La educación en recreo

Actualizado
  • 24/07/2016 02:01
Creado
  • 24/07/2016 02:01
La inversión en el capital humano es la propuesta para nuevos modelos de negocio que requieren de altos estándares de transparencia

Hace un par de días me invitaron a ver un documental realizado por la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (APEDE) y su comisión ‘APEDE joven'. Su título me pareció muy sugerente ‘La educación en recreo'; el tema, la educación en Panamá.

Se habla en él sobre los problemas de la educación, la historia del sistema educativo y la forma como varios actores de la sociedad lo perciben.

Luego de la proyección, hubo un tiempo para conversar sobre los puntos de vista que surgieron de la misma. Allí tuve la oportunidad de compartir con varios empresarios, quienes tienen una visión del tema basada en el hecho que la educación actual no está generando las personas que pueden aprovechar la nueva economía, la del ‘conocimiento y la innovación'.

Les dije que la clave es poder generar y aprovechar el conocimiento nuevo, y para ello se necesitan personas con capacidad de análisis y solución de problemas.

Estas personas se obtienen de sistemas educativos que fomenten estos valores y otros como la colaboración, el trabajo en equipo, la investigación, la capacidad de mejora continua y muchos otros por el estilo.

Esas personas solo se pueden obtener de dos formas, trayéndolos de otro lugar o haciendo que el sistema educativo las genere localmente, o sea que la inversión debería centrarse en lograr el mejor recurso humano posible (es decir... gente).

Supongamos que ya tenemos el recurso humano idóneo, ahora necesitamos un sistema económico que fomente la generación de nuevos negocios basados en conocimiento, que logre que aquellos que tienen la capacidad de crear estas cosas, se encuentren con un ambiente económico que no los rechace y haga que esos futuros empresarios desistan.

Lograr un ambiente así requiere un sistema bancario capacitado en negocios sofisticados, que sepan ir más allá de pedir la casa o el carro como un aval, que puedan crear mecanismos de financiación basados en garantías o apalancamientos, que se basen en esquemas financieros donde el riesgo se disminuya sin pedirle un riñón al emprendedor.

Para todo esto se necesita gente altamente capacitada y conectada con el sistema mundial (o sea... gente).

Asumamos que también tenemos lo anterior, ahora es clave tener un sistema regulatorio y jurídico que garantice transparencia, reglas claras y que se mantengan iguales en el tiempo; un sistema que genere confianza, unas instituciones políticas que legislen de forma cónsona con esta forma de ver el desarrollo, una ciudadanía involucrada y que participe, que no permita que sus mandatarios se desvíen de la senda que se trazó.

En fin, una democracia participativa y operante, la cual solo puede existir si los ciudadanos que la conforman son gente capacitada, con un amplio contexto social, cultural, económico, tecnológico y de toda índole (en esencia... gente).

Supongamos que todo lo anterior existe, que tenemos mucha suerte. Debemos entonces crear un ambiente en el país, que atraiga a los creadores mundiales, a las personas que generan los contenidos que harán parte de las propuestas de valor de los nuevos emprendimientos.

Tenemos que crear un espacio vibrante que haga que esas personas, que están acostumbradas a vivir en lugares estimulantes, llenos de diversidad de culturas quieran venir a aquí. Todo eso se logra con nuestra gente, con nuestros creadores y creativos, con nuestros innovadores sociales, ingenieros y científicos, son ellos los que crearán los contenidos que atraerán a sus pares de otros lugares del mundo (de nuevo, todo esto es gente).

En resumidas cuentas, si uno desea hacer negocios en esta economía del conocimiento, debe invertir en la gente, si no se corre el riesgo de terminar trabajando para los que sí lo hacen y depender de que suba o baje el precio de algún commodity (que es en el negocio que terminamos metidos, por no poder generar unos con base en el conocimiento) mientras vemos los verdaderos negocios pasar frente a nuestras narices.

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