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- 19/09/2020 00:00
Cuando el Gobierno de Panamá decretó el uso obligatorio de mascarillas, muchos ni siquiera estábamos seguros de dónde comprar una. Los casos positivos de covid-19 se dispararon y era casi imposible tener en nuestras manos este nuevo accesorio, literalmente, imprescindible.

En ese momento, las máscaras eran pura utilidad. Pero ahora que han sido parte de la vida diaria de todos durante los últimos seis meses, y lo seguirán siendo, las máscaras faciales están comenzando a transformarse de una necesidad primordial a una forma de expresión personal, a veces, a costa de nuestra propia vida.
Las máscaras faciales crean de forma inherente la igualdad (después de todo, cubren la mitad de la cara), sin embargo, el ser humano y su infinita vanidad está buscando nuevamente una forma de expresar su individualidad; como resultado, la gente está dando dinamismo a su “equipo de protección personal”, con diseños únicos. Ahora bien, en la historia, este hecho tiene un paralelo sorprendente... t-shirts.
Si bien la necesidad no era tan aguda como las máscaras de hoy, estas prendas en un principio eran solo ropa interior. En 1904, Cooper Underwear Company las comercializó como un accesorio sin botones y de fácil cuidado para solteros que, como saben, en algunos casos no pueden hacer nada por sí mismos. No fue hasta la década de 1950 que la t-shirt comenzó a ser aceptable como ropa casual gracias a películas como Un tranvía llamado deseo y Rebelde sin causa, ya que estrellas como Marlon Brando y James Dean las usaban.
Luego, aparecieron t-shirts con gráficos que decían frases como 'haz el amor, no la guerra', 'I love NY', 'salva a las ballenas', haciendo que las mismas se convirtieran en una forma común y abierta de comunicación.
Ahora bien, las máscaras han experimentado una evolución similar. Desde la quirúrgica azul, verde o blanca, hasta las extravagantes máscaras de Lady Gaga. El giro que están dando para ser vistas como prendas de moda y no como herramientas de protección, está llevando a nuestro cuerpo a ser utilizado nuevamente como un medio de comunicación... aunque sea de forma silente.
Hemos visto de todo, desde modelitos caseros muy coquetos y sencillos, hasta grandes marcas deportivas promocionando a jugadores y equipos con su logo bien visible. Máscaras transparentes y protectores faciales futuristas que usan desde teflón hasta cobre en sus tejidos internos, 'mercadeando' así la salud, el miedo y la necesidad humana.
Las mascarillas ahora también tienen un fin político... en Estados Unidos son usadas para las campañas de Biden y Trump (pese a que este último ni cree en ellas).
También tenemos máscaras con fines altruistas, por ejemplo, la campeona de tenis del US Open Naomi Osaka usa máscaras adornadas con los nombres de las víctimas de la violencia racial; el movimiento 'Black Lives Matter' de hecho vende máscaras con sus logos y frases; y le apuesto, amigo lector, que si llegáramos a las siguientes elecciones en Panamá, este podría ser un negocio muy lucrativo para muchos diseñadores y publicitarias.
Las t-shirts y las mascarillas tienen una gran similitud: ambas convierten nuestro cuerpo en vallas publicitarias humanas. “La camiseta es el lienzo para una imagen o un mensaje, un lienzo que puede moverse dondequiera que vaya el cuerpo que lo lleva”, dice Rachel Lifter, profesora, asistente clínica y directora de programas en New York que se centra en el análisis social y cultural de la moda.
Pregunto, ¿hasta dónde las mascarillas son una herramienta de protección o una extensión de nuestra vanidad?
Los medios de comunicación se han hecho eco de miles de imágenes de personas usando de forma incorrecta las mascarillas... que si las usan de vincha, que si se las colocan en el cuello, que si usan la quirúrgica bajo las que tienen logos o diseños, o aquellos más curiosos que dejan la nariz por fuera.
Esto último, por cierto, es consecuencia de que algunos comunicadores las mal llaman “cubre bocas” haciendo que el público crea que, dejar expuesta la nariz, es lo correcto.
También hemos visto que varias mascarillas, a pesar de tener diseños personalizados y hasta ser un medio novedoso para lucrar, se desacomodan del rostro, ya que el material usado no es el mejor, haciendo que el portador rompa las reglas de bioseguridad y se olvide del sentido común yendo en contra de todo lo que los expertos de salud recomiendan sobre no tocarse la cara y la mascarilla... ya ni hablar de aquellos que se las quitan para comer picaritas con guantes de látex en medio del supermercado.
La vanidad es tan fantástica, que hasta nos induce a preocuparnos de lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados. ¿Moda necesaria o necesidad de moda? La vanidad siempre traicionará nuestra prudencia, recuérdelo. Lo cierto es que en muchos casos hacemos por vanidad o por miedo, lo que tenemos que hacer por deber.