• 21/05/2021 00:00

La vinculación universidad-sociedad: de función ancilar a modelo emancipatorio

Las tareas de vinculación social se deben fortalecer y reinventar, en especial la de programas vinculados a las poblaciones y sus territorios

Con asombro vivimos una revolución en los modos de generación del conocimiento que exceden ampliamente los de las revoluciones científico-técnicas del siglo XVIII y XIX, y de la instauración de la tecno-ciencia del siglo XX. Nuestras nociones de investigación científica están ancladas en un mundo que ya no existe o es muy marginal. Más disfuncional resulta la concepción de la función de extensión que por su misma denominación denota que un ser privilegiado de saber (la universidad) “extiende” su benéfico influjo a otra que está al margen, fuera, o en un nivel inferior. Nuestra función de extensión sigue siendo aún tributaria de una concepción elitista donde se concibe a la Universidad donando alta cultura a las clases sin cultura o de cultura popular o populachera intrínsecamente inferior.

Todo esto debe cambiar y cambiará. Pero se debate nuestra frágil “alma académica” entre modelos contrapuestos de investigación científica de corte tecnocrático y al servicio de ranking en la competencia del prestigio y de fondos; frente a una nueva concepción centrada en la universidad que ya no es enclaustrada/encapsulada, sino que se percibe a sí misma como íntimamente vinculada a la dinámica social y sus problemas.

Una universidad nueva que se integra con la sociedad y valora sus saberes, dialoga con ellos y empodera sus actores. Tal es el camino y sus bifurcaciones, y todas las universidades latinoamericanas las vivimos hoy, en especial, universidades como la Universidad Especializada de las Américas, que por su misión entiende que su nota definitoria y sustantiva en nuestro medio es el servicio a los grupos vulnerables y vulnerabilizados de una sociedad altamente fragmentada y hereróclita.

Por ello, la función de extensión pasa de ser la cenicienta entre sus hermanas, a convertirse en una cosmovisión que estructura el modo ser de toda la propia universidad. La “nueva extensión” deja atrás el imperialismo del cientiticismo positivista y de la cultura academicista eurocéntrica y neocolonial, para avanzar hacia lo que Boaventura de Sousa Santos ha llamado la universidad emancipadora, una que trabaja en estos ejes: democratizar, desmercantilizar, descolonizar y despatriarcalizar la universidad pública.

Las tareas de vinculación social se deben fortalecer y reinventar, en especial la de programas vinculados a las poblaciones y sus territorios. Vivimos, en primer lugar, la “territorialización de la extensión”, asumir plenamente la comprensión de las dinámicas de “espacio socio-demográfico” para apoyar su transformación societaria. E, igualmente, vivimos el reino de la “educación permanente” y para toda la vida. Por tales razones es capital reforzar las competencias de planificación y gestión de los programas de vinculación, su profesionalización progresiva, no solo desde el punto de vista de las técnicas y herramientas de intervención, sino las propias estructuras mediante las cuales las “lecciones aprendidas” del ejercicio de la práctica se hacen carne de la docencia, de los procesos de enseñanza-aprendizaje de la universidad.

En consecuencia, ahora no se piensa en “horas de práctica” o “de voluntariado”, como un mero añadido o adorno, sino de un todo académico en que urge repensar en cómo la práctica es parte sustantiva y esencial del currículum, del proceso formativo de los alumnos y de los docentes (que son igualmente aprendices “de lo social”). Hay una “curriculización de lo experiencial”, de lo que se vive y aprende en las comunidades, no para una simple sistematización “ex post”, sino para dar origen a un aprendizaje profundo y auténtico.

Por lo anterior, la antigua función extensionista es ahora más demandante. Exige, como la investigación científica, tiempo de dedicación para planear, dar seguimiento, evaluar y eficazmente obtener resultados de alto impacto. Unos impactos que son complejos, pues son eminentemente sociales en su forma y alcance. Por esto, el perfil del personal que hace extensión es de lo más complejo y demandante que existe: creatividad y rigurosidad, capacidad dialógica, apertura mental, aceptación “del otro”, que es un semejante en derechos y majestad personal, pero diverso en cultura y tradiciones.

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