Sharon Fridman, un nómada entregado a la creación

Actualizado
  • 09/10/2022 00:00
Creado
  • 09/10/2022 00:00
El bailarín y coreógrafo israelí presenta en Prisma, Festival Internacional de Danza Contemporánea tres de sus obras, una de ellas, una co-creación con la Fundación espacio Creativo. Su práctica está basada en el balance, el equilibrio y el contacto
Sharon Fridman y Arthur Bernard Bazin en “Hasta donde?”

Sharon Fridman parece un turista más explorando el Casco Antiguo. Su estatura, tez blanca y cabello ensortijado lo señalan como un extranjero. Él más bien se siente nómada. Los dos últimos años ha estado dedicado exclusivamente a la creación. Luego del confinamiento vivido por la pandemia, se encontró con esta necesidad de salir y explorar el mundo. Para el bailarín y coreógrafo israelí, radicado en Barcelona, el covid fue un llamado de atención. “Nos dejó con el pensamiento de ue hay cosas mucho más fuertes que nosotros”, y el tiempo sin poder trabajar ha devenido en un impulso casi frenético.

“De repente, me encuentro con calendarios de nueve creaciones anuales en diferentes lugares en el mundo: Nueva Zelanda, España, Alemania Panamá, Israel, Italia y cada creación significa viajar de 5 a 6 semanas en un lugar y crear la obra. Imagina ahora qué significan nueve y 10”, comenta. “Me encuentro prácticamente como un nómada, dándome a la creación, todo mi ser está allí ahora mismo”, asegura. Pero está consciente de que el ciclo pronto concluirá. “siento que hace falta, parar un poco, enraizar, construir un lugar y seguir de otra manera”, agrega.

A Panamá lo trae el Festival de Danza Contemporánea Prisma, donde además de presentar dos obras de su compañía, participa con una co-creación con la Fundación Espacio Creativo, con bailarines panameños. El proyecto se llama Equilibrio.

Ocho cuerpos construyen un organismo en el que cada una de las partes depende de la otra y en una constante, busca tanto construirse como deconstruirse, y este mismo organismo consta de capas, cada una con nueva información.

Sharon Fridman, un nómada entregado a la creación

“Poco a poco vas generando todo un universo de muchísima información, de ocho diferentes individuos que van desarrollando dentro de un espacio que es su núcleo esas capas. ¿para qué crear capas? para poder decir aquí es donde me rompí, y poder quitar cuatro capas, volver a este momento, corregirlo y volver a construirse, buscando el control en el caos. De eso trata la obra, de buscar el control en el caos”, detalla el bailarín. Este organismo que parece salvaje está muy estructurado, tanto que en cualquier momento se puede detener y volver a un preciso momento para corregirlo y continuar.

Este concepto, podrá parecer muy abstracto y un poco difícil de comprender. Pero, de acuerdo con el coreógrafo, no es necesario buscar un significado a todo. “Qué horrible es que tomar una cosa que tiene su lógica de desarrollo, que tiene su ritmo, que tiene su forma e intentamos descifrar qué es. Lo comparamos con algo que ya sabemos, que conocemos. Intentamos ponerlo en la conciencia y me dije ya está. Hoy quiero que la composición me cuente a mí algo y quiero creer que es cada cosa que se crea dando el tiempo para ver cómo se crea, cómo se rompe y cómo se construye. No quiere ser nada más que lo que tus ojos ven”.

“Quiero abrir el paisaje emocional de las personas, que puedan sentir aunque no sepan por qué. Mucha gente [cuando sale de ver una obra] dice estoy súper movido, pero no sé por qué. Y eso es fenomenal, no tiene que pasar nada más. Hoy me encuentro allí”, afirma.

Equilibrio es una obra que quiere ser lo que es, dice Fridman. “Puedo contar que es un organismo que se construye que se deconstruye, que te hace sentir un paisaje de emociones distintas y hay muchas referencias históricas que nacieron por la propia materia corporal y dirás, esto me recuerda… y ya está”.

Sharon Fridman, un nómada entregado a la creación

La obra fue creada en cinco semanas en las que inicialmente se estudia la práctica INA, establecida por Fridman y basada en una ataxia que sufre su madre – por eso lleva su nombre- y que es el punto de partida para cualquiera de sus proyectos.

“Primero estudiamos la práctica INA, muchísimas horas, muchísimos días. Primero, que el bailarín entienda esa otra posición del cuerpo que busca también su balance, y que pasa en su eje, así como también pasa en otros sitios”, dice.

INA

Ina, la madre de Sharon Fridman sufre del síndrome de Arnold Chiari, ataxia que no le permite encontrar equilibrio aun cuando esté en una posición estable. Solo lo logra cuando está en contacto de un lugar rígido, recto, que le permita alinear su cuerpo.

“Siempre estaba sentada, encajada entre los objetos. En el momento en que no lo estuviese, caía”, rememora el bailarín. Fridman, en ese entonces, de seis años de edad se convirtió en esa resistencia que necesitaba el cuerpo de su madre para estabilizarse.

“Entre nosotros había muchos acuerdos sobre formas de estar o situaciones que atravesar, con es pauta de quedar siempre conectado, siempre dándonos un contrapeso, siempre empujando uno el cuerpo de otro para quedarnos rectos pero siempre conectados”, cuenta.

Esta situación convertida en algo cotidiano le resulto algo muy natural. “Como niño, muchas veces estaba sentado imaginando cómo podía anticipar su caída o cómo podría entrar debajo de su cuerpo generando una forma que permitiera que [ella se ajustara]. Siempre tenía esos planes, esos pensamientos, observando mucho su cuerpo”.

Lo que menos imaginaba es que esa observación y práctica le darían un sentido a la danza, actividad a la que se había dedicado también desde pequeño, inicialmente con el folclor y más adelante con la danza contemporánea.

“Cuando llegué a España con 24 años es que me detuve a preguntarme qué estoy haciendo y qué tengo que dar al movimiento, a la danza, y allí hice una conexión. Lo único que podía añadir a esa cosa increíble que es la danza es ese conocimiento del peso y de la arquitectura corporal y de la necesidad de formar un cuerpo entre otro cuerpo y más”.

Empieza entonces una trayectoria de creaciones que investigan las capacidades de los cuerpos, los nudos, la respiración común, el centro de gravedad. Esto y su acercamiento a los procesos del contact improvisation, que es una técnica que nace en 1970 en Estados Unidos, terminan de darle sentido a la práctica INA, que aplica en su compañía de danza y en colaboraciones con otras compañías incluyendo las que practican danza con cuerpos diversos.

Esto le ha dado la oportunidad de compartir prácticas y conocimientos con bailarines profesionales de muchos países, bailarines con cuerpos diversos y no profesionales que simplemente siempre soñaron con bailar.

Uno de sus más interesantes proyectos se llama Rizoma, un proyecto que nace de la necesidad de cuestionar qué puede hacer solo la masa, sin escenario. En él participaron unas cien personas.

“En ese tipo de proyectos ves reflejada la sociedad con todo lo que conlleva. De cien personas que participan siempre hay uno que es muy distinto, que hay que embarcar también en el proyecto y hay que ver cómo se maneja todo, como si fuera un mini universo”, analiza.

Y cada una de esas creaciones en diferentes lugares “siempre son diferentes porque tú eres diferente. En cada experiencia miras desde otro lente, busca más allá, tú cambias siempre y obviamente el hacerlo en Colombia o en París, es distinto, trabajo con el contacto, En París cuesta mucho más que el otro entre en mi espacio”.

En cuanto al trabajo con los bailarines locales, Fridman asegura que siempre se encontrarán diferencias. “Es normal porque somos de otro lugar, tenemos otras historias encima, nuestras energías y formas de comunicar son distintas. Siempre el primer día digo, chicos, tenemos un puente entre nosotros, lo construiremos y entenderemos que somos diferentes. Tomamos aire, nos miraremos unos a los otros y aceptamos que hay diferencias”, señala.

Por otra parte, la juventud de los participantes los lleva a querer ir absorbiendo mucho. “Como tienen mucha sed de nuevos lenguajes y coreógrafos, porque son jóvenes, me encontré diciéndoles, chicos, profundicen. No hay que tener miedo a sentir que estás en un sitio y en ese mismo sitio profundizas y entender más sobre el sitio en que estás”, observa. Quieren seguir avanzando y descubro eso que [Panamá] es un lugar que está en desarrollo, un poco como Israel hay una necesidad de ir adelante para no quedarse rezagado, pero hay que parar ese carro”.

La participación de Fridman en el Festival Prisma se completa con dos de sus obras, “Hasta dónde”, pieza que interpreta a dúo con Arthur Bernard Bazin y música de Luis Miguel Cobo. “Fue la obra que me permitió expandirme, con ella llegué a 600 escenarios en el mundo, estuve viajando mucho tiempo con esa obra, y es una obra muy simple, en la que somos dos”, medita. La tercera obra es “Dosis de paraíso”, creada en 2019 que aborda una relación. “La obra es sobre la relación de una pareja. Es la biografía de vida de una pareja concreta pero podría ser cualquier pareja. Cada uno puede verse reflejado en este trabajo”, asegura.

Solo una cosa le quedó pendiente a Fridman de esta visita a Panamá, y fue empaparse un poco más de folclor. “al final logré incluir un guiño en mi trabajo, pero bueno, será más adelante, es un hermoso lugar para explorar y estoy feliz de estar aquí”, concluye.

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