'Vivir dos veces', el deseo del infinito en una mente finita

Actualizado
  • 23/04/2020 14:19
Creado
  • 23/04/2020 14:19
El reciente largometraje de María Ripoll llega a Netflix para demostrar la fineza de una tragicomedia moderna en la vida cotidiana, las pruebas que deben superar las familias en momentos de dificultades y la importancia de creer en el destino

“Te he buscado dondequiera que yo voy / Y no te puedo hallar...” suena el bolero agridulce y tranquilo que nos adentra en la historia de un amor verdadero frustrado por el paso del tiempo, la distancia y la pérdida de las fuerzas hasta el último momento, donde una revelación –casi como una epifanía– le da la vuelta al rumbo de la vida de Emilio (Óscar Martínez), quien, enterado de que sufre las primeras etapas del alzheimer, decide salir de su hogar en Valencia para buscar a su amada de la infancia, quien sentada en un bote y con una fugaz aparición (tanto en sus recuerdos como en la cinta), entonaba dicho canto que funciona como un pilar para la trama.

Óscar Martínez, quien interpreta a Emilio, tuvo que perfeccionar su acento castellano para la cinta; es la primera en la que no usa su acento argentino.

Emilio, un profesor de matemáticas universitario, se rige por la lógica en cada aspecto de su vida dejando de lado las emociones e impulsividades propias de la pasión humana, hasta que descubre que su memoria le será arrebatada progresivamente y entonces su rumbo es fijado por la esperanza y un único objetivo en su lista de cosas por hacer antes de morir: encontrar a Margarita, la mujer de quien estuvo enamorado durante su adolescencia, casi medio siglo antes de la actualidad en la que se asienta la trama.

Como espectadores podemos hacer porras para que Emilio lo consiga, que sea feliz y que termine sus días tomado de la mano con el amor de su vida antes de que la hora y 40 minutos que dura la cinta llegue a su fin. Sin embargo, al viaje se une su hija Julia (Inma Cuentas), su nieta Blanca (Mafalda Carbonell, un descubrimiento para la cinematografía española) y su yerno Felipe (Nacho López), quienes a regañadientes, al principio, embarcan en un viaje por carretera que sacará a la luz lo que se esconde tras la imagen de una “familia feliz”.

Cuentas lleva su interpretación a un nivel altamente profesional al enmarcar a la hija ingrata y dolida que sueña aún con el reconocimiento de su padre, aun en medio de la adversidad, pero que logra dar un vistazo a una mujer común, trabajadora y casi desesperanzada sintiendo que lleva el mundo en sus hombros y al mismo tiempo, siendo el personaje con mayor evolución en la cinta, sin ser opacada por el progreso de la enfermedad de Emilio.

Para la cineasta María Ripoll (Tu vida en 65 minutos, Ahora o nunca) este es su octavo largometraje en solitario que le sigue la pista tras una fila de éxitos con proyectos anteriores dentro y fuera de España. La visión de Ripoll para 'Vivir dos veces' se centró en el equilibro entre la comedia y el drama, según explicó al medio El Periódico: “La enfermedad de alzheimer es muy dramática, es uno de esos temas tabús de los que no se habla, como la muerte. Pero intentamos tratarlo de un modo divertido con situaciones muy surrealistas, hacerlo cercano porque hay mucha gente que puede sentirse identificada. El reto que me planteé era que no se nos fuera la mano ni en lo cómico ni en lo dramático, que fuera muy respetuosa”.

El papel de Blanca originalmente iba a ser de una adolescente de 17 años.

Como tercer pilar de la historia de Emilio se encuentra su nieta Blanca, una niña de 10 años muy espontánea, cálida y un poco mal educada que enfrenta a su abuelo y se vuelve su cómplice en el viaje que lo impulsa todo. La relación nieta-abuelo es una que muchos padres se esfuerzan por cultivar, aun más en la actualidad regida por los dispositivos móviles y smartphones de alto nivel tecnológico, lo que se presenta como anillo al dedo en la cinta, hasta que vemos la barrera de la edad y la lejanía ser derrumbada por una emoción genuina de amor y pérdida por parte de ambos personajes cuando la presencia de Blanca en la memoria de su abuelo llega a su punto final.

En la travesía sin rumbo fijo en la que se encuentran los personajes, se puede ver reflejado el detalle absoluto de Ripoll, desde las locaciones exteriores, el contraste de emociones, uno que otro cuadro slow-motion que nos hace sentir parte del estado mental que atraviesa Emilio y la música que los envuelve. La música es un punto fuerte en la narrativa de la cinta, ya que, sin darnos cuenta a menos que agudicemos el oído, es la que nos hace entender el ritmo de los sucesos, y para cada emoción existe una tonada que fácilmente la separa de las demás, dejando el camino libre para la interpretación del espectador, pero también para conocer las intenciones de la directora.

A su vez, la película nos adentra en una infinidad de temas, desde que una letra 'S' sin terminar puede ser un símbolo de 'infinito', hasta la importancia de la honestidad y la dignidad en el cuadro familiar. La unidad del elenco –principalmente Cuentas, Martínez y Carbonell– se pone a prueba en la misma manera que sucedería en la vida real: a través de discusiones familiares acerca de sucesos que no se pueden conversar en la mesa del comedor un domingo en la tarde. Y son justamente estas disputas las que nos hacen entender, junto a los personajes, los cambios que cada uno va atravesando y enfrentando dentro de sí mismos.

María Ripoll añadió su voz en un cameo que puede escucharse al inicio de la cinta.

El libreto de María Mínguez, cargado de emotividad cruda y sincera, adopta de manera inigualable el juego entre el drama y los diálogos cómicos –aun cuando algunos sean un tanto difíciles de entender cuando se es latino–, lo que añade valor a las interacciones de las escenas. Una que otra línea en la historia se ve tratada con menos intención, lo que le hace ver como superficial a un detalle que parecía importante momentos antes, pero no por esto se resta el interés en la trama.

Para cuando llegamos como espectadores a los últimos minutos de la cinta, descubrimos que Emilio se ha marchado poco a poco frente a nuestros ojos –bajo la magnética interpretación del argentino Martínez (quien perfeccionó su acento castellano para el rol)–, y nos ha dejado con un mal sabor así como con una preocupación creciente, para luego ser llevados por la música al verdadero final, el que se merece una historia de amor y familia como la de él; marcada por las olas del mar y un bolero que se atenúa a la distancia.

'Vivir dos veces' es un relato visual que nos demuestra la verdadera fortaleza en seguir los sueños, por muy tarde que sea en la vida. En una historia emotiva, con toques de comedia e independencia de otras historias que hayan tratado con enfermedades seniles, Ripoll acerca al espectador a la realidad que se vive tanto en España como cualquier país de América Latina, la lucha por preservar los recuerdos que creemos infinitos en un momento en el que descubrimos lo finitos que somos.

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