FAO: 'El hambre es una forma de violencia contra las mujeres'

Actualizado
  • 01/12/2021 00:00
Creado
  • 01/12/2021 00:00
La organización indicó en un nuevo informe el desafío de crear políticas públicas en pro de la seguridad alimentaria de mujeres y niños en la región latinoamericana
Las mujeres solo reciben el 10% del apoyo económico destinado a la actividad agrícola.

En el contexto de la pandemia, diversas desigualdades se han evidenciado como parte de las vulnerabilidades sociales y económicas de la región latinoamericana y del Caribe, sin embargo, una de las que presenta mayor impacto es la seguridad alimentaria.

Según el informe de la Organización de Alimentos y Agricultura de las Naciones Unidas (FAO, por sus siglas en inglés), 'Estado de la Seguridad Alimentaria y Nutricional de Naciones Unidas (SOFI 2021), se estima que el 29,9% de las mujeres de 15 a 49 años en todo el mundo se vio afectada por la anemia en 2019, lo que ha ido en aumento.

El estudio detectó que entre 720 millones y 811 millones de personas en el mundo enfrentaron el hambre en 2020, y teniendo en cuenta la mitad del rango proyectado (768 millones), más de 118 millones de personas se enfrentaron al hambre en 2020, a diferencia de 2019.

Las secuelas de la pandemia también se proyectaron en el informe para dar como resultado un pronóstico de que para 2030, más de 660 millones de personas aún podrían sufrir hambre, debido a los efectos duraderos de la pandemia, es decir, 30 millones de personas más que en un escenario en el que la pandemia no existiera.

Se indicó que en 2019-2020 la prevalencia de sobrepeso era mayor en las mujeres que en los hombres, sobrepasando por encima de los 10 puntos porcentuales.

Esto crea un mayor desafío para cumplir con el segundo objetivo de desarrollo sostenible de la ONU (ODS), Hambre Cero, ya que la desigualdad económica, laboral y social obstaculiza la creación de políticas públicas necesarias para complementar los esfuerzos del sector agro. Esto incluye la desigualdad de seguridad alimentaria a la que se enfrentan las mujeres en la región.

“Las condiciones nutricionales de las mujeres siguen presentando desventajas frente a la de los hombres, y para la FAO el hambre es precisamente otra de las formas de violencia que padecen mayormente las mujeres en todo el mundo”, señaló la especialista de género de FAO para Mesoamérica, Verónica Chicas Martínez, a propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, celebrado el pasado 25 de noviembre.

A nivel mundial, la desnutrición en todas sus formas también sigue siendo un desafío.

Aunque todavía no es posible estimar completamente el impacto de la covid-19 en la seguridad alimentaria, durante 2020 se estimó que un 22% de los niños menores de cinco años fue afectado por la inseguridad alimentaria, presentando retraso del crecimiento; el 6,7% sufría por emaciación, y el 5,7% tenía sobrepeso. Según la FAO, se espera que las cifras reales sean mayores debido a los efectos de la pandemia.

El SOFI 2021 destacó seis pasos a seguir para fortalecer la integración de políticas públicas y empoderamiento a mujeres y jóvenes en la reactivación económica y nutrición sostenible.

En 2019, la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave en América Latina fue del 32,4% en mujeres y del 25,7% en hombres, es decir, entre los afectados hay casi 20 millones más de mujeres que hombres, según apuntó el informe. “En Mesoamérica, así como en toda la región de América Latina y el Caribe, las mujeres sufren en mayor porcentaje las dos caras de la malnutrición: por una parte, el hambre; y por otra, el sobrepeso y la obesidad”, indicó la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en un comunicado.

Uno de los principales indicadores de nutrición e inseguridad alimentaria es la capacidad de poder comprar alimentos que ayuden a una dieta sana. El SOFI arrojó que en 2019, una persona de Centroamérica debía desembolsar $3.93 al día para obtener una comida sana, mientras que en Sudamérica se indicó un precio de $4.05, y en el Caribe un costo de $4.49 diarios.

Estos números determinaron que un 20% de la población centroamericana (32 millones de personas) no podía costear alimentos sanos semanalmente, mientras que en Sudamérica la cifra indicó un 17% de la población (68.1 millones de personas), y en el Caribe fue un 48,5% de la población (12,9 millones de personas).

Como resultado del alto costo de las dietas saludables junto con las brechas de ingresos por género, el estudio estimó que alrededor de 3 mil millones de personas no pudieron pagar una dieta saludable en 2019. La mayoría de los afectados reside en Asia (1,850 millones) y África (1,000 millones), aunque una dieta saludable también está fuera de llegar a millones que viven en América Latina y el Caribe (113 millones) y América del Norte y Europa (17,3 millones)

En Latinoamérica y el Caribe, más de 113 millones de personas no podían costear alimentos saludables en 2019, según la FAO.

“Debemos decirlo fuerte y claro: América Latina y el Caribe enfrenta una situación crítica en términos de su seguridad alimentaria. Ha habido un aumento de casi el 79% en el número de personas con hambre entre 2014 y 2020”, dijo en la presentación oficial del informe 'Panorama regional de seguridad alimentaria y nutricional de la FAO', realizada ayer, Julio Berdegué, representante regional de la FAO.

El hambre como violencia

En cuanto al hambre, la inseguridad alimentaria y las brechas de género en el ámbito laboral, la FAO señaló el hambre como una forma de violencia hacia la mujer, dado que esta presenta menor porcentaje de ingresos en el continente americano y menor apoyo en el desarrollo de técnicas para el agro y emprendimientos, afectando así su capacidad de obtener alimentos necesarios para una dieta saludable.

“Los resultados de estos informes respaldan la evidencia existente del impacto desproporcionado de la pandemia en las oportunidades económicas de las mujeres y el acceso a alimentos nutritivos. Y este es el tipo de violencia que, desde FAO, estamos trabajando para eliminar”, dijo Chicas.

La FAO también apuntó que la prevalencia del sobrepeso en las mujeres “es mayor que en los hombres en todos los países de América Latina y el Caribe, y en 19 países, la diferencia es al menos de 10 puntos porcentuales”. A raíz de esto, Chicas señaló que es “necesario entender mejor la relación entre el funcionamiento de los actuales sistemas alimentarios y cómo influyen estos en los mayores niveles de malnutrición en niñas, jóvenes y adultas”.

“El fenómeno de la inseguridad alimentaria remarca los efectos graves de una desatención estatal, que nos muestra la necesidad de implementar un enfoque centrado en la asistencia a las mujeres productoras y pequeños productores para asegurar mejores medios de producción y que se aporte a sus ventas de forma más cercana”, apuntó a La Estrella de Panamá la nutricionista panameña Julissa Camargo.

La división de ONU Mujeres anotó en el informe 'En la mira: Las mujeres y los Objetivos de Desarrollo Sostenible', que las desigualdades entre el consumo de alimentos saludables contrastan con el rol que juegan las mujeres en el desarrollo agrícola de diversos países.

Según el documento, las mujeres representan un promedio del 43% de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo, y “más del 50% en partes de Asia y África”. Pero su contribución potencial a la seguridad alimentaria “sigue viéndose limitada por el acceso desigual a la tierra y otros bienes productivos”.

La falta de creación de políticas públicas, así como la poca implementación de aumentos salariales a mujeres en puestos de igual o mayor jerarquía en comparación con los hombres ha creado una mayor afectación de salud y nutricional para las mujeres. De igual forma, las variables externas (cambio climático, desastres naturales, etc.) e internas (incorrecta distribución de recursos, falta de apoyo al sector agropecuario, etc.) han aportado a la promoción de sistemas obsoletos de alimentación.

Por esto, la FAO señala en su informe el rol imprescindible de la mujer en la reactivación económica frente al marco de la pospandemia, por lo que se deben crear estrategias para el empoderamiento de las mujeres rurales e indígenas, tanto para su fortalecimiento con competencias de planificación, empresariales y de negocios, como para la contribución de su autonomía económica personal y familiar, de forma que puedan ser parte de la economía local y nacional.

Pasos a seguir

Entre 2019 y 2020, Mesoamérica experimentó el mayor aumento de inseguridad alimentaria –2,5 puntos porcentuales–, alcanzando su valor más alto en los últimos 20 años: 10,6%, o 19 millones de personas, según indicó la FAO en su nuevo estudio. El Caribe tiene la prevalencia más alta a nivel regional (16,1%, 7 millones de personas), mientras que en América del Sur el hambre afecta a 33,7 millones de personas, el 7,8% de la población.

El SOFI 2021 detalla que se deben seguir seis caminos principales con el objetivo de transformar los sistemas alimentarios, abordar los principales impulsores de inseguridad alimentaria, la desnutrición y asequibilidad de dietas saludables. Entre estos se destacan: políticas económicas y sociales, seguidas por estructuras de gobernanza que contrarresten los efectos de los ciclos económicos adversos para mantener acceso a alimentos nutritivos, especialmente para mujeres y niños; ampliar la resiliencia climática en los sistemas alimentarios; fortalecer la resiliencia económica de los más vulnerables a la economía adversa; intervención a lo largo de la cadena de distribución de suministros para reducir el costo de alimentos nutritivos; combatir la pobreza y desigualdades estructurales, asegurando que las intervenciones sean favorables e inclusivas para los más vulnerables; y fortalecer los entornos alimentarios para cambiar el comportamiento del consumidor para promover patrones dietéticos con efectos positivos que impactan en la salud humana y el medio ambiente. “Si queremos acabar con el hambre y brindar bienestar y vidas saludables a las personas de las Américas, tenemos que transformar nuestros sistemas agrícolas y alimentarios para brindar dietas saludables para todos y no dejar a nadie atrás”, dijo en la presentación la Dra. Carissa F. Etienne, directora de OPS/OMS.

La coherencia entre las políticas y acciones para transformar los sistemas alimentarios, así como los aceleradores transversales juegan un papel clave en el objetivo de maximizar los beneficios y minimizar las consecuencias negativas de la transformación de la alimentación a través de los seis pasos mencionados. “Es importante entender que el país debe asumir los puntos de vista de la FAO en tres componentes importantes: el comportamiento de consumidores, la vinculación de igualdad de género en los entornos alimentarios, y la integración de la nutrición a los sistemas educativos”, enfatizó Camargo. Para la experta en nutrición, Panamá tiene una deuda con las mujeres agricultoras y pequeñas empresarias del agro, que juegan un “rol directivo en la producción agrícola del país”, por lo que los manejos aislados se deben “eliminar” ya que fortalecen los obstáculos y desigualdades.

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