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- 18/12/2020 00:00
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Era una temporada de ensueño y con bastantes razones para apoyar esa opinión. En la campaña de 1971 los Orioles ganaron 101 partidos y cuesta mucho creer cómo ese equipo pudo perder 57 encuentros. Lo tenía todo y más. Fueron primeros en carreras anotadas en la Americana (742) y en OPS (.745) y también líderes en cuanto a efectividad de su cuerpo monticular (3.00).
Si al pitcheo nos referimos, estaban bendecidos por cuatro abridores que habían ganado en ese año, al menos 20 juegos cada uno. En esa rotación quedaron como único caso en la historia de la MLB, los nombres de Jim Palmer, Mike Cuéllar, Pat Dobson y Dave McNally. Palmer logró 20 victorias con ERA de 2.68; por su parte el cubano Mike Cuéllar acumuló 20 triunfos y ERA 3.08, mientras que Dobson tuvo 20 victorias y 2.90 de ERA.
Para completar sus cuatro ases, McNally acumuló 21 triunfos y ERA 2.89. Todo un derroche de calidad en ese conjunto de serpentineros.
La columna vertebral de la ofensiva de esos Orioles la constituían Frank Robinson, Boog Powell y Brooks Robinson; entre ellos conectaron 70 Jrs y empujaron .283 carreras (casi 40% del total anotado por esa divisa. A estos sluggers los secundaban peloteros como Mery Rettenmoñund, Davey Johnson y Don Buford.
No contentos con esto, los Orioles era un equipo blindado a la defensiva: Brooks Robinson en la antesala, Mark Bellanger en el campocorto y Paul Blair en la pradera central, tres virtuosos con el guante; de hecho, Baltimore fue igualmente líder a la defensiva en la Americana con un total zone de 58.
Hay una muy prosaica sentencia según la cual la “pelota de béisbol es redonda, pero viene en caja cuadrada”. Un equipo tan sólido como el de los Orioles de Baltimore perdió, en siete juegos, la Serie Mundial de 1971 con los inspirados Piratas de Pittsburgh, a su vez aupados con la increíble actitud y valor del inmenso Roberto Clemente. Sencillamente increíble.
Así es el béisbol, impredecible y asombroso, allí radica lo principal de su eterno encanto.
Al correr del tiempo, al menos tres integrantes de ese fabuloso equipo de los Orioles llegaron al Salón de la Fama del béisbol: el pitcher Jim Palmer (1990), el antesalista Brooks Robinson (1983) y el jardinero legendario Frank Robinson (1982).
Tres luminarias que acompañaron a su mánager Earl Weaver (exaltado también ), al templo de los inmortales. Por su parte, Davey Johnson, el segunda base, hizo carrera como dirigente, fue mánager de varios equipos (Mets, Rojos) y tuvo el honor de ser mánager del equipo de EE.UU. en el clásico Mundial de béisbol (2006).
Sin duda quedará en el recuerdo de los viejos aficionados, y también formará parte del de los nuevos, ese instante de perfección, esa aura mágica de los Orioles de Baltimore de 1971.