La emergencia climática es una oportunidad para crear una mejor sociedad

Actualizado
  • 13/04/2022 00:00
Creado
  • 13/04/2022 00:00
La transformación de nuestra economía tiene que empezar ya y a una escala sin precedentes. Todos tenemos que ser parte de este cambio de consciencia
El impacto del cambio climático es una realidad.

El informe más reciente del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) trata sobre la mitigación, es decir, las medidas necesarias para reducir la contaminación causante de la crisis climática y progresar de forma sostenible. El documento se lee como una tarea dejada para último minuto. Pero en esta ocasión, se trata de la tarea que definirá el destino de la humanidad y de millones de especies que comparten el planeta con nosotros. Estamos en una trayectoria hacia un calentamiento global de 3.2°C a más de 4°C para finales del siglo.

Prominentes científicos del clima confirman que esto nos llevaría el colapso de la biosfera y de la civilización humana. El informe explica qué tenemos que hacer para tener una segunda oportunidad. La transformación de nuestra economía tiene que iniciar ya y a una escala sin precedentes. Todos tenemos que ser parte de este cambio.

El documento cuenta con 3.000 páginas redactadas por 278 autores de 65 países (y contribuciones de más de 350 autores) y tiene más de 18.000 referencias bibliográficas.

El informe del IPCC concluye que la contaminación causante de la crisis climática sigue en aumento. Durante el período de 2010-2019 llegó a su máximo nivel, aunque la tasa de aumento se ha reducido con respecto a la década anterior. Desde 1850, el punto de referencia preindustrial, las actividades humanas han liberado unas 2400 GtCO2, el 58% entre 1850 y 1989, y el restante 42% entre 1990 y 2019. En la década de 2010-2019 emitimos casi el 20% de toda la contaminación causante de la crisis climática liberada desde 1850. En comparación, para no superar un incremento de la temperatura de 1.5°C, como se estableció en el Acuerdo de París, contamos con un presupuesto de apenas 500 Gt de C02 desde hoy y hasta llegar a 0 emisiones netas.

La ciencia ha demostrado que los esfuerzos mancomunados darán resultados antes de que sea irreversible el impacto medioambietal.

La reducción de emisiones en 2020, debido a la pandemia, alcanzó un 5,8% en comparación con 2019. Desde 2010 las emisiones han ido en aumento en todos los sectores. Al nivel mundial, se divide de la siguiente forma: las industrias: 34%, la agricultura y otros usos de la tierra 22%, el transporte 16% y el sector energético 12%. La contribución de las ciudades es cada vez mayor. En 2020, más del 50% de emisiones provino de ellas.

Ya hemos llegado a un aumento del 1.1°C en promedio para todo el planeta. Con este incremento hemos visto efectos y consecuencias muy negativas y dramáticas que le han costado la vida a cientos de miles de personas y miles de millones de animales. Un millón de especies están en peligro de extinción y los científicos nos dicen que un aumento superior a 1.5°C significa la extinción de prácticamente todos los corales, eventos climáticos extremos más frecuentes y posiblemente la activación de varios puntos de inflexión que aumentarían la crisis sin que podamos controlarla.

Al analizar la distribución geográfica de las emisiones, podemos notar aspectos importantes de inequidad: Norte América tiene las tasas más altas de emisiones, tanto en emisiones acumuladas desde 1850 (23% del total global), como per cápita, en 2019 (casi 10 veces más que las naciones más pobres del sur de Asia). El promedio global de emisiones per cápita es 7.7 tCO2 equivalentes (eq) (con un mínimo de 2.6 tCO2-eq en el sur de Asia) y un máximo de 19 tCO2 eq en Norteamérica.

Y lo que es peor: a nivel global, el 10% de los hogares más ricos son responsables del 34%-45% de las emisiones por consumo, mientras que el 40% del medio es responsable de 40%-53% y el 50% más pobre contribuye no más del 13%-15%. Sin embargo, los peores impactos y la mayor vulnerabilidad a la crisis climática recaen sobre aquellas naciones menos responsables y más pobres.

La buena noticia es que desde 2010, por lo menos 18 países pudieron bajar sus emisiones por más de 10 años. Lastimosamente, el aumento de las emisiones en otros lugares más que compensó por ello. Igualmente, la energía renovable es ahora en muchos casos más económica que los combustibles fósiles. Sin embargo, el porcentaje de electricidad generada con tecnología renovable es todavía mínimo.

¿Qué hacer?

Para limitar el aumento de la temperatura global promedio a 1.5°C, es necesario tomar acción desde ya y que las emisiones bajen lo más rápido posible (a más tardar en 2025) para llegar a una reducción del 45% a más tardar para el año 2030, con relación a los niveles de 2019.

Actualmente estamos en una trayectoria hacia los 3.2°C o posiblemente más de 4°C. Si se llegan a cumplir todas las promesas de los países bajo la ONU (NDC), estaríamos todavía lejos de la meta, y alcanzaríamos un calentamiento de +2.8°C para 2100. Paralelamente, las emisiones de otros gases de efecto invernadero, que han visto aumentos importantes en la última década, como el metano (CH4), el óxido nitroso (N2O) y los clorofluorocarbonos (CFC) deben también reducirse de manera sustancial.

El informe del IPCC detalla medidas que serán necesarias para reducir a la mitad las emisiones globales en tan solo ocho años. Entre ellas está el abandono de los hidrocarburos, iniciando por el carbón, luego el petróleo y el gas, reemplazándolos por energías renovables, particularmente solar y eólica, para la electrificación, y los biocombustibles para el transporte aéreo y marítimo. Detener la deforestación y reforestar es igualmente de suma importancia y tiene varios beneficios: detener las emisiones relacionadas con la tala, quema y descomposición de los bosques, aumenta la absorción de CO2 y trae beneficios ecológicos. Esta es una de las medidas más importantes y beneficiosas para Panamá.

Las ciudades, que han llegado a ser responsables de casi la mitad de todas las emisiones globales, podrán lograr la carbono neutralidad, si apuntan a mejoras importantes en los servicios públicos, como el transporte público, la electrificación, diseño de ciudades compactas y verdes, teletrabajo y abastecimiento local y regional de recursos, la reducción significativa de desechos a través de un mejor aprovechamiento, entre otras.

Una afirmación que se presenta en buena parte del documento es la importancia de las tecnologías de eliminación y almacenamiento de carbono. Se trata de diferentes métodos de “emisiones negativas” o captura de CO2, ya sea por elementos de la biosfera (bosques, suelos, etc.) o por tecnología humana. Sin embargo, esta tecnología aún no está funcional a la escala necesaria y requiere de mucha energía. Resulta entonces inaceptable basar el plan de rescate de nuestra sociedad en un remedio que todavía no es efectivo. La tecnología se debe continuar perfeccionado hasta lograr el costo-efectividad, pero sin usarla para justificar la continuidad de la era petrolera.

Por otro lado, el informe hace referencia a otra opción para lograr una disminución rápida y sostenida: el consumo sostenible y el decrecimiento.

Por primera vez, un informe del IPCC destaca la necesidad de repensar el crecimiento económico (basada en PIB) y los beneficios que trae. El informe sobre los límites del crecimiento al Club de Roma, hace 50 años se ve reivindicado, ya que cada vez más publicaciones destacan la falacia del concepto de un crecimiento infinito de la economía en un planeta con recursos limitados, que nos ha llevado a la emergencia climática y ecológica.

Las medidas que propone no son menos que una transformación total de la sociedad, una revolución por el clima: desde el cambio de dietas a una dieta balanceada, sostenible y saludable, baja o exenta de productos de origen animal, la reducción o eliminación de los desperdicios alimenticios y del consumo excesivo, la preferencia de productos de calidad que duren y que se puedan reparar, el reciclaje, la compra de productos locales, el transporte público o compartido, en bicicleta o a pie, construcciones sostenibles, techos verdes, reducción voluntaria del consumo de energía y recursos, la producción agroecológica, la agroforestería y la reforestación. El informe nos habla de que, a través de la reducción voluntaria del consumo de energía, productos y materiales, particularmente en los países del norte global, se podría llegar a reducciones de las emisiones hasta un 50% o más y que además tendría efectos positivos en la salud y el bienestar general. El principio fundamental de esta propuesta es reemplazar el PIB como medida del bienestar con conceptos mucho más humanos. ¿Qué esperamos entonces?

Para lograr que se dé una transformación tan profunda y rápida, necesaria para evitar los peores efectos de la crisis climática, el informe recomienda escoger medidas adaptadas a las condiciones locales y regionales, basado en procesos democráticos, incluyentes y consultativos con las poblaciones locales, incluyendo a las personas jóvenes, indígenas y mujeres, entre otros. Por último, el informe destaca la necesidad urgente de la transferencia de fondos financieros desde el norte global a los países en desarrollo, como medida indispensable para la transformación de sus economías y la construcción de resiliencia.

Para cumplir la tarea a tiempo, necesitamos que todas las naciones lo declaren su absoluta prioridad y nos pongamos todos a trabajar.

Los autores de este análisis son miembros del colectivo Ya es Ya.
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