La novena de Beethoven, una sinfonía inmortal para el mundo

Actualizado
  • 07/05/2020 00:00
Creado
  • 07/05/2020 00:00
Fue estrenada el 7 de mayo de 1824 y declarada Patrimonio de la Humanidad en 2013

Un día como hoy, 7 de mayo, en 1834, Viena se preparaba para acudir a la primera presentación pública de Beethoven, tras casi 12 años de ausencia. Considerado el más grande de los compositores y completamente sordo se disponía a presentar en el Theater am Kärntnertor (Teatro de la Puerta Carintia) su Sinfonía Nº 9 en re menor, op. 125, hoy conocida como la Novena.

Ludwig van Beethoven fue un compositor, director de orquesta y virtuoso pianista alemán.

Beethoven estaba ansioso por estrenar su trabajo en Berlín, dado que pensó que el gusto musical en Viena estaba dominado por compositores italianos como Rossini.

Sin embargo, sus amigos y financistas le motivaron a estrenar la sinfonía en la hoy capital de Austria.

Los pasos en Viena se apresuraban hacia el teatro. La sala estaba llena. Nadie quería perderse el estreno de la sinfonía y de la que se presumía sería la última aparición pública del genio alemán.

El silencio estremeció. Las notas musicales empezaron a mezclarse. En la sección de viento madera suena el flautín, flautas, oboes, clarinetes, fagots y contrafagots. Se unen a la melodía en perfecta armonía los instrumentos de viento metal. En la sección de cuerdas tienen su delicada participación: violines, violas, cellos y contrabajos; para darle la bienvenida a los imponentes sonidos de percusión a cargo de timbales, bombo, platillos y triángulo.

Las partes de soprano y alto fueron interpretadas por Henriette Sontag y Caroline Unger. Según la literatura universal, la interpretación fue dirigida por Michael Umlauf, maestro de capilla, sin embargo él y Beethoven compartieron el escenario.

Beethoven no podía oír el estreno, esto no fue una dificultad, tenía los sonidos en su cabeza. Siguió el estreno en una copia de la partitura, imaginando en su mente los sonidos que todos los demás escuchaban. Al final de la ejecución, él todavía estaba enfrascado en su partitura sin poder oír los aplausos que se apoderaron del recinto. Uno de los solistas le tocó el brazo y le hizo girar para que pudiera ver a un público eufórico que aplaudía y agitaba los pañuelos en el aire. Entonces, el compositor se inclinó y saludó a la audiencia.

El universo de la Novena sinfonía de Beethoven, una de las obras clásicas más populares del mundo, no se limita a los aspectos musicales presentes en sus obras, sino que incluye emociones y sentimientos impresos en cada una de las notas, producto de la experiencia y genialidad musical del compositor alemán Ludwig van Beethoven.

“La Novena era extraordinaria, no solo por su duración y magnitud instrumental, sino porque incorporaba un nuevo elemento: en el último movimiento intervenían cuatro solistas y un coro, que interpretaban el poema Oda a la Alegría, de Friedrich Schiller”, recoge La Vanguardia.

Y así nace una leyenda, una auténtica revolución musical. La Novena, aunque sigue una estructura convencional: cuatro movimientos, abre paso a una nueva percepción fenoménica de la música y extienden su duración hasta unos 65 minutos, un cambio sensible en las costumbres de la música y el espectáculo de aquel entonces.

Beethoven también rompió el sentido del equilibrio y la mesura del clasicismo, pues desarrolló transformaciones rítmicas a lo largo de la estructura que son contrastantes y realizó cambios en la configuración de la orquesta.

Efectivamente, la suposición de que el estreno de esta pieza sería la última aparición pública del compositor, se hizo realidad. En los tres años siguientes, se recluyó en casa aquejado por diversas enfermedades que lo postraron hasta su muerte en 1827.

176 años después de su fallecimiento, el 12 de enero de 2003 la Biblioteca Nacional de Berlín recibió el certificado correspondiente de la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en el que consta que la partitura ha sido incorporada en la lista de Patrimonio Mundial de la Humanidad.

“La partitura original de casi 200 páginas es uno de los tesoros más preciados de la Biblioteca Nacional de Berlín, en donde se encuentran también originales de Bach, Mozart y Mendelssohn Bartholdy”, apunta Deutsche Welle.

La partitura original escrita entre 1822 y 1824 se encuentra casi completa en la biblioteca situada en la alameda Unter den Linden. “Solo dos páginas del segundo tiempo se encuentran en la casa en la que nació el compositor, en la ciudad de Bonn, y tres folios del final en la Biblioteca Nacional de París. El manuscrito original está repleto de tachaduras y enmiendas y por lo tanto resulta difícil de leer, por lo que especialistas lo han copiado en limpio”, añade el medio alemán.

Música patrimonio de la humanidad

Al igual que la Novena sinfonía de Beethoven, en el ámbito de la música hay otras piezas declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco.

El canto polifónico georgiano fue inscrito en 2008 en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad (originalmente proclamado en 2001, según la Unesco).

Las canciones populares ocupan un lugar primordial en la cultura georgiana. Los cantos polifónicos en lengua georgiana constituyen una tradición secular en un país cuya lengua y cultura han sido oprimidas por todo tipo de invasores. En el registro oficial como Patrimonio de la Humanidad, la Unesco establece que hay tres tipos de polifonía en Georgia: la polifonía compleja que se practica en Svanetia; el diálogo polifónico con un fondo de bajo continuo, que se practica en el este de Georgia (Kajetia); y la polifonía contrastada con tres partes cantadas improvisadas, característica de Georgia occidental.

El arte de los akyn, narradores épicos kirguises, también es patrimonio de la humanidad. La forma predominante de expresión cultural de los nómadas kirguises es la narración de epopeyas. El arte de los akyn, narradores kirguises de relatos épicos, combina el canto, el arte dramático, la improvisación y la composición musical.

Estas representaciones tienen lugar con motivo de fiestas religiosas o privadas, en ceremonias que se celebran en ciertas temporadas o en las fiestas nacionales. Las epopeyas han sobrevivido a lo largo de los siglos gracias a la transmisión oral.

El Ahellil del Gurara, Argelia, fue inscrito en 2008 en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad (originalmente proclamado en 2005). La Unesco establece que es interpretado durante las ceremonias colectivas, el Ahellil es un género musical y poético emblemático de la población Zenete de Gourara. Esta región del suroeste argelino tiene un centenar de oasis poblados por más de 50,000 habitantes de origen berebere, árabe y sudanés. Esta tradición musical está amenazada de desaparición debido al número cada vez más bajo de ocasiones de interpretarla. “Esta disminución se debe a la escasez de festividades tradicionales, que requieren muchos preparativos, al éxodo de los jóvenes hacia las ciudades y a la multiplicación de grabaciones de Ahellil, que la gente prefiere escuchar en lugar de participar en interpretaciones en vivo”, recoge la Unesco.

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