Al César lo que es del César

Actualizado
  • 22/05/2022 00:00
Creado
  • 22/05/2022 00:00
Del análisis de las nuevas guías de educación sexual se llega a la conclusión de que no son para nada adecuadas para prevenir embarazos precoces, proteger a adolescentes de enfermedades de transmisión sexual, ni informan a los estudiantes, acudientes y docentes sobre sus derechos y deberes
Al César lo que es del César

“Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, dijo el Maestro, cuando le preguntaron los judíos si tenían que pagar impuestos a los romanos. Lo que quería decir es que todos tenemos que cumplir las leyes que nos obligan, no importa qué religión profesemos. Las creencias y los libros sagrados de cualquier religión nunca deben estar por encima de la Constitución y las leyes de nuestro país. Por eso, se debe tener cuidado cuando se nombra a una persona en un cargo relevante para el desarrollo humano; tiene que ser alguien que puede profesar la religión que sea o no ser creyente, pero que le dé al César lo que es del César y cumpla con su deber como servidor público.

Lamentablemente, eso no ha pasado con las Guías de Educación Integral en Sexualidad del Meduca. Por la presión de las iglesias y grupos fundamentalistas que marchaban por la campaña “Con mis hijos no te metas”, el gobierno de Varela descartó las guías cuyo contenido fue seleccionado y elaborado por profesionales expertos en la materia, y desarrollado y validado técnicamente por una comisión interinstitucional y multidisciplinaria formada principalmente por Meduca, Minsa, Inamu y Oggs. Esto ha resultado en la implementación de unas guías que no son adecuadas para cumplir el objetivo que se persigue, elaboradas y consultadas con actores religiosos, que no son idóneos ni tienen la preparación científica ni pedagógica requerida para cumplir con el objetivo deseado.

Ya en 2016 la situación de Panamá era crítica. Ocupaba la posición No. 16 entre las 19 naciones evaluadas y resultó la más rezagada de la subregión centroamericana. El avance en educación y el sector salud, ambos estaban por debajo de los promedios regionales. Ahora vemos la situación agravada por la pandemia; ha habido gran indignación por la maternidad forzada de una niña de ocho años y se clama porque se tomen acciones concretas y efectivas para reducir embarazos precoces y enfermedades de transmisión sexual.

En respuesta a este clamor, el Meduca del actual gobierno retomó las guías, pero decidió revisarlas, imponiendo las creencias de los funcionarios encargados, que han convocado a la Alianza Nacional por la Vida y la Familia, a los colegios católicos y a la Asociación Cristiana (todos grupos religiosos que desde el inicio se han opuesto a la educación sexual). No se ha convocado a las oenegés ni a Aplafa ni a médicos sexólogos ni pedagogos, que tienen el conocimiento y experiencia en educación integral en sexualidad, que se ha comprobado que ha reducido drásticamente los embarazos precoces y las enfermedades de transmisión sexual en otros países.

Del análisis de estas nuevas guías se llega a la conclusión de que no son para nada adecuadas para prevenir embarazos precoces, proteger a adolescentes de enfermedades de transmisión sexual, ni informan a los estudiantes, acudientes y docentes sobre sus derechos y deberes. No reconocen el derecho a recibir información ética y científica, clara, comprensible y completa sobre los métodos de planificación familiar y de prevención de infecciones de transmisión sexual, incluyendo el VIH/sida y a tener acceso a servicios de consejería y orientación sobre todos los métodos disponibles, incluyendo los métodos naturales, ni se abordan temas como la importancia de denunciar, ni que la víctima tiene derecho a solicitar la píldora del día siguiente y el tratamiento retroviral contra el VIH/sida, derecho a la interrupción del embarazo, etc. No se habla sobre la responsabilidad de los adolescentes varones, sino únicamente del deber de las niñas de criar el producto de la violación, lo que equivale a condenarla a la pobreza o a tener una salud precaria y ser una carga para el sector salud del Estado. Tampoco se mencionan los cambios que los jóvenes experimentan en el cuerpo y la mente debido a las hormonas, ni se les orienta en esa etapa tormentosa de la vida que se llama adolescencia.

Una verdadera educación integral en sexualidad comprende afectividad, derechos y deberes, y responsabilidad. Basta ya de dogmatismos, de tratar el sexo como un tabú, cuando es una parte importante de la vida de todo ser humano. No se debe tener miedo a usar las palabras sexo, género, anticonceptivos, aborto; hablar con franqueza de los peligros del sexo inseguro, de cómo se contagian las enfermedades de transmisión sexual, además de valores y métodos naturales para evitar los embarazos y la ventaja de postergar el sexo hasta llegar a adultos.

Cambiar unas guías científicas siguiendo directrices dogmáticas es un retraso, por no decir un disparate. Lo recomendable, entonces, es que se retomen las guías originales con miras a lograr el objetivo social propuesto.

La autora es abogada y defensora de derechos humanos

Lo Nuevo
comments powered by Disqus