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- 28/09/2020 00:00
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Internado de señoritas de la escuela Normal de Santiago. En los duros inviernos de la ciudad de Santiago, los vendavales venían acompañados por ese frío que entraba por los grandes ventanales de los internados de señoritas. Ahí, abrazadas a sus almohadas, las futuras maestras repasaban calladamente –en sus solitarios pensamientos– las enseñanzas del día; entre ellas, las bellas tonadas pedagógicas como “Saltan, saltan los conejitos”, para irse abandonando, poco a poco, al merecido reposo. En esos amplios pasillos y en las solitarias aulas, vagan los versos de María Olimpia de Obaldía, de Chico Changmarín, los coros angelicales de Pablo Ramos Grau, Graciela Ramos De Croz, Gonzalo Brenes, Armando Urzúa, y de esa canción infantil 'Los conejitos', escrita por Hercilia Ramos de Argote y compuesta por Tito del Moral, lugar mágico donde se nutrieron la fantasía de muchos educadores panameños. En esos solitarios pasillos, aún resuenan los murmullos de aquellos enamorados normalistas que se mecían abrazados por canciones como: 'En esta vida lo mejor es callar, cuando se quiere conservar un amor' y de 'Dime por qué estás triste' atribuida esta última a Tito del Moral, el personaje que nos acompaña en nuestro Café Estrella de este lunes, en una entrevista a través de los recuerdos de su nieto Octavio Del Moral.
Don Tito nace en Valparaíso, Chile, el 5 de noviembre de 1893. Antes de cumplir los 20 años, comienza a recorrer América. Desde muy joven había tenido una excelente educación musical y artística, y de eso vivía, tocando el piano. Llega a Panamá por primera vez alrededor de 1920, aquí se casa y nacen sus hijos. No tengo certeza de cuándo abandonó Panamá, pero habrá sido antes de 1930. Cultivó grandes amistades como Gaspar Octavio Hernández y Demetrio Korsi, entre muchos otros.
Lo que sé, es que acompañó a Walt Disney en una gira que este hizo con su grupo artístico por las Américas.
Cuántas veces don Tito regresó a Chile es incierto. De lo que sí hay certeza, es que fue un itinerante por todas las Américas, tocando el piano.
Después de muchos años, mientras vivía de la música en El Salvador, un amigo le cuenta que el presidente del Consejo Municipal de la ciudad de Panamá se llamaba igual que él, Tito del Moral. Él le respondió: “Ese es mi hijo”. Esto ocurrió alrededor de 1945. Esa fue la motivación principal para regresar a Panamá, con la intención de quedarse permanentemente. Descubrió que en la escuela Normal de Santiago había algunos maestros y profesores chilenos, y se dejó cautivar por la mística que la Normal inspiraba en aquellos tiempos.
Solo sé que colaboró con los frescos que adornan las paredes y cielorrasos de la Normal. Esto lo sé por relatos de sus exalumnos.
Como era maestro y profesor de menores y adolescentes, gran parte de su aporte musical lo constituyeron canciones o melodías para niños: 'Jugando y sumando', 'Campanas', 'Mi casita' (letra de María Olimpia de Obaldía), 'En el mercado', 'Mi muñequita', 'La mañana', 'Los conejitos' (con letra de Hercilia Ramos de Argote), 'Los marineritos'. También compuso 'La bandera panameña' (con letra de Carlos F. Changmarín), 'Canción del estudiante', dedicada a la Normal de Santiago.
El relato de los santiagueños que he escuchado es que César Alcedo murió de tuberculosis. En esa época era una enfermedad estigmatizada, había muchos prejuicios y desconocimiento. La gente adquirió la costumbre de quemar todo lo que pertenecía a quien muriera por esa enfermedad. Se desconoce si César Alcedo terminó de componer 'Brisas mesanas', o alguna parte de su composición se perdió. Es por esto que don Tito la terminó de componer. Le añadió un allegro al final... pero nunca reclamó su coautoría.
Presumo que toda composición, especialmente los pasillos y veladas, tienen una inspiración emocional personal. No solo está 'Dime por qué estas triste', también 'Anhelos' que fue cantada por el famoso cantante ecuatoriano Julio Jaramillo, y Libertad Lamarque de Argentina. No puedo dejar de mencionar un pasillo que tituló 'Adoración', que compuso en su primera visita a Panamá, y cuya letra fue escrita por el poeta Demetrio Korsi.
Creo que el mejor testimonio lo será su propia música. Es nuestra intención emitir un CD con gran parte de sus composiciones.
Cada vez que regreso a Santiago y observo la Normal, a mi mente viene una afirmación: “Cuán inmenso es este mar”. Para recordarme que existe algo incalculable, que escapa siempre a nuestro modesto entender, pues “ese todo” va más allá de nuestra humilde compresión. Y es ahí, en ese inexplicable lugar, donde se encuentran grandes personajes, las justas frases, las palabras que quisimos pronunciar, el recuerdo grato, las caricias recibidas y las melodías que nos hacen volar a través del tiempo, haciéndonos sentir eternos... pues los lugares creados por los versos del poeta, las pinceladas de un pintor, las armonías de los músicos, son peldaños para subir a la cima de nuestras emociones... ahí nos encontrarnos con la ternura de pertenecer a algo tan hermoso como es la esencia de nuestras raíces.
Tito del Moral es uno de esos personajes, chileno-panameño que pertenece a ese inmenso mar, a los recuerdos de esos vendavales fríos, de noches solitarias de adolescentes normalistas, al claustro internado que disciplinó la voluntad férrea para cumplir con la misión de ser maestro. Al silencio in crescendo de cada recuerdo sobre la escuela Normal, es una anécdota del nieto Octavio la que nos acompaña a cerrar esta reflexión: “En junio de 1965 se nacionalizó panameño. El 5 de junio de 1968, ya muy enfermo, y postrado en su cama, escuchó el repicar de los tambores y el sonar de las trompetas de la banda de la escuela Normal Juan Demóstenes Arosemena; se quitó su pijama, se puso su camisa regular y sobre ella su saco negro; y, sobre su cabeza, la gorra del Club de Leones de Santiago llena de medallas, y así, salió al balcón, con su mano derecha sobre su sien. La banda se detuvo frente a su majestuosa figura y, respetuosamente, le rindió tributo, dedicándole, además, una pieza musical. En ese momento, sus profundos ojos azules, llenos de emoción, vertieron sus últimas lágrimas. Su pasión creadora se apagó dos semanas después, el 19 de junio de 1968, pero sus restos mortales descansan en el camposanto de Santiago, muy cerca de su amada escuela”.