MAC) que se realizó con el libro, fue para escuelas urbanas, donde estudian muchos niños gunas. La experiencia fue muy hermosa. Creo que el hecho de que el texto gana nueva vida al leerse en voz alta y que las ilustraciones provocan otros vuelos, hace del libro algo interesante para todos los niños de diferentes lenguas y culturas.

Hay un valor preponderante en la cultura, las tradiciones gunas, la madre, la tierra, la palabra. Podrías decirnos, ¿cómo es la relación del 'mundo guna' con el 'mundo exterior'? ¿Es una amenaza? ¿Es una oportunidad?

Por el hecho de ser una cultura de resistencia, de re-construcción, de largas batallas y de adaptaciones, debido a esta larga historia desde la conquista, el periodo colonial, y el republicano… todo eso le ha dado una fuerza y potencia a los pueblos indígenas. Perseguidos, arrinconados, mismo así han creado y recreado su mundo y sus mundos, su lengua, sus modos de vida. Nunca han estado los gunas alejados de este “otro mundo”. Lo han utilizado para su refuerzo cultural, político, económico, teniendo como base su comunitarismo, su visión de la Naturaleza. Las identidades son dinámicas, las culturas son creativas, las palabras caminan, vuelan. Se contagian. Y crean nuevas fortalezas, como nuevos abrazos. Si ayer (aunque continúa hoy, en diferentes formas) el monólogo fue lo que se imponía, hoy es el diálogo lo que urge. Que lo que ayer fue un “choque”, un encontronazo, una violencia sin límites, hoy sea un encuentro de culturas. Un mundo donde el diálogo y las miradas cómplices sean cotidianos. Culturas descubriéndose y redescubriéndose mutuamente y día a día, culturas vivas, memorias en conjunción.

Las identidades son dinámicas, las culturas son creativas
Hay una frase en tu libro que dice que no solo del agua, de sol y de abono viven los árboles. Sino también de la palabra. ¿Es acaso esta afirmación un honor a la palabra como transmisora de tradición y saber?

Sí, la oralidad es fuerza y fuente, es base de nuestra cultura. La palabra es semilla. El canto, el cuento. Un Poeta Mayor, o una jerarca cultural, o un médico dule, es a través de la palabra que seduce a los elementos de la naturaleza o al público, con su canto y sus historias, y sus conocimientos para ejercer su tarea de conductor de la aldea, de médico, de ritualista, de especialista, de poeta. Y es terapia también para los dolores del cuerpo y del alma. Palabra y silencio, escuchar y contar, son momentos comunes en la vida diaria de las aldeas. Es comunión, el hilo que une la naturaleza y sus criaturas, entre ellas el hombre, los seres vivos, y la palabra como uno de sus vehículos.

Hay muchas imágenes en tu libro, ¿por qué?

Así como la palabra es el que más ordena en nuestras comunidades, la imagen, la narrativa vía símbolos y caracteres, como ilustraciones, es fundamental, como las molas, que cuentan el día a día de la aldea, que narran sucesos históricos, o lo que siente la mujer de ver el verde de la selva o del mar, el camino de los caracoles, hasta el viento y sus humores (lo sueña, lo imagina… y cose su mola). Y mis queridos cómplices Martanoemí y Olo, “leyeron” esta historia desde sus mundos y creatividad, en especial Martanoemí, que supo entrar en este círculo de palabras y sueños del texto y re-creó de una forma maravillosa una nueva lectura de la crónica. Desde las imágenes nacen nuevas palabras, otras ideas, como de la palabra nacen imágenes y otros vuelos. Imágenes que cuentan.

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