Un camino necesario para cambiar el tablero de la educación

Actualizado
  • 06/02/2021 00:00
Creado
  • 06/02/2021 00:00
Si el docente es capaz de potenciar la originalidad y el talento de sus alumnos, entonces habrá logrado algo tremendamente importante. Mediante la creatividad y el talento hacemos posible la diversidad
En Holanda los alumnos utilizan tabletas con aplicaciones pedagógicas que les permiten aprender a su ritmo.

En artículos anteriores y en mis podcasts he dicho: “si el internet y las redes sociales cambiaron las reglas del juego, el SARS-CoV-2 cambió el tablero” y esto ha sido así en casi todas las ramas profesionales.

Y digo “casi todas” porque en algunas, como la educativa, pese a formar diariamente a una generación que nació en el siglo XXI, aún se mantienen métodos de enseñanza del siglo pasado.

Siendo zurdo y disléxico, el día más feliz de mi vida fue cuando me gradué del colegio en 1996. Por 12 años fui esclavo de un sistema que no inspiraba, no invitaba a ser creativo, innovador y sobre todo no invitaba a ser analista de la información y fui víctima de las fatídica frases “así se hace y así es”, “esas son las reglas”, “eso es lo que la acreditación exige” y aún hoy, esto se mantiene casi inalterado.

Eso era en 1996 y hoy en pleno 2021, el error del sistema educativo sigue siendo la estandarización. Estandarizar la educación no hace más que limitar la creatividad de nuestros alumnos frenando aptitudes y talentos. A mayor estandarización, mayor fracaso y abandono escolar. De ahí que sea necesario modificar el paradigma educativo actual donde la mecanización de los contenidos está por encima de la búsqueda del talento. Siempre lo he dicho: en el colegio un niño entra como un gran signo de interrogación y sale de ahí como un punto final.

Pongo un ejemplo: ¿Cuántos de nosotros cantamos el himno en el colegio? ¡Todos! Pero, ¿a cuántos de nosotros nos fue explicado su significado estrofa por estrofa? Todos nos aprendimos una letra de memoria, de forma mecánica, y casi nadie analizó el profundo significado y mensaje que los próceres querían transmitir. ¿Usted sabe qué significa “guerreros fragores”, “prez y gala”? Si usted no sabe qué significan las palabras y qué representan, nos las hace suyas y tampoco puede conectar emocionalmente con ellas. ¿La consecuencia de esa enseñanza? Adultos que piensan de forma mecánica y que no analizan el contenido aprendido. En resumen: ¡un zombie profesional! Y esto, apenas es la punta del iceberg.

Entonces, ¿qué debemos hacer? Primero, debemos tener hambre de conocimiento e inculcar esa cualidad en todos los estudiantes del mundo.

Pueden preguntarle a mis alumnos de universidad, no creo en métodos viejos, en el “así se hace”; me incomodan los planes analíticos llenos de burocracia y estandarizados. Sí creo apasionadamente en el aprendizaje a través de los paseos socráticos, en los análisis profundos hasta llegar a la verdad, en la magia que se da cuando mis alumnos y yo entablamos un diálogo constante.

Un camino necesario para cambiar el tablero de la educación

En ese momento, yo aprendo de ellos y, todos aquellos que demuestren hambre de conocimiento a través de sus preguntas, siempre les serán respondidas sin guardar el más mínimo detalle.

El principio de la educación es predicar con el ejemplo y siempre busco navegar al infinito y más allá, como dice Buzz Lightyear de Toy Story con pasión desbordante y compromiso serio para estar a la vanguardia, lleno de conocimientos y causas para afrontar el reto y la responsabilidad que lleva pararme en frente de 20 o 30 alumnos. Decía san Juan Pablo II: “Quien no se forma para formar, corre el riesgo de deformar gravemente”.

Ahora bien, el engranaje educativo tiene que estar dividido en un 25% por la institución y sus jugadores, otro 25% en los alumnos que tengan hambre de conocimiento, un 25% en los padres que guíen con el ejemplo y, el 25% restante, debe recaer en contenidos altamente atractivos, actualizados y diferentes enfocados en las nuevas generaciones.

¿Qué se necesita? En mi opinión, ¡un Estado que tenga luces largas y que “obligue” mediante la educación, a buscar la excelencia y la diversidad! Este alto forzoso que la pandemia nos ha impuesto, de hecho es un regalo y debe ser aprovechado para replantearnos como país qué debemos cambiar urgentemente en este renglón, y no seguir igual una vez pase la pandemia.

Modelos de referencia

Aprendamos de los mejores, veamos a Holanda, Suiza o Japón. En el país nipón, por ejemplo, un estudiante de primaria que cursa el tercer grado, ya ha leído un promedio de 14 libros. Los niños de quinto y sexto grado leen entre 6 y 9 libros mensuales. ¿Cuántos libros cree que leen nuestros alumnos por mes? Y le cuento, esos alumnos japoneses pueden ser los futuros jefes de empresas multinacionales en nuestros países, ya que Panamá, por su posición geográfica, está siendo observada por empresas del oriente con lupa.

En Holanda ya se habla de las escuelas “Steve Jobs” sin horarios, sin libros de texto ni lecciones generales para toda la clase, los alumnos utilizan tabletas con aplicaciones pedagógicas que les permiten aprender a su ritmo. Las escuelas “Steve Jobs” han transformado el papel que desempeña el profesor, ahora es más bien un coach. En 2020, ¼ de millón de niños en Panamá perdieron el año escolar por no tener conectividad en sus zonas.

Si el docente es capaz de potenciar la originalidad y el talento de sus alumnos, entonces habrá logrado algo tremendamente importante. Mediante la creatividad y el talento hacemos posible la diversidad. Cuanto más creativos sean los niños, más posibilidades tendrán de autorrealizarse.

País que no invierte en su educación ¡no invierte en su futuro! Dejemos de poner excusas mediocres y veamos la raíz de nuestro propio sistema educativo y cómo mejorarlo. Decía Epicteto de Frigia: “Acusar a los demás de los infortunios propios es un signo de falta de educación. Acusarse a uno mismo, demuestra que la educación ha comenzado”.

Los niños de ahora harán trabajos que aún no están inventados. Esto debería hacernos pensar que lo que importa no es lo que se enseña sino cómo.

Así, nuestros alumnos pueden aprender por sí mismos cuando en un futuro no muy lejano deban llevar a cabo actividades que ahora ni imaginamos que desarrollarán. El saber no está en los libros de texto, sino en la imaginación y en el talento que podamos ayudarles a desarrollar.

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