Violencia en el noviazgo, una secuela de sociedades machistas

Actualizado
  • 22/04/2020 00:00
Creado
  • 22/04/2020 00:00
Regularmente esta conducta violenta es aprendida en el hogar. Se reconoce cuando el novio o la novia ejerce un control o dominio sobre la pareja

Se miró al espejo. Entre moretones y lágrimas no reconocía el rostro que se reflejaba en el cristal. Yamila Del Valle G. decidió salir con sus amigas sin el visto bueno de su novio. Al día siguiente, él la esperó en su casa donde regularmente ella acudía. Lejos de ser recibida con un beso, “sentí un golpe en mi cara y luego otro y otro. Fue la primera vez que me golpeó”. Hoy, recuperada, Del Valle, de 21 años de edad, cuenta cómo cayó y se libró de la telaraña de violencia física, verbal y psicológica que entretejió por dos años su novio agresivo.

Si te ignora, controla, hace bromas hirientes; hay violencia

Su historia sirve como testimonio a jóvenes que sufren las secuelas de un noviazgo violento.

Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), nueve de cada diez adolescentes viven situaciones de violencia de cualquier tipo, y tres de cada diez adolescentes denuncian que sufren violencia en el noviazgo, el resto elige mantenerlo en silencio al considerar que son conductas normales y que no aumentarán.

¿Qué es y cómo se detecta?

La OMS define la violencia como el uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones. Dentro de la clasificación de la violencia, el organismo internacional identifica tres tipos: la violencia autoinfligida (comportamiento suicida y autolesiones), la violencia interpersonal (violencia familiar, que incluye menores, pareja y ancianos; así como violencia entre personas sin parentesco) y la violencia colectiva (social, política y económica). La violencia en el noviazgo está enmarcada en la violencia de pareja.

Aunque el noviazgo debe caracterizarse por ser una etapa agradable y romántica donde la pareja se conoce, en ocasiones dentro de esta relación se sufre violencia, siendo las mujeres las más afectadas.

“Para detectar la violencia en el noviazgo debo decirte que existen cuatro tipos de violencia contra la mujer: la física, aquella que se reconoce por los golpes; la psicológica que es la más difícil de reconocer y afecta la psique y baja la autoestima; la violencia sexual donde se obliga a tener un contacto sexual o relaciones sexuales cuando no lo quieres, y la violencia económica que es el control del dinero. De estas cuatro, la más común en los noviazgos es la psicológica”, detalla Taydee Gordón, profesora de Evaluación de Proyectos del Ministerio de Educación y miembro de la Red de Mecanismos Gubernamentales por la Igualdad de la Mujer.

En el año 2009, el Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud (Icges) realizó la Encuesta nacional de salud sexual y reproductiva (Ennaser-2009), con representatividad urbana, rural e indígena, donde uno de los aspectos estudiados fue la violencia doméstica. La población objeto de estudio fue las mujeres de 15 a 49 años de edad.

La encuesta reportó que, en todo el país, el 19.7% de las mujeres ha experimentado violencia física alguna vez en su vida después de cumplir los 12 años. En los últimos 12 meses, 9.3% de las mujeres reportó violencia física, representando el 11.8% de ellas, las adolescentes de 15 a 19 años. El agresor más común en los últimos 12 meses era el esposo, compañero o novio.

Un estudio multipaís de la OMS sobre la violencia contra la mujer realizado en nueve países, especifica que las adolescentes y mujeres jóvenes (15-24 años) tienen mayor riesgo de sufrir violencia física y sexual por la pareja.

En la etapa del noviazgo la violencia “se reconoce cuando el novio o la novia ejerce un control o dominio sobre la pareja”, señala Gordón. ¿Cómo es ese control? “Te dice con quién puedes hablar y a qué hora, te controla las amistades, tu forma de vestir, de peinar, te va coaccionando en todo lo que haces”, indica.

Así empezó la historia violenta de Del Valle. “Tenía 17 años y mi novio 19, me decía que no podía hablar con mis amigos hombres si él no estaba presente, tampoco le gustaba que me llamaran, al comienzo pensé que no estaba mal”, recuerda la joven.

Recientemente el Fondo de Población de las Naciones Unidas-Panamá en colaboración con la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senniaf) y el Instituto Nacional de la Mujer divulgó una guía en la que dictan señales de que la violencia está presente y aumentará. “Si te ignora, controla, hace bromas hirientes, te miente o engaña, ridiculiza, cela, agrede “jugando”, destruye objetos personales; hay violencia”, señala el documento.

Los psicólogos Robert A. Baron y Donn Byme, en el texto “Psicología Social” indican que “la violencia es un comportamiento aprendido a lo largo de la vida del ser humano”. Este comportamiento (Losso, 2001) se transmite generacionalmente a través de creencias que surgen en el seno de las familias, premisas que concuerdan con la realidad panameña.

“Muchas veces la violencia que se da en el noviazgo es aprendida en el hogar, en la familia”, dice Gordón. La miembro de la Red de Mecanismos Gubernamentales por la Igualdad de la Mujer explica que los modelos de conducta que el hombre y la mujer desarrollan, ocurren y se aprenden en la familia. “En Panamá tenemos un gran problema: el machismo. Este modelo implica el control y dominio sobre la mujer por el solo hecho de ser el hombre y el que supuestamente manda. Las familias panameñas transmiten ese molde de hombre controlador de generación a generación”, dice.

Consecuencias

El Fondo de Población de las Naciones Unidas-Panamá establece que la depresión, aislamiento, ansiedad, fracaso escolar, trastornos en la alimentación, trastornos en el sueño, embarazos no deseados, entre otras, son secuelas de un noviazgo violento.

Quienes lo padecen, deben contarle a una persona adulta de confianza (padre, madre, familiar, profesor) para que le oriente y ayude a buscar apoyo profesional.

Para prevenir la acción se hace necesario un trabajo mancomunado entre sociedad y organizaciones estatales y no gubernamentales.

“Lo primordial es que los padres hablen con el ejemplo. Si se vive en familias con situaciones complejas, los adultos deben informar a los jóvenes cómo debe ser una relación sana”, apunta Cecilia T. Dean L., psicóloga especialista en terapia familiar.

Agrega que en colegios y las organizaciones deben reforzar lo bueno aprendido en casa; en este sentido, Gordón indica que el Ministerio de Educación a través de la oficina de Población realiza el taller denominado Nuevas masculinidades, con el fin de romper paradigmas que afectan tanto a las mujeres como a los hombres.

Precisamente, un hombre consciente de que el machismo no deja nada bueno, fue quien ayudó a Del Valle a terminar su relación violenta.

“Un poco asustada, luego de ver mi rostro golpeado, les conté a mis padres lo que me había pasado y ellos me apoyaron. Tomaron acciones legales, me explicaron que si lo hizo una vez era muy probable que volviera a ocurrir, y juntos acudimos a un psicólogo”, dice la joven.

“Hoy trato de contarle mi experiencia a las muchachas para que no caigan en eso. Que se den cuenta a tiempo, cuando empiezan a controlarlas y a celarlas, para que no lleguen a ser víctimas de violencia física”, concluyó Del Valle.

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