Cincuenta años de poesía

Actualizado
  • 13/09/2020 00:00
Creado
  • 13/09/2020 00:00
El panameño Roberto Luzcando presentó en la pasada Feria del Libro su antología poética 'El tripulante de la sombra'. Con la Decana habla sobre sus inicios, el oficio del poeta, el soneto y los temas universales de la poesía
Roberto Luzcando es poseedor de una larga y prolífica carrera como poeta, escritor y ensayista

El día del padre, en junio de este año, sorprendió al poeta Roberto Luzcando con una gran sorpresa: una antología de sus poemas escritos por más de 50 años. La publicación, titulada El tripulante de la sombra, nombre de uno de sus poemas, recoge en unas 500 páginas, el trabajo de una vida dedicada al verso. Fue presentada en la Feria Del libro virtual que se llevó a cabo hace unas semanas atrás.

“Es un es fuerzo grande de mi hija Marisín, y de varias otras personas como la compiladora, la profesora Emma Gómez”, comenta el poeta en entrevista con La Decana. Con prólogo de Rafael Ruiloba, la obra cuenta con una primera edición de 100 ejemplares, empastado y engalanado en su portada, con una obra de la artista plástica Olga Sinclair. “Me satisfizo mucho”, admite, sobre todo, darse cuenta de que la poesía sigue teniendo un lugar entre el público, incluyendo los jóvenes. Así lo constató durante la presentación de la obra, que debido a la pandemia fue realizada de manera virtual.

Cincuenta años de poesía

Y es que en cincuenta años muchas cosas han cambiado, pero algunas otras mantienen su vigencia, como el amor por la lectura que cultivan algunas personas, o como manifiesta el poeta, esa manera de “defender la justicia a través de la bella y profunda palabra”, cosa que ha venido haciendo desde que contaba con escasos 15 años de edad.

“Me encantaba la poesía, tenía un tío, profesor de español, uno de pocos profesores que en esos años, los años 50, tenía poemas de Federico García Lorca, y Neruda, poetas de gran poder expansivo en el ámbito latinoamericano”, recuerda. En la biblioteca de su tío, Luzcanto tuvo contacto con la poesía de Neruda, Lorca y Rubén Darío, “los primeros poetas que yo empecé a estudiar y que me agradaron”, dice.

De a poco se vio cautivado por esta forma de arte. “De repente, te encuentras escribiendo poesía, o pintando, o cantando… es un fenómeno que se da sin pensarlo, sin pretenderlo. A veces, ni siquiera es heredado, es un fenómeno de la naturaleza el que un individuo sea artista”, explica. Ese fenómeno que algunos llama inspiración es para Luzcando “un instinto”.

Por ello, no puede describir el oficio de hacer poesía como fácil o difícil. “Como dice el proverbio latín, poeta nascitur, non fit, el poeta nace, no se hace”, asegura, aunque eso no significa que ya todo viene dado… el talento nato debe ser alimentado, pulido, trabajado. “Hay que leer mucho, hay que leer buenos poetas”, afirma. Y también tener la guía de un buen maestro. Y Luzcando tuvo una muy buena guía, su profesora de español en el Instituto Nacional, la poetisa Esther María Osses. “Ella nos acogió a mí, a Pedro Rivera y a Moravia Ochoa (también reconocidos poetas) en su casa; vio en nosotros alguna fuerza y nos ayudó mucho, nos suministró libros, también, nos dio muchos consejos”, relata.

Cincuenta años de poesía

Fue justamente la influencia de Osses, reconocida sonetista, la que acercó a Luzcando a esta forma de verso clásico. “Allí empecé a leer a Quevedo, al poeta Miguel Hernández, a Federico García Lorca, que tiene pocos sonetos pero extraordinarios, a Garcilaso de la Vega, toda la poesía clásica española”, cuenta. Luego aprovechó su habilidad para leer en otros idiomas para conocer el trabajo de Dante y de Shakespeare. Sin pensarlo, Luzcando se convirtió en un consumado sonetista cuyo trabajo Sonetos son fue galardonado con el Premio Internacional Vicente Aleixandre 1991. “Me esmeré mucho tratando de hacer sonetos impecables, he escrito cerca de 200 sonetos, más o menos, y todavía sigo escribiendo sonetos”, dice con orgullo.

De la poesía clásica, el soneto con versos endecasílabos es uno de los poco que ha trascendido a la actualidad, así como el octosílabo, utilizado para la décima, verso muy popular en Panamá. Romacero gitano, de Federico García Lorca, en el que el español hace gala de uso de octosílabos es considerado por Luzcando su “libro de cabecera”. “Aprendí mucho de él, a manejar la metáfora”, asevera. Aunque no ha dejado de lado el verso libre “que no es tan libre como aparenta”.

“Los colores de la bandera”, poema de Luzcando con el que actualiza la situación del cerro Ancón, versificada por “la muy valiosa Amelia Denis de Icaza”, es un perfecto ejemplo del uso del verso octosílabo. “Ya el Ancón es nuestro. Y en Los colores de la bandera trato de destacar esto y explicar a los estudiantes cómo el Canal ya es nuestro y qué significa para el panameño que haya sido devuelta esta importante franja de tierra y agua”, recalca.

La conversación nos lleva a los motivos de la poesía de Luzcando. “Todos mis poemas han sido en torno a la justicia social, al amor y a la muerte, temas eternos y universales de la poesía”, pero tratados con una forma y fuerza única de cada poeta.

“Tú eres original no porque quieres ser original sino porque de pronto tus metáforas, tus imágenes, tus palabras aparecen con una forma que no pudiera decir que es una inspiración, sino como un instinto”, destaca. El enfoque, la originalidad aparece de pronto. Es lo que Luzcando llama “la suerte del poeta”.

“Para mí, hacer poesía es un asunto de suerte en el sentido de que tú le dedicas tiempo lees y de pronto te sientes poeta, pero no es un poeta que se fabrica, sino que nace. De pronto, te ves haciendo poesía sin que te lo hayas propuesto. Te gusta y te vuelves lo que has leído a través de tus propios poemas”, constata.

Sobre las nuevas generaciones de poetas panameños, Luzcando asegura que “es una poesía con bastante fuerza, piensa en Javier Alvarado, Jhavier Romero, Ela Urriola, Porfirio Salazar, poetas relativamente jóvenes y que pertenecen a la vanguardia, como pudiera determinarse. Tiene gran fuerza y son sonetistas también, es curioso, no se ha perdido el amor al soneto, y lo respetan”, declara, cosa que según Luzcando, no es fácil de hacer.

Como docente, que ejerció tanto en colegios secundarios como en universidades, plantea que se hace necesario mejorar el sistema educativo.

El sistema educativo hay que mejorarlo porque con esta situación de pandemia ha atrasado un poco el asunto. Pero realmente hay un fenómeno que la gente no quiere aceptar, y es que el panameño ama el libro. En las ferias del libro la gente paga dos y tres dólares para entrar a comprar libros. Va gente de todas las condiciones haciendo fila para entrar y comprar libros, aunque sean libros de comics, pero entran a comprar libros porque les gusta leer, y creo que hay que mejorar el sistema educativo. “Hay una situación grave en cuanto a actualización. En ciencias no se habla del décimo planeta, no se habla de las teorías de Einstein, no se habla de los quark… hay una serie de vacíos, no solo en literatura, es en general y eso hay que mejorarlo porque la literatura y las ciencias están muy unidas. Hay que recordar que la literatura cambió cuando Freud estableció el psicoanálisis; la literatura, la pintura, la música cambiaron radicalmente. Se enfocó en el subconsciente, no en el consciente, de manera que la cultura general es muy importante para la literatura”, sostiene.

Luzcando nos informa que el segundo tomo antológico de su trabajo, dedicado a la narrativa —cuento y ensayo— ya está en proceso y se titulará Persecución de la palabra. “El poeta siempre está persiguiendo la palabra”, asegura el poeta que se describe a sí mismo como el tripulante de la sombra. “El poeta siempre está entre las sombras y su búsqueda dentro de las sombras le ha concedido algunas luces”, concluye.

Una carrera plena en reconocimientos
Galardones

Roberto Luzcando ha ganado el Premio Ricardo Miró, máximo galardón a las letras panameñas, en múltiples ocasiones, con sus obras: El poeta y su sangre (1957); El nuevo movimiento poético de Panamá (1959); Tristán Solarte, representación panameña en la novela y la poesía (1960); Para ir con el viento (1968); Los poemas del alfabeto (1989). También ganó el Premio Literario del Club de Leones con su libro Sonetos a la madre (1957), el Premio León A. Soto con su obra La voz bajo la hierba (1981), el Premio Revista Lotería con el libro Doble elegía (1986) y en el 2011, obtiene el tercer lugar en el Concurso de Poesía Municipal León A. Soto, con su obra Motín contra el Olvido.

A nivel internacional, ganó el Premio Pablo Neruda, en Guayaquil, Ecuador, con su libro Persecución de la palabra (1983). En Sevilla, España, ganó el Premio Vicente Aleixandre, con su obra Sonetos son (1991). Premio de la Sociedad de Festejos y Cultura, Asturias, España, con su obra El reo (cuento, 1994).

En el 2013, fue condecorado por el Gobierno Nacional con la Orden Vasco Núñez de Balboa, en el Grado de Gran Oficial,

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